sábado, 2 de febrero de 2013

3 de febrero de 2011: muere el cura cantor...

 
 


El 3 de febrero de 2011 murió Alejandro Mayol, sacerdote, poeta y músico. Tenía 78 años.

Siendo cura de San Telmo, conoció a Beatriz Braga, que comulgaba diariamente, y como, él también tocaba la guitarra. Por aquellos años Mayol era muy conocido por sus canciones infantiles y sus apariciones en un programa de televisión.
 
 
"La Creación", "Hay fiesta en la casa del padre", "La milonga de David y Goliat", "Zaqueo", "La Caravana", "O Trompeteiro", "La Creación", "La zamba del grano de trigo". "No hay mayor amor", "Pajarito de rastrojo", "Llaga", "Tú", "El trencito del oeste", “Los indios pirulines” y "La resurrección", fueron algunos de los temas que brotaron de su fértil creatividad.

Mayol estuvo muy ligado al padre Carlos Mugica, con quien habían compartido un viaje a Roma en barco en 1950. A ambos los unía su inquietud por conocer las enseñanzas de Theilard de Chardin y su actitud de servicio hacia los pobres.

 
 
 
Por aquellos años fue convocado por el sacerdote Osvaldo Catena, a quien Ariel Ramirez –ambos santafesinos y músicos- le había sugerido la posibilidad de crear una Misa Criolla. Años antes, la Misa Luba nacida en el Congo, asombró al mundo de la música. Junto con otro sacerdote y músico, Jesús Gabriel Segade, que tuvo a su cargo los coros, armaron el esquema religioso para darle sustento a la música que luego compuso Ramirez, expresada a través de ritmos populares como baguala, vidalita, etc.




Mayol y Beatriz se enamoraron y se casaron en 1969. Tuvieron cuatro hijos: Ramiro, María, Emanuel y Lorena. Como padre de familia debió afrontar su sostén y eligió entonces el ámbito artístico.
 
 
A partir de allí incursionó en distintos lugares, pero la impronta religiosa estuvo siempre presente en su tarea. En 1983, junto al grupo Lafuente escribió La pasión según san Juan –la llamó ópera canchera-, que se presentó en el estadio de Velez Sarsfield ante unas tribunas repletas de público. Lo acompañaron en ese instante otros dos exsacerdotes que tuvieron una actuación muy generosa entre los jóvenes que buscaban escaparle a la drogadicción: Pajarito y Trulo. En esta ocasión utilizó también ritmos folklóricos como cuecas, chacareras, candombes y vidalitas. La Pasión se siguió representado durante más de dos décadas en General Madariaga, con artistas que eran gente del lugar.


Fue la época en que se vinculó con otros músicos de la talla de Lito Vitale, Pablo Sbaraglia y Fernando Lupano. También con José Luis Castiñeira de Dios y Piero; con este último grabó "Sinfonía inconclusa en la mar" y “La creación”.

Se desempeñó asimismo como secretario de Cultura en la Municipalidad de Florencio Varela y por esos años escribió la obra teatral “La patriada”, en donde hizo una reseña histórica del país que fue elogiada por Alberto Ure. Luego incursionó en el cine para realizar la producción de “Las aventuras de Cepillo”.

Mayol fue siempre un tipo alegre, divertido, empeñoso y positivo. Amigo de muchos y dispuesto siempre a iniciar un nuevos proyecto. Sus legados más importantes han sido La creación –Dios hizo la vaca que nos da la leche..-, donde hace una catequesis sobre las bondades de Dios, que quedan imborrables en la mente de los niños. Y su Zamba del grano de trigo que se sigue cantando en los templos, sin conocerse a su autor.

Entre los avisos fúnebres publicados en la prensa, algunos lamentaban y se sentían dolidos por su partida, mientras que uno prefirió escribir: “Por eso hay que cantar aleluya”.

 

Nos dejó por un tiempo

 “Alejandro nos ha dejado por un tiempo. El que hacía chistes sobre la muerte, hoy nos acompaña desde otros lugares.

 Tuve la suerte de intimarlo más los últimos años en múltiples encuentros. De niño lo escuche cantar en Punta Alta, de joven lo visité cuando era asesor de la Juventud Universitaria Católica con Carlos Mugica en la Universidad de Buenos Aires y luego –cuando hacía mi investigación– lo leí detenidamente desde la revista Tierra Nueva y en el libro sobre los católicos postconciliares que escribió con Norberto Habegger y Arturo Armada. Allí muestra un profundo análisis de la génesis del cristianismo liberacionista en Argentina y las complicidades de otros sectores cristianos con el poder económico y militar.
 
Cristiano comprometido con el mundo de los pobres hasta la médula, lo vivió y experimentó en “cuerpo y alma” desde diversos lugares. Fue sacerdote, esposo, padre, militante partidario de causas populares y un sensible y profundo artista que pudo combinar todas esas fidelidades. Decía hace un tiempo en una entrevista: “Decidí dejar el sacerdocio. Yo en ese momento dije: quiero al sacerdocio y la quiero a Beatriz. No optaba, es lo que sentía, no me hubiera ido si no me obligaban a optar”.

 Hay que recordarlo y mucho. Es una memoria peligrosa y testimonial de un cristianismo libertario, apasionado de la justicia, que vivió sufrimientos y esperanzas, que priorizó el amor, la entrega y la misericordia a todo dogma, norma y doctrina. Además creador continuo de símbolos y espacios que vincularon creencias católicas con experiencias populares liberadoras. La Misa Criolla, sus óperas cancheras y sus múltiples canciones son un testimonio de esa entrega a “su pueblo y su religión”.

 Alejandro se nos fue y al mismo tiempo sigue presente allí –como él hacía– donde hay lucha y compromiso con los humillados y desheredados de la tierra; allí donde se proclama, anuncia y denuncia desde el Reino de Dios y su libertad y donde la creación artística se hace sensible con el corazón y la pasión de cada hombre y cada mujer. Cuando se avanza en derechos, se elimina una injusticia, una oración se eleve al Dios Padre y Madre y se recuerde que “Al crear la vaca, Dios hizo la leche, hizo el dulce ’e leche, todo lo hizo bien” allí estará Alejandro con su guitarra, su voz y sus sonrisas mostrando las ganas y la alegría de vivir porque amó e hizo lo que quiso”

 Fortunato Mallimaci

Sociólogo, militante cristiano

 Fuentes:

laicosconvocados.blogspot.com.ar

página12.com

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