Dalmiro era el séptimo hijo de
Asencio Flores y Dominga Mamani, había nacido en Camposanto, a 60 km. de la
ciudad de Salta, el 1° de diciembre de 1954. Luego de trabajar en la finca
alquilada por sus padres y concluida su escuela primaria, se emplea en Salta
como albañil y electricista.
Dalmiro Flores
Luego al escasear el trabajo se
viene para Buenos Aires con su sencillez y su guitarra a cuestas. Aquí consigue
trabajo como obrero metalúrgico en Decker S.A. primero y luego en la planta
industrial de Marshall, un par de meses antes de su absurda muerte. Así que por
su actividad, estaba afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Y tres días
antes de su muerte también se afilió al Peronismo.
Fue asesinado en Plaza de Mayo al término de
la marcha de la Multipartidaria en repudio a la dictadura militar, denominada
“Por la Democracia y la Reconstrucción Nacional”, el jueves 16 de diciembre de
1982.
Cerca de las 20.10 hs., sobre la
esquina del Cabildo donde se juntan Bolívar, Diagonal Sur e Hipólito Yrigoyen,
apareció un Ford Falcon verde, chapa C-850.276 con cuatro policías de civil.
Una de ellos, cerca de 40 años, 1,75 m de estatura, camisa de mangas cortas,
verde a cuadros, por afuera del pantalón, bajó ante el tumulto de la gente
reunida y se dirigió hacia donde estaba Dalmiro Flores gritándole: “¡Pará hijo
de puta o te mato...!”, para luego dispararle desde 5 metros sobre su espalda,
a la altura de la cintura, provocándole la muerte, en tanto remataba su acción
con un nuevo improperio: “¡Moríte peronista hijo de mil puta...!”.
Nunca se supo quién mató a Dalmiro. Fue uno de
los últimos crímenes impunes de la dictadura militar en retirada. Una de las
razones para explicar lo inexplicable, su muerte absurda, es que en la Planta
Decker trabajaba sin protector auditivo, por lo que se había lesionado
gravemente los oídos y al estar en la Plaza de Mayo de espaldas a los policías
que venían a cazar gente y debido a su lesión auditiva, es muy probable que no
haya escuchado la voz de alto ni muchos de los sonidos que lo rodeaban. El
cuerpo fue entregado a sus familiares desnudo, sin la ropa, el reloj y el
dinero que llevaba Dalmiro Flores consigo, al momento de su asesinato. Y en su
Salta natal, las autoridades cívico-militares no permitieron a sus deudos que
lo velaran, porque temían un salteñazo; tal era la indignación popular.
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