Nació en Buenos Aires en 1817, siendo hijo del almirante Guillermo
Brown y de Elyza Chitty. Al Almirante se le encargó organizar una
fuerza corsaria “al Mar del Sur”. Esta se integró con las naves
“Hércules”, “Santísima Trinidad”, “Halcón” y “Constitución”, al mando de
los capitanes Miguel Brown, Walter D. Chitty, Hipólito Bouchard y
Oliverio Russell respectivamente. Sin embargo, antes de que zarpara, el
Director Supremo ordenó a Brown permanecer en Buenos Aires, en su cargo
en la Comandancia General de Marina y resignar el mando de la
expedición.
Eduardo Brown |
Muy distinta fue la apreciación del irlandés respecto a lo que era
más importante para los intereses de la Nación y al igual que San Martín
en su oportunidad, desobedeció la contraorden y zarpó con la “Hércules”
y la “Santísima Trinidad” el 15 de octubre de 1815. Ante la ausencia
del Almirante y acosada por el gobierno del Directorio, Elyza trató de
subsistir dignamente y requirió, al agotársele los medios, el pasaporte
para viajar a Inglaterra, lo que le fue negado.
Buscó el amparo del comodoro británico en el Plata y nocturna y
ocultamente embarcó a bordo del HMS “Anphion” y pasó de allí a un
mercante inglés que la llevó -junto con sus cuatro hijos- a Londres.
Brown se reunió con su familia en Londres el 15 de junio de 1817.
Al ser innecesaria su presencia en Inglaterra, regresó Brown a Buenos
Aires, donde arribó el 23 de octubre de 1818. Detenido de inmediato y
preso en el Cuartel de Aguerridos situado en las proximidades de Retiro,
fue puesto ante una corte marcial por insubordinación y el fiscal,
teniente coronel de Marina Matías de Aldao pidió la pena de muerte,
conforme a los reglamentos.
No alcanzó la defensa del coronel Don Mariano Benito Rolón y el
tribunal militar falló en su contra, condenándolo a la última pena. El
asesor y Auditor General del Estado, Dr. Juan José Paso, aconsejó no se
diera el “cúmplase” a la sentencia, por “no ser un cargo depurado y
líquido el de la acusación y en atención a los servicios prestados a la
Patria por el acusado”.
Accedió el Director Supremo, general José Rondeau, y sin expedirse
sobre la inocencia o no de Brown, resolvió por decreto del 17 de
setiembre de 1819 sobreseer la causa, aplicando “Cédula de retiro
absoluto del servicio en favor del coronel de Ejército Don Guillermo
Brown, con sólo goce de fuero y uniforme”.
Almirante Guillermo Brown |
Brown quedó en libertad de inmediato, sin haberes, embargada su única propiedad en Buenos Aires: la casa quinta de Barracas.
El 7 de diciembre de 1822 regresaron a Buenos Aires Eliza Chitty y
sus cuatro hijos (Elisa, Guillermo, Martina y Eduardo), en el bergantín
Hutton al mando de Miguel Brown, hermano del almirante. Con la reunión
familiar comenzó otra etapa en la vida de la familia Brown
Sin lugar a dudas estos hechos marcaron la niñez de Eduardo Brown.
Pero aún habría otro suceso que quedaría por siempre grabado en su
memoria: en 1830 parte con su madre y su hermana Martina a Londres,
naufragando el barco que los transportaba. Afortunadamente pudieron
llegar sanos y salvos a la costa brasileña.
Con vocación por el mar actuó durante la época de Juan Manuel de
Rosas. En 1840, al hacer la paz con los franceses, el coronel Antonio
Toll y Bernadet propuso al gobierno, que Brown fuese nombrado teniente
de marina, acordándosele el grado con el mando del bergantín-goleta de
guerra “Vigilante”. En 1841, revistaba como comandante del bergantín
“Republicano”, y el 16 de diciembre se encontró en la captura de la
barca “Cagancha” frente al Banco Inglés.
Su padre lo propuso al gobierno en 1842, para reemplazar en el mando
de la goleta “9 de Julio” al sargento mayor Guillermo Bathurst. Poco
después, cumpliendo órdenes del Almirante interceptó un sloop que había
salido de Montevideo llevando armas para Colonia, pero temiendo por su
suerte Brown zarpó en su buque insignia y la encontró efectuando una
buena vigilancia.
Sostuvo el combate de Costa Brava, y en 1843, tuvo lugar el incidente
contra el buque de guerra francés “Arethuse” en la que dos lanchas
riveristas fueron perseguidas por la “9 de Julio”. Una de ellas se vio
obligada a refugiarse en una caleta al costado de la “Arethuse”,
mientras el Almirante hizo abordar la ballenera enemiga por su hijo. El
oficial francés de la lancha izó su pabellón en la ballenera riverista,
pero la retiró cuando atracó el bote de las que la rodeaban. La
llegada de las lanchas del “Belgrano” y del “San Martín”, mandada la
primera por el teniente Alzogaray decidió la cuestión, pues todos fueron
a la “9 de Julio” donde el oficial francés debió dar una explicación al
Almirante, y después de una gran discusión, la reunión terminó
amigablemente. Más tarde, algunas maniobras que realizó el “Arethuse”
sirvió para poner en guardia a los buques de la escuadra, sosteniendo el
Almirante otra disputa con los marinos extranjeros, hasta que Brown se
quedó con la ballenera.
Continuó al frente de su goleta “9 de Julio” en 1843 y 1844, en que
pasó al mando de la “Chacabuco”, carenada en la Ensenada. Las
relaciones oficiales de padre e hijo en la profesión no torcieron la
conducta del almirante: fue Eduardo un subordinado más, en las
exigencias del servicio a bordo. Castigado por un incidente provocado
frente a Montevideo por un buque de guerra norteamericano, sufrió
Eduardo la prisión correspondiente y cumplida la pena impuesta por el
Restaurador, regresó a bordo y se mantuvo en el servicio hasta su
temprana muerte
En el combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845,
tuvo una actuación distinguida mandando la batería “General Brown”.
Durante el Sitio de 1853, combatió a las órdenes del teniente coronel
Nicasio Biedma “con valor y patriotismo”, según el parte.
Combate de Vuelta de Obligado |
Falleció en Buenos Aires, el 31 de diciembre de 1856. En 1847
contrajo enlace con Margarita Fitton, hija de un antiguo subordinado de
su padre. La muerte de Eduardo Brown dejó a su joven viuda sin hijos y
en digna pobreza. Negada en principio la pensión militar, le acordó el
almirante Guillermo Brown, en carta plena de amor filial, una suma
mensual de su bolsillo, aporte que continuó su hija Martina, a la muerte
de su padre.
El fallecimiento de su hijo golpeó duramente al Almirante. Su hijo
menor, subordinado directo en su última campaña, su confidente durante
las inexplicables y largas jornadas de la intromisión extranjera en el
Plata, su apoyo en los días del bloqueo a Montevideo, su continuador en
la Armada, era su esperanza en esos momentos finales, como lo era su
hija Martina en la administración de su correspondencia y documentos.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).
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