La Batalla de Paraguarí
fue un combate ocurrido en las cercanías de Paraguarí (Paraguay) entre fuerzas
revolucionarias, al mando de Manuel Belgrano, miembro de la Primera Junta
argentina de Gobierno, y las tropas paraguayas del general Bernardo de Velasco,
gobernador intendente de la Intendencia del Paraguay.
Primera Junta de Gobierno de Bs. As. |
Al estallar la Revolución
de Mayo en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, el
gobierno surgido de la misma, la llamada Primera Junta, invitó a las demás
ciudades y provincias a unirse a la Revolución. La invitación, en
realidad, no dejaba margen para la negativa, y todo gesto en el sentido de
conservar los gobiernos anteriores a la Revolución fue interpretado como
hostil.
Las principales amenazas
provenían de Córdoba, el Alto Perú, Montevideo y Asunción. Las dos primeras
fueron vencidas con relativa facilidad, pero Montevideo se mantendría firme en
su oposición durante cuatro años.
Bernardo de Velasco, retrato de Guillermo Da Re |
El gobernador paraguayo, Bernardo
de Velasco, se negó a reconocer la autoridad de la Junta, y fue apoyado por el
cabildo de Asunción. En respuesta, la Junta envió una pequeña expedición
militar, al mando de uno de sus miembros, Manuel Belgrano, para unir a Paraguay
al territorio gobernado por ella, por medio de negociaciones, o por la fuerza.
La expedición fue aumentada a su paso por Santa Fe, pero su invitación a
reconocer la autoridad de la Junta fue rechazada.
Belgrano logró ingresar a
territorio paraguayo, venciendo una pequeña resistencia en la batalla de
Campichuelo, y no volvió a enfrentar oposición alguna hasta llegar muy cerca de
la capital. Esto convenció a Belgrano de que le resultaría fácil llegar a
Asunción y someter la provincia a la obediencia.
No obstante, el mismo
Belgrano notó que no era apoyado en su avance, ya que no incorporó un solo
voluntario. Al contrario, las milicias y los civiles retrocedían a unirse al
ejército que Velasco reunió en las márgenes del río Yuquerí.
Paraguarí, a 14 leguas de
Asunción, era un punto estratégico, porque cerraba la entrada de los valles
cercanos. Su costado derecho estaba resguardado por un tributario del río
Paraguay, el Caañabé, y su costado izquierdo por una cadena de pantanos
prácticamente imposibles de vadear.
Aquí se instalaba el
ejército de Velasco, integrado por 7.000 hombres. Las avanzadas estaban
protegidas por 16 piezas de artillería fortificadas, 800 infantes y dos
divisiones de caballería bajo el mando directo de Velasco. El grueso de las
tropas paraguayas, en dos cuerpos, ocupaba los pasos del Caañabé.
Fatalmente, Belgrano tendría
que encontrarse con este ejército, ya que Paraguarí obstaculizaba su camino
hasta Asunción. Por otra parte, la emigración masiva de los paraguayos de los
puntos por los cuales avanzaba el general porteño hacá más compleja su marcha.
Casi todo el ganado había sido retirado de los campos para dificultar las operaciones
de Belgrano, que comenzó la marcha hacia su objetivo el 25 de Diciembre. El 7
de Enero de 1811 llegó a Tebicuarí, donde se repite la desolada escena de una
total ausencia de pobladores. Pero antes de atravesar este punto se produjo un
breve encuentro con un destacamento paraguayo, que abandona algunas armas y dos
prisioneros: un criollo y un español. El español, por su condición de tal y por
estar armado, cae bajo la condena que ha dictado la Junta de Buenos Aires
contra los peninsulares, y en el acto es fusilado.
Mientras Belgrano se
acercaba a Paraguarí, sus fuerzas eran vigiladas por los paraguayos desde la
altura de los montes. En la tarde del 15 de Enero, en el arroyo de Ibáñez – a
dos leguas de Paraguarí – los patriotas avistan una avanzada enemiga que
emprende veloz retirada. Este y otros detalles hacen apresurar la marcha del
general porteño que, una vez cruzado el Ibáñez, se adelanta con su escolta y su
estado mayor hasta el cerro Mbaé (fantasma, en guaraní, aunque los realistas lo
conocían como Cerro del Rombado). Desde lo alto del Mbaé, pudo ver de pronto
Belgrano, con auxilio de sus anteojos, al ejército rival que lo esperaba en
formación de combate. Sus oficiales no adviertieron nada, pues el rostro del
general permanecía impasible. Cerró sus anteojos y ordenó en tono reposado:
-Acamparemos
en la margen izquierda del Ibáñez.
Así
se hace, y a la noche Belgrano se retira a su tienda, donde conversa con Mila
de la Roca, a quien le confía lo que ha visto esa tarde.
-
Es menester convenir en que los enemigos son como moscas – reconoce Belgrano –
pero en la posición en que nos encontramos hallo que sería cometer un grande
error emprender ninguna marcha retrógrada.
-Sin
embargo, las fuerzas son muy desparejas – observa Mila de la Roca -. Además,
estando tan lejos de nuestra base de operaciones, en caso de haber un contraste
las consecuencias pueden ser catastróficas.
Belgrano
mira fijamente a su amigo, y concluye serenamente:
-
Más le digo a usted, y es que para nosotros no hay retirada, sin que primero
tratemos de imponernos atacándolos, si es que ellos no nos atacan antes. Esos
que hemos visto esta tarde no son en su mayor parte sino bultos; los más no han
oído aún el silbido de una bala, y así es que yo cuento mucho con la fuerza
moral que está a nuestro favor. Tengo mi resolución tomada, y sólo aguardo que
llegue la división que ha quedado a retaguardia, para emprender el ataque.
Durante la noche del 15 de
enero, Belgrano envió una vanguardia de 200 hombres y 2 piezas de artillería
para sorprender a los paraguayos, pero el ataque no se realizó. A la mañana
siguiente, el general argentino se instaló en un cerro, desde donde observaba
el campamento paraguayo. A pesar de que la fuerza enemiga, como mínimo,
superaba las suyas en una relación de diez a uno, decidió atacar sin agotar las
posibilidades de negociar.
En efecto, aunque Belgrano
había enviado varias proclamas a los paraguayos, invitándolos a pronunciarse
por la revolución, Velasco prohibió guardar los panfletos enviados, y la orden
fue cumplida. Belgrano consideraba que, de triunfar, tendría abierta la entrada
a Asunción. Y si era derrotado, al menos estaba suficientemente adentro de
territorio enemigo como para evitar ser completamente expulsado. Por otro lado,
es posible que él y sus oficiales despreciaran la capacidad combativa de los
paraguayos y sobreestimara la posibilidad de contagiar su entusiasmo patriótico.
Tras ordenar que se
oficiara misa entre sus tropas, a las 3 de la mañana del 19 de enero ordenó el
avance de sus dos divisiones, en total 460 soldados al mando de José Machain;
una hora más tarde, el combate se había generalizado. El ataque tomó por
sorpresa a los paraguayos, obligándolos a abandonar sus posiciones iniciales.
El propio gobernador Velasco huyó en dirección a Asunción. Pero la caballería,
comandada por Manuel Cabañas se retiró sin combatir y se desplegó en los
costados del ejército atacante.
“Que
el ataque del Paraguay se dispuso formando dos columnas: la 1° compuesta de los
escuadrones de Fernando VII, las compañías de los Regimientos 1° y 2° de
Patricios, la de Pardos y caballería de la Patria, con dos piezas de á 2, bajo
el mando del mayor general; y la 2° bajo el del declarante, compuesta de su
compañía, la del Regimiento 3, la de Blandengues de Santa Fe montados, y dos
piezas de á 4, cuya fuerza iba toda sujeta á la voz del mayor general, y entre
ambas divisiones serían como 440 y tantos hombres”.
(Declaración de Gregorio Perdriel
en el juicio a Belgrano)
Los hasta entonces
vencedores se entretuvieron en saquear los víveres del ejército paraguayo, por
lo que sólo la mitad de la fuerza siguió combatiendo, mientras los defensores
se rehacían. Para empeorar las cosas, cuando Belgrano envió la reserva (unos
120 hombres) en apoyo de Machain, sus hombres creyeron que eran enemigos, y el
coronel ordenó la retirada. La avanzada enviada sobre la capilla de Paraguarí
fue abandonada por Machain en su retroceso e íntegramente tomada prisionera.
Luego, ya serenados los
ánimos, se reúnen las informaciones, y entonces se advierte lo que ha ocurrido.
El mismo Velasco lo relata:
“A
pesar de la sorpresa que debió causar en nuestro ejército este movimiento
inesperado de los enemigos, se les contestó con viveza y valor por la
infantería y artillería de dicha división; sostuvo media hora el fuego, y ella
hubiese derrotado a los insurgentes, si la primera impresión de la sorpresa no
hubiera dispersarlo la mayor parte de las tropas de que se componía.”
Velasco en la Batalla de Paraguarí |
Los paraguayos vuelven
pronto de su sorpresa y en dos alas rodean a la división patriota, abrumándola
con el fuego de once piezas de artillería. Durante tres horas el fuego continúa
cruzándose mientras otro cuerpo de patriotas, creyendo ganada la batalla,
insiste en el pillaje.
Los soldados, sometidos a
intenso fuego por el enemigo, quedan de pronto sin proyectiles. Belgrano, a dos
millas de allí, les envía una pieza de artillería y un carro con municiones,
protegidos por un destacamento de caballería. El grupo se acerca velozmente,
pero los patriotas lo confunden con el enemigo:
“¡Nos cortan!”, es el
grito que se extiende por la filas criollas.
Desde lo alto del cerro,
Belgrano advierte la confusión. Monta a caballo, y a todo galope desciende para
contener la retirada. Pero todo es inútil. El desaliento ha minado a los
oficiales. 120 prisioneros, 10 muertos y 15 heridos – éstos, salvados a
hombros- es el saldo del encuentro por parte de los patriotas, mientras que los
realistas registran 30 muertos y 16 prisioneros.
Se ordena entonces tocar
la retirada, y los 12 hombres que han avanzado hasta la Iglesia, queda
abandonados.
La batalla de Paraguari no
fue una victoria definitiva para los realistas paraguayos. Belgrano todavía
tenía su ejército. Pero el gobierno colonial había sido salvado, y la provincia
no pudo ser obligada a someterse al gobierno porteño. Semanas más tarde,
Belgrano sería definitivamente derrotado en la batalla de Tacuarí y expulsado
del Paraguay.
Cuando, meses después, el
Paraguay declarara su independencia de España, dejaría en claro que tampoco
estaba dispuesto a someterse a Buenos Aires. Y cuando los sucesivos gobiernos
de Buenos Aires se mostraran claramente proclives a negar a las demás
provincias la igualdad de derechos, el Paraguay afirmaría esa tendencia en una
independencia definitiva.
fuente:
Rosa, José María, Historia Argentina (Tomo II) , Ed.
Oriente, Bs. As. 1982
Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Ed.
Aguilar, Bs. As., 2005.
Garay, Blas, La Revolución de la Independencia del Paraguay, Est. tip. de la viuda é hijos de Tello, 1897
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