El
12 de diciembre de 1819, siguiendo órdenes del Director Pueyrredón, el Ejército
Auxiliar del Norte levantó su campamento en Capilla del Pilar, al Sur de
Córdoba, cruzó el Río II y se dirigió a Fraile Muerto. Una reducida vanguardia de caballería se
anticipó al grueso de la columna, a los efectos de darle seguridad y cierta
protección.
Juan Martín de Pueyrredón |
A
principios de enero de 1820, la columna se acercó a Santa Fe y al atardecer del
día 7 acampó en la Posta de Arequito, en territorio gobernado por Estanislao
López, que con sus montoneros comenzó a vigilar los movimientos de las fuerzas de Fernandez de la Cruz.
Ejército del Norte |
Cuando
las tropas partieron, era sabida la falta de cohesión que existía en las
unidades. Muchos oficiales manifestaban claramente que no estaban dispuestos a
emplear las armas contra sus hermanos del Litoral y los soldados mayoritariamente oriundos del Norte y Centro, se
alejaban de sus hogares para ir en defensa de una causa absolutamente
indiferente. En teoría, su misión era esperar hasta que las condiciones
permitieran reiniciar la reconquista de las provincias altoperuanas. Y, por si
esto fuera poco, el descrédito del Directorio de Pueyrredón era absoluto, en
tanto el federalismo cada día contaba con mayor cantidad de simpatizantes.
Francisco Fernández de la Cruz |
Antes
de llegar a la Posta de Arequito, Francisco Fernández de la Cruz, quien
comandaba el Ejército tras el alejamiento de Belgrano, ya había tenido separar
a varios oficiales que estaban sindicados como comprometidos en una revolución
que podría estallar de un momento a otro.
Entre ellos, se confinó en Mendoza a los orientales Eugenio Garzón y
Ventura Alegre, por, pero no se tomaron medidas con el Jefe de Estado Mayor
General Juan Bautista Bustos ni con el coronel Alejandro Heredia, el que
continuaba en el escalafón pese a que eran perfectamente conocidas sus ideas.
Gregorio
Aráoz de Lamadrid, protagonista de los sucesos, cuenta lo siguiente:
“Lleno
el general Cruz de antecedentes, nos había reunido dos o tres veces en su casa,
y secretamente, a todos los coroneles, incluso al teniente coronel y Jefe del
2, Bruno Morón, que merecía nuestra confianza, para consultar el partido que
debería tomarse con el coronel mayor Bustos, que era la cabeza principal. Todos los compañeros se encogían de hombros,
conocían que sin separar a dicho jefe no se cortaría el mal, pero no se
atrevían a aconsejar al general que diera ese paso resueltamente, en razón de
justos temores que tenían de complicidad en algunos de sus oficiales y tal vez
de la misma tropa.
“Me
acuerdo que resueltamente dije yo al general en presencia de todos ellos no
una, sino todas las veces que nos reuníamos al efecto: ¡Si el señor general
quiere autorizarme, ahora mismo voy y lo fusilo al general Bustos en presencia
de su regimiento. No tengo yo temor
alguno de que ningún individuo de mi cuerpo me sea infiel, al menos en la
tropa!, pero el general nunca se atrevió”.
Gregorio Aráoz de Lamadrid |
Por
supuesto que el testimonio de Lamadrid debe tomarse “con pinzas. Pero, sobre lo que hay dudas, es en el rol
del general Bustos en los acontecimientos que seguirían ¿Por qué Fernández de la Cruz no actuó contra
su Jefe de Estado Mayor para evitar la revuelta?. Porque no pudo, considerando el prestigio de
que gozaba Bustos, no sólo en su unidad, el Regimiento Nº 2 de Infantería, sino
en todo el Ejército.
Juan Bautista Bustos |
En
la noche del 7 al 8 de enero, Bustos y Heredia ordenaron detener a los
coroneles Cornelio Zelaya, del Regimiento de Dragones y Manuel Antonio Pinto,
del Nº 10 de Infantería y al teniente coronel Morón, a cargo provisional del Nº
2 de la misma arma, en lugar de Bustos, sublevando a las unidades, que
levantando los campamentos, arrastraron a un Escuadrón de Húsares que se plegó
al Motín, y estableciéndose a unas diez
cuadras de distancia del anterior.
¿Cuáles
fueron los verdaderos objetivos que se persiguieron al producir el Motín? Al saberlo
estaremos en condiciones de desvirtuar infundios que sin ningún argumento
colocaban a Bustos, Heredia, Paz e Ibarra en concordancia con los montoneros y
los jefes federales. Eso es erróneo y
Paz en sus “Memorias Póstumas”,lo demuestra claramente:
“Puedo
asegurar –dice Paz- con la más perfecta certeza que no había la menor
inteligencia, ni con los jefes federales ni con la montonera santafecina; que
tampoco entró, ni por un momento, en los cálculos de los revolucionarios unirse
a ellos, ni hacer guerra ofensiva al Gobierno ni a las tropas que pudieran
sostenerlo: tan sólo se proponían separarse de la cuestión civil y regresar a
nuestras fronteras, amenazadas por los enemigos de la independencia; al menos
éste fue el sentimiento general, más o menos modificado, de los revolucionarios
de Arequito; si sus votos se vieron después frustrados, fue efecto de las
circunstancias, y más que todo, de Bustos, que sólo tenía en vista el gobierno
de Córdoba, del que se apoderó para estacionarse definitivamente”.
José María Paz |
El
asunto es claro y pone sobre la mesa los verdaderos móviles que impulsaron a
los rebeldes a interrumpir su marcha a Buenos Aires, desobedeciendo las órdenes
del Directorio. Paz es concluyente: no fue
contra Fernández de la Cruz, ni tampoco por diferencias ideológicoas. La
intención fue apartar al Ejército Auxiliar de los conflictos internos, sin tomar
partido a favor de los federales y regresar a la frontera para continuar la
lucha contra el enemigo exterior.
Vicente
Fidel López llega a conclusiones bastante acertadas, aunque equivoca fechas y
formula juicios sin fundamento. Dice al respecto:
“Había
llegado todo el Ejército a la Posta de Arequito, y pocas marchas le faltaban
para entrar en la provincia de Buenos Aires y hacer una conversión de su frente
y quedar a vanguardia de las fuerzas que mandaba el Supremo Director Rondeau,
cuando en la noche del 10 de enero, los coroneles Bustos y Paz se pusieron a la
cabeza de sus cuerpos, se apoderaron de los bagajes, de las carretas, del
parque, de los bueyes, y arrastraron algunos otros cuerpos a pronunciarse con
ellos contra sus jefes. La mitad del
Ejército rehusó adherirse, y al amanecer pretendió seguir marchando a su
destino; pero sin víveres, sin parque y sin medios de movilidad, tuvo que
capitular y entregarse a los amotinados.
Estos rehusaron toda connivencia con los montoneros del Litoral. Carrera vino a proponerles un vasto plan de
combinaciones; pero lo expulsaron y retrogradaron a Córdoba; donde Bustos burló
las ambiciones de Paz; lo echó de Córdoba, solo y desairado a Santiago; de
hecho se proclamó gobernador de Córdoba; se puso en relación con San Martín y
O’Higgins para impedir que Carrera pudiese invadir Chile, y aseguró su asiento
en la parte del ejército que había acantonado en la ciudad, haciendo un
gobierno autocrático y personal, pero manso y bonachón en sus procederes, salvo
algunos puntapiés o empujones que era su manera habitual de corregir a los que
lo incomodaban, aunque fuesen sacerdotes.
Así quedó desligado de Buenos Aires y de todo vínculo nacional, pero
desligado también de los litorales y de las otras provincias por lo pronto”.
La
fecha es errónea, y también la investidura de Paz, que entonces era el comandante
de un escuadrón de caballería, a la altura de Bustos que unos meses antes había
sido ascendido a Coronel Mayor.
Ignacio
Garzón se refirió al Motín de Arequito marginalmente, sin asignarle la
importancia que realmente tuvo en el proceso que se abrió en el país a partir
de entonces.
“El
7 de enero de 1810 –expresa Garzón- se produjo, como es sabido, el movimiento
disolvente de Arequito, sobre el Carcarañá.
El gobernador Castro renunció el 19, reasumiendo el Cabildo la plenitud
de la autoridad pública, por excusación del alcalde don Carlos del Signo para
ejercer interinamente el cargo de gobernador.
Ese mismo día el Cabildo convocó al pueblo para que eligiera
provisoriamente el reemplazante del doctor Castro. El acto tuvo lugar, resultando nombrado don
José Javier Díaz. Al finalizar el mes
entró en la ciudad el ejército al mando de Bustos, a quien había sustituido en
la jefatura del Estado Mayor el coronel don Alejandro Heredia. El pueblo lo recibió con aclamaciones; las
damas organizaron coros que cantaron himnos y llevaron flores a Bustos”.
Lamadrid,
que como Paz fue protagonista de los sucesos actuando en el grupo que
permaneció leal a Fernández de la Cruz, coincidió de un modo general con aquél
en las causas que originaron el Motín, explicando:
“Llegamos
en este orden, con el ejército, a la posta de Arequito, caída la tarde, el 7 de
enero del año 20 con porción de fuerzas santafecinas en circunferencia del
ejército y disparándonos algunos tiros a la columna, las cortas partidas que se
aproximaban, fiadas en sus buenos caballos; cuando acampado el ejército sobre
la costa del río Tercero o Carcarañá, ordena el general Bustos que el servicio
de caballería se hiciese desde aquella noche por escuadrones, designándome el
lugar en que debía yo colocar el 1º, que lo componían todos mis húsares, y lo
mandaba el capitán José o Mariano Mendieta, tarijeño; por la razón ya expresada
de haber reducido a uno la tropa de que se componían los dos y formar el 2º con
los doscientos infantes que me había dado el general Belgrano”.
Siguiendo
su relato, Lamadrid, agrega:
“Conferencian
un rato y vuelve nuestro general (Fernández de la Cruz) y llamando a todos sus
jefes a junta nos dice haber acordado entregar el mando de todo el ejército al
coronel mayor Bustos, para que respondiese dicho jefe a la nación por él, pues
decía Bustos que el objeto de la revolución era sólo el de atender a guardar
las provincias contra el ejército español, y dejar de hacernos la guerra unos
contra otros; que respecto a los jefes y oficiales de nuestra fuerza, habían
acordado que continuarían en sus puestos todos los que gustasen, y los que no,
obtendrían sus pasaportes para donde los pidieran, y se les proporcionaría los
medios de conducirse”.
Ernesto
Palacio, en cambio, en un breve comentario, asigna al Motín de Arequito un
carácter netamente partidista, cuando explica que los sublevados lo hicieron al
grito de “Federación”. El párrafo tiene
el siguiente texto:
José Rondeau |
“El
Director Supremo Rondeau se puso en campaña el 1º de noviembre y ordenó al
ejército del norte que viniera en su auxilio.
Pero al llegar a la Posta de Arequito el 8 de enero de 1820, el grueso
de la tropa se sublevó también bajo la dirección de los coroneles Bustos y
Heredia y el comandante Paz, al grito de, ¡Federación!”.
José
María Rosa explica el suceso en forma parecida a las descripciones anteriores,
llamándonos la atención la poca relevancia que asignó como historiador político
al levantamiento, cuando a partir de él se desató una rebelión general que
cambió el esquema entonces vigente. Este
es el relato de Rosa:
“El
ejército al mando de Cruz se pondrá en marcha desde Pilar a fines de
diciembre. No irá lejos. El 5 de enero (1820) se subleva en la posta
de Arequito por presión del general Bustos y comandantes Heredia y Paz que no
quieren tomar parte en la guerra civil y desean reservar al ejército para la
guerra de la independencia. Convienen
los sublevados con Cruz que podrían ir con él quienes fuesen de su
parecer. Cruz se encuentra solo; y solo
llega a Buenos Aires”.
En
la madrugada del 8 de enero, los amotinados se presentaron en número de 1.600
hombres a las órdenes del general Bustos, formados en línea de batalla frente a
las fuerzas que habían permanecido leales a Fernández de la Cruz, que no
sobrepasaban las 1.400 plazas. Muy
cerca, partidas de montoneros y gauchos alzados observaban lo que estaba
ocurriendo sin tomar parte en el desarrollo de los acontecimientos, pero
perfectamente conscientes en que algo importante debía resolverse en el curso
de las próximas horas.
En
la reunión que convocó el Comandante en Jefe, para recoger opiniones sobre la
conducta a seguir, de la cual participaron los coroneles Ramírez (de la
Artillería), Aparicio (del Regimiento Nº 3 de Infantería), Lamadrid de los
Húsares y posiblemente algunos otros jefes y oficiales, salvo el último que
propuso atacar a los amotinados, los restantes aconsejaron continuar la marcha
hacia la Capital con las unidades disponibles, permitiendo a Bustos retirarse
con los sublevados.
Así
se hizo, privando la cordura y evitando derramamientos de sangre, que, de no
ceder una de las partes, con seguridad se hubieran producido. Bustos y Fernández de la Cruz, como
consecuencia de esta decisión, separaron sus fuerzas, pidiendo el primero que,
a cambio de la libertad de los detenidos la noche anterior, se le entregara la
mitad del parque de artillería y de las 60 carretas que con vestuario y equipos
hacía unos días se incorporaron al Ejército en Fraile Muerto.
Alejandro Heredia |
Alrededor
de las 2 de la tare del día 8, las unidades leales a Fernández de la Cruz
reanudaron la marcha, llevándose la totalidad de las carretas, es decir,
dejando de cumplir lo convenido. Al
comprobar la maniobra, Bustos destacó de inmediato al coronel Heredia con 500
jinetes para que se le entregaran los pertrechos acordados. Pero cuando Heredia alcanzaba la retaguardia
de la columna, cerca de la Posta de los Desmochados, comprobó que partidas de
montoneros “picaban” sobre los soldados, complicando aún más su situación. Fue entonces cuando Fernández de la Cruz ofreció
entregar al general Bustos todas las fuerzas que lo habían seguido, cosa que de
inmediato éste aceptó, haciéndose reconocer como nuevo Comandante en Jefe y
designando en su reemplazo en calidad de Jefe del estado Mayor al coronel
Alejandro Heredia.
El
irlandés Mr. Yates, compañero de correrías del general Carrera por tierras del
Plata, decía en su “Diario” publicado en Londres en 1824 por mediación de María
Graham:
“En
este estado el coronel mayor don Juan Bautista Bustos, segundo en el mando, se puso
al frente de la revolución y se declaró por el ejército federal, exigiendo de
Carrera y de Ramírez que se le cediese el gobierno de Córdoba protestando su
mayor veneración y amistad a sus nuevos aliados y su disposición a auxiliarlos
a llevar a cabo sus miras”.
El
9 de enero, tras haber recibido el armamento de los últimos soldados que se
mantuvieron fieles a Fernández de la Cruz, Bustos dispuso continuar la marcha,
pero en lugar de hacerlo hacia Buenos Aires ordenó que la columna regresara a
la provincia de Córdoba.
Con
relación a la conducta asumida por Bustos en esta situación y su posterior promoción a gobernador de la
“docta”, es bueno transcribir la opinión de Martín G. Figueroa Güemes, un granconocedor
de la trayectoria de su antepasado el general Güemes, quien dice:
“Y
esta genial desobediencia no fue otra cosa que una oportuna imitación de la
conducta de José de San Martín cuando se negó a regresar con el ejército de los
Andes para afianzar el centralismo absolutista a costa de la independencia
americana.
“A
raíz del levantamiento de Arequito, que sustrajo al ejército del Norte de su
inminente destrucción en los campos del litoral, que habían devorado ya fuerzas
superiores en hombres y armamentos, le imputaron a Bustos el ánimo de
encastillarse en Córdoba para cuidar a la manera de un señor feudal de sus
propios intereses… El lector a través de
la documentación que hemos recibido, juzgará por sí mismo tan canallesca
imputación.
“La
sublevación de Arequito contó con el conocimiento y consentimiento de Güemes,
jefe de las fuerzas norteñas en reemplazo de Belgrano, por la alta finalidad
perseguida por sus gestores.
“Bustos,
a quien correspondió el mando de los sublevados, no por arbitrario designio,
sino por su mayor grado militar; José María Paz, Alejandro Heredia y Felipe
Ibarra, que lo secundaron con igual responsabilidad en la decisión, arrastrando
tras sí la voluntad de la mayor y mejor parte de sus subordinados, consumando
el feliz motín en forma incruenta y ordenada.
Los cuatro hombres señalados, eran garantía de sensatez, de pundonor, de
aptitud y de temeridad; Bustos, militar ilustrado y sereno, como lo demostraría
hasta la saciedad en el período de su gobierno en Córdoba. Paz estudiante universitario de talento
indiscutido que cambió la toga por la espada al iniciarse las hostilidades
contra España; Heredia, doctor en filosofía y derecho, orador y poeta de fuste;
e Ibarra, ex interno del convictorio de Monserrat…: Tales los bárbaros que
consumaron el incruento y feliz levantamiento del ejército de Belgrano
destinado por el desatino del “ilustre Rondeau” a sucumbir en entreveros
fratricidas”.
Fuentes:
Autores citados, Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado, Revisionistas
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