Hacia fines de 1866, cuando ya
han penetrado en Los Llanos, a través de Córdoba, los montoneros de Ramón
Flores, el gobernador mitrista de La Rioja, San Román, envía a su lugarteniente
Linares a Chilecito, en observación, ante la amenaza de que Felipe Varela tome los
departamentos de Guandacol y Vinchina (La Rioja).
Felipe Varela |
Mientras tanto la revolución
colorada de Felipe Varela, ya está asegurada en Mendoza, a raíz de la derrota
sufrida por las fuerzas porteñistas en San Rafael. El coronel Juan de Dios Videla entra en San
Juan, llevando como Jefe de Estado Mayor de su ejército, al coronel Manuel J. de
Olascoaga. Tiene a Pedro Viñas y al
coronel Feliciano Ayala, al mando de las bravas divisiones mendocinas y
puntanas. Son estos hombres los que han
“desnacionalizado” la aduana de Mendoza.
Juan de Dios Varela y Felipe Varela |
Liberaron a los presos de la
cárcel, entre los cuales se hallaba el doctor Carlos Juan Rodríguez, un federal
sanluiseño a quien Videla hizo nombrar gobernador de Mendoza. En dos días
controlaron toda la provincia. Pocos días después derrotaron al coronel Pablo
Irrazábal, el asesino de Peñaloza. De allí pasó Videla a la provincia de San
Juan, donde derrotó y expulsó al gobernador y ocupó su lugar el 5 de enero de
1867, y enseguida derrotó al coronel Julio Campos, gobernador unitario de la
provincia de La Rioja en la “Batalla de Rinconada
del Pocito".
Batalla de la Rinconada del Pocito |
Juan de Dios Videla le escribe al
gobernador revolucionario de Mendoza, el mismo día de la victoria: “Como le
anuncié ayer que hoy marchaba sobre el enemigo, lo ejecuté y después de una
penosa trasnochada, llegué al campo de honor y a pesar de la tenaz resistencia
del enemigo en sus fortificaciones, lo rechacé con la caballería y lo flanqueé
con la infantería, siendo el resultado dejar en nuestro poder 600 prisioneros y
están llegando más; muchos muertos, la artillería. Un sin número de carros,
pertrechos de guerra y todas sus caballadas, armamentos, etc. Es tan completo el triunfo que nada nos deja
que desear. Mañana tendré el gusto de
pasarle el parte circunstanciado.
Felicito a Ud. y a los amigos de la causa y ordene a su compadre y amigo”.
La división de Viñas irrumpe al
galope en la ciudad de San Juan al grito de “¡Viva la Federación! ¡Mueran los salvajes unitarios!.
El mando militar de la revolución
quedó en manos del coronel Felipe Saá, que recuperó la provincia de San Luis.
En muy poco tiempo habían tomado el poder en todo Cuyo. Y contaban con el apoyo
del gobernador cordobés Mateo Luque.
Convocando a las montoneras
residuales de otros caudillos muertos en todo el país más combatientes
chilenos, Varela marchó sobre territorio argentino portando la bandera con la
consigna de "¡Federación
o Muerte!" .
En
el norte, Rufino Castro Boedo, hermano del revolucionario Emilio, que residía
en Chile, se ha trasladado desde Copiapó hasta Salta, en diciembre de
1866. Lo acompaña el caudillo Isauro
Argüello, quien se queda en el cantón de Antofagasta (Bolivia), infundiendo
disciplina a algunas fuerzas y proveyendo armas y dinero. Rufino llegará a ser teniente coronel del
ejército de Varela, y como tal peleará en Pozo de Vargas, será capturado el 11
de abril de 1867 en el Rodeo, y condenado por los tribunales de la oligarquía,
a cuatro años de destierro y mil pesos fuertes de multa. Los “jueces” no ignoraban la importancia que
había tenido su participación en el levantamiento.}
Batalla de Pozo de Vargas |
La
actividad de Rufino Castro Boedo, surtía efecto. En febrero de 1867 se subleva una compañía de
milicias de Copacabana, que depone al comandante Remigio Contreras, y se pasa a
las órdenes de Severo Chumbita, quien reúne todas las fuerzas en Los Sauces (La
Rioja). Se van preparando para la gran
batalla de Tinogasta (Catamarca).
La
tierra parece conmoverse. América en
armas y de a caballo, se ha puesto en pie de guerra para rechazar al extranjero
y sus servidores.
Felipe
Varela está en Jáchal, organizando el despliegue táctico de las fuerzas. Se suceden las visitas y consultas de todos
los jefes en su cuartel general.
Unos
días antes, el 6 de noviembre, Varela había lanzado su famosa proclama contra
la Guerra en el Paraguay:
"¡Argentinos! El pabellón de
mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y
que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y
febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los
fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan
feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada
en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de
cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos
por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de
Cepeda lagrimeando juró respetarla".
"Tal es el odio que aquellos
fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos
han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los
degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros
varios dignos de Mitre."
"¡Basta de víctimas
inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia!
¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio
flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo
de contener!"
"¡Abajo los infractores de
la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces
de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden
común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas
americanas."
"¡Compatriotas
nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a
recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo." FELIPE VARELA.
La Rioja cayó en manos federales
tras una rebelión militar contra el comandante Irrazábal, autor de la muerte de
Chacho Peñaloza. Al poco tiempo se unieron a Varela otros caudillos menores,
como Santos Guayama, Sebastián Elizondo y Aurelio Zalazar, con los cuales llegó
a formar un ejército de más de 4.000 hombres.
Varela ocupó el oeste de las
provincias de La Rioja, luego ocupó la ciudad de La Rioja, y volviendo hacia el
oeste tras la victoria del montonero chileno Estanislao Medina sobre el
ex-gobernador catamarqueño Melitón Córdoba, que murió en el combate, el 4 de
marzo cerca de Tinogasta, ocupó también los departamentos occidentales de
Catamarca con una fuerza de 2.000 hombres. En toda esa zona, y en la mayor
parte del interior del país predominaba un claro sentimiento federal. Los dos
batallones con los que había partido de Chile, en los que figuraban algunos
soldados y oficiales chilenos se habían transformado en varios miles de hombres,
llegando a reunir casi 5.000 montoneros, la fuerza más importante que había
puesto en armas el partido federal desde la batalla de Pavón.
Ante la tibia acogida que les
dispensa Urquiza, con quien contaban inicialmente para encabezar el alzamiento,
planificaron las acciones desde su cuartel de Jáchal. Varela estaría encargado
de alzar las provincias occidentales, mientras los Sáa y Videla avanzarían
hacia el litoral, donde esperaban sumar algún dirigente federal. En la
hipótesis más audaz, podían llegar a contar con Timoteo Aparicio en Uruguay,
junto con el partido blanco.
La situación era realmente
peligrosa para el gobierno de Mitre, que estaba personalmente al mando de los
ejércitos aliados en el Paraguay. Debió regresar a Rosario para organizar los
ejércitos con que hacerles frente, al frente de los cuales colocó a José Miguel
Arredondo, Wenceslao Paunero, vueltos del Paraguay y Antonino Taboada, hermano
del gobernador de Santiago del Estero.
Antonino Taboada |
En Buenos Aires cunde el
pánico. Se habla del inminente arribo de
los montoneros a la ciudad. El agente de
S.M.B., Mr. G. B. Mathew, escribe a Lord Stanley preocupado, el 27 de enero de
1867: “…En la frontera de la Provincia de La Rioja, un refugiado político del
partido federal, el coronel Felipe Varela, ha cruzado la montaña desde Chile
con 200 ó 300 hombres y se dice que ha recibido armas allí; y aunque ha sido
momentáneamente rechazado, amenaza con dominar todo el país”.
El mismo día en que escribía esta
carta al Foreign Office, Mr. Mathew entrevistaba al Ministro de Relaciones
Exteriores, Rufino de Elizalde, y le ofrecía el apoyo total de Inglaterra
contra la revolución de Felipe Varela.
Elizalde le notificará a su vez de inmediato la gravísima situación a
Mitre, quien se encontraba en campaña: “El Ministro Inglés me ha hecho los
mayores ofrecimientos en una carta diciéndome que lo avise a V.”. Bartolomé Mitre le contestaría desde el
Cuartel General de Tuyutí: “En una de sus últimas recibidas por el anterior vapor
me instruía V. de los obligantes ofrecimientos que había hecho al Gobierno S.E.
el Ministro Británico Caballero Mathew, con motivo de la rebelión ocurrida en
la Provincia de Cuyo. Me ha impresionado
agradablemente tan noble proceder que a la vez que testifica la cordialidad de
nuestras relaciones con la Gran Bretaña revela elocuentemente la amistad y
simpatía que profesa a la administración argentina el ilustrado caballero
Mathew”.
Rufino de Elizalde |
Una inquietud generalizada,
rayana en el terror, había invadido a la oligarquía porteña, cada vez más
ligada a los intereses británicos. Un
autor inglés afirmaba satisfecho en esa época: “La colonización inglesa de los
países del Plata se está extendiendo rápidamente, al igual que el capital
inglés, que es invertido allí en grandes cantidades”. Pero el sobresalto porteñista ante la
montonera también se extendía vertiginosamente.
Como signo inequívoco de la acuciante situación estaban allí esos
jóvenes “nacionalistas” de la aristocracia, cavando trincheras y fosos en las
calles de la ciudad, que debían “resguardarlos” de las huestes revolucionarias.
La relación con Inglaterra no era
precisamente precaria. De allí el
interés auténtico de Mr. Mathew de ofrecer “protección total”. La expansión de la “industria” de la carne, hacía
depender a la clase ganadera cada vez en mayor grado del mercado británico y
esta sumisión económica, a su vez, la llevaba a entregar todos los resortes de
la economía nacional al capital financiero de aquella “nacionalidad”.
El 1º de octubre de 1866, dos
meses antes del pronunciamiento del coronel criollo, se había sancionado la ley
206, promulgada el 4 del mismo mes. Por
medio de esa ley, se establecía que a partir del 25 de mayo de 1867 (hasta se
recurría en forma desvergonzada a una fecha patriótica) “quedaban a cargo de la
Nación, las siguientes deudas, comprendidas en la garantía acordada a la
provincia de Buenos Aires; 1ª) El empréstito inglés (es decir la deuda con
Baring Brothers), 2ª) Los veinte millones de fondos públicos creados por la ley
del 5 de mayo de 1859 (en poder originariamente de Mauá y luego de Rothschild
en Londres), 3ª Los veinticuatro millones de fondos públicos creados por la ley
del 8 de junio de 1861” (en las mismas garras financieras que los
anteriores). En los artículos siguientes
se advertía, que para poder pagar la deuda, se irían incluyendo en el
presupuesto las sumas necesarias a tal efecto.
Lo cual, por supuesto no se cumplió jamás y cayó sobre las provincias la
obligación de condonar la deuda contraída por Buenos Aires para desmantelar la
economía de los estados interiores.
El Imperio Británico, como
siempre, sabía lo que hacía.
“Nacionalizando” una deuda de origen “rivadaviano-urquicista”, gracias
el “esfuerzo” de Mitre, Su Majestad Británica pasaba a controlar totalmente las
finanzas públicas de las provincias argentinas.
Al igual que cuando Rivadavia intentó nacionalizar la deuda inglesa, al
crear Bartolomé Mitre el Crédito Público Nacional, las provincias se levantaron
en montonera. Pero afortunadamente para
la patria, no todo en Buenos Aires era entreguismo y saqueo de la nacionalidad.
En marzo, el ejército al mando de
Paunero recibió en Rosario el moderno equipo retirado del frente paraguayo, y
comenzó el avance hacia Córdoba, donde el ministro de guerra, Julián Martínez,
se había trasladado para imponer la autoridad civil del gobierno central.
Alertado de la marcha del ejército federal, al mando del general Juan Saá,
recién llegado desde Chile, Paunero destacó a Arredondo a interceptarlos. En la
madrugada del 1 de abril, las fuerzas de los montoneros y sus aliados
ranqueles, que habían aportado 500 lanzas a los insurrectos, fueron derrotadas en
la batalla de "San Ignacio", a orillas del del río Quinto. Los
federales estuvieron a punto de vencer, pero la decisiva acción de la
infantería de Luis María Campos dio vuelta la batalla y los federales fueron
destrozados.
Todos sus dirigentes huyeron a
Chile. Pero Varela estaba aún muy lejos como para enterarse de lo que ocurría.
Avanzó hacia la ciudad de Catamarca, pero estaba ya por llegar cuando se enteró
de que Taboada había ocupado La Rioja. Cometió entonces un error muy grave,
contramarchando hacia La Rioja para hacerle frente.
Enviando recado a Taboada para
sugerirle combatir fuera de la ciudad, con la intención de reducir los daños
civiles, Varela avanzó hacia La Rioja. Pero no tuvo en cuenta el
aprovisionamiento de agua en ese desierto, y Taboada aprovechó cabalmente ese
error: se ubicó en el llamado "Pozo de Vargas", la única fuente de
agua entre Catamarca y La Rioja, y allí esperó a Varela. Al llegar, éste
decidió que no podía seguir sin dar agua a sus hombres, y decidió atacar. Ésta
fue la "batalla de Pozo de Vargas".
La carga inicial de los federales
- encabezada por el chileno Estanislao Medina - fue exitosa, y los combates se
prolongaron durante casi ocho horas. Pero la ubicación estratégica de los
hombres de Taboada y la superioridad de su artillería impidieron a los
federales llegar a su objetivo. Sin embargo, una astuta maniobra del capitán
montonero Sebastián Elizondo se hizo con los animales y el parque de armas de
los de Taboada, pero el rédito de la misma se vio desbaratado cuando se dio a
la fuga con ellos en lugar de volver a formar filas y entrar al combate. Con
menos de 180 hombres, Varela debió retirarse, dejando el campo al muy maltrecho
ejército nacional.
Inglaterra
lo comprendía perfectamente. Tampoco
ignoraba que la revolución varelista amenazaba no sólo la estabilidad del
gobierno de Mitre, sino también el proyecto preparado en la City, en relación
al Paraguay. La “Triple Alianza”, creada
sobre la base de la experiencia de su homónima contra México, preparada tan
cuidadosamente por el Foreign Office, corría el peligro de malograrse. Guillermo Rawson, ministro de Mitre, lo
ratificaba en carta del 19 de enero de 1867, dirigida al gobernador de
Santiago: “La rebelión que ahora se levanta, tiene por primer resultado
distraer una parte de los sacrificios populares del único objeto al que todos
ellos deben consagrarse; la rebelión, pues, presta el mayor auxilio que puede
prestarse al enemigo, y lo hace a sabiendas y con ese declarado objeto. Combatir la rebelión es combatir al Paraguay
en nuestro propio suelo, puesto que así, desarmando y castigando a los
rebeldes, destruimos uno de los más eficaces apoyos del enemigo común”.
Guillermo Rawson |
Su
dependencia económica como clase social, hizo de la oligarquía portuaria una
servil realizadora de los planes de expansión británicos. Un hombre complicado muy de cerca con esa
estructura de clase, Héctor Varela, lo expresaría claramente, en carta a Rufino
de Elizalde, escrita desde Buenos Aires el 15 de junio de 1865: “En esta
alianza, anticipada tiempo ha por la lógica inflexible de los pueblos
(…)”. Si bien era absolutamente falso,
que “voluntad” popular alguna hubiese consagrado la Alianza, era exacto, en
cambio, que una “lógica inflexible” había llevado a Mitre a suscribirla.
Esa
“lógica” era la del ciclo cumplido por la clase ganadera, con respecto al
mercado mundial. “Inflexible” era el
destino político que el F. O. imponía a la clase terrateniente productora de
vacas.
El
Coronel del Pueblo lo sabía. También la
historiografía supo del origen siniestro de la Alianza imperialista. Por eso trataría vanamente de silenciar su
verdadera causa, su génesis, su fecha, y su significado.
Para
llevar a cabo los propósitos buscados por la diplomacia británica, relativos a
la destrucción del Paraguay, Mitre buscaría apoyarse en “tierra firme”.
Una
tierra firme custodiada por la británica y simbólica figura del “caballero” Geoffrey Buckley Mathew
Fuente:
O. Peña y E. Duhalde, Felipe Varela
José María Rosa, La guerra del
Paraguay y las montoneras argentinas
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