Cuando tuvo lugar la batalla de Vuelta de Obligado (20 de
noviembre de 1845), en el mundo entero se barajaba una idea generalizada que
quedaba demostrada en hechos bien concretos: los centros de poder mundial
iniciaban una nueva etapa para colonizar a aquellos países que querían ser
prósperos, libres y fuertes. Como motores de esa etapa colonial, sobresalían
los roles de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. De los dos primeros países,
sabido es que se coaligaron y atacaron violenta y ardorosamente a las fuerzas
patriotas de la Confederación Argentina en aquel conflicto desgraciadamente
olvidado: la Guerra del Paraná, que se inició en noviembre de 1845 y finalizó a
principios de junio de 1846 tras la batalla de Angostura del Quebracho.
Unos años antes, y siempre dentro de esta coyuntura de
avanzada imperial a nivel global, Inglaterra emprende la Primera Guerra del
Opio contra China (1839-1842), donde los británicos forzaron a los orientales
para que comercialicen dicha droga con las reglas económicas y de mercado por
ellos impuestas. Ganar el mercado chino era sumamente importante, y lo lograron
a cañonazos limpios como buenos “civilizados”.
A finales de 1844, tienen lugar en Estados Unidos las
elecciones presidenciales que dieron como ganador al demócrata James Polk, cuyo
nombre era sinónimo de expansionismo territorial. Tal es así, que en su
plataforma política incluyó, como si nada, la anexión territorial como método a
implementar una vez en el poder. Esto significaba entrar a una guerra segura,
lo que ocurrió el 11 de mayo de 1845 cuando Estados Unidos se la declaró a
México. Desde entonces, los actuales estados de Texas, California, Nevada,
Utah, Colorado, Arizona, Nueva México y Oklahoma pasaron a ser parte del
territorio estadounidense.
Entonces, si tenemos en cuenta que en unos pocos años el
mundo vivió convulsionado y lleno de invasiones imperiales, lo que se avecinaba
en las costas argentinas del río Paraná no era broma. Toda la Confederación Argentina, dirigida por
don Juan Manuel de Rosas, comprendió que en Obligado, Angostura del Quebracho,
Paso del Tonelero, San Lorenzo y Acevedo se jugaba su destino como nación. O el
despedazamiento y la ocupación se quedaban para siempre, o los hijos más
lúcidos y guerreros de la patria salían al ruedo a parar las embestidas de los
países más poderosos del planeta Tierra.
Prevaleció esta última opción, gracias a Dios, sea poniendo tropas,
recursos materiales o adhiriendo con proclamas y notas, como hizo el gobernador
de Santiago del Estero, brigadier general Juan Felipe Ibarra.
El santiagueño Ibarra contra la agresión anglo-francesa
Algunos revisionistas dan a entender que, el de Juan Felipe
Ibarra, fue un gobierno que se limitó a resolver y a inmiscuirse en temas
solamente concernientes a la provincia de Santiago del Estero; que el suyo fue
un gobierno relativamente “tranquilo” y que el caudillo federal murió
pacíficamente en 1851.
Sin embargo, la actitud que Ibarra tomó antes de que se
desencadenaran los hechos de guerra de Obligado, dista mucho de tan liviana
apreciación. La provincia de Santiago del Estero, si bien en la geografía
parecía estar aislada y desentendida de los problemas que sucedían en el resto
del país, se conmovió por el clima bélico que se respiraba unos meses antes del
20 de noviembre de 1845. Por eso, en
carta al Restaurador de las Leyes del día 27 de septiembre de 1845, escribió:
“La escandalosa intervención que se han arrogado los Agentes
Anglo-Franceses en la cuestión que se ventila por los Gobiernos de la
Confederación Argentina y de la República Oriental del Uruguay, contra un grupo
de anarquistas que audazmente atentó contra la independencia del primero y la
legalidad del segundo, apoyados por brazos extranjeros, es un hecho que ha
escandalizado al mundo; que ha conculcado los principios establecidos por el
derecho común de las naciones; que ha empañado el lustre de los gobiernos cuyo
nombre se invoca, y que en fin, ha excitado toda la susceptibilidad del pueblo
Argentino, celoso defensor de su independencia y de todos los amigos de la
Libertad Americana”.
Y en otro párrafo, Ibarra expresaba a Rosas que “la
Provincia de Santiago del Estero, que juró morir y vivir independiente, hoy a
vista de aquel hecho escandaloso ha reproducido sus juramentos; y su gobierno,
fiel órgano del sentimiento popular que preside, se dirige a S. E. el Señor
Gobernador de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores de la
Confederación Argentina y Jefe Supremo de los Ejércitos de la República, para
manifestarle con la más decidida expresión que espera las órdenes de V. E. para
marchar con todos sus recursos al campo del honor y tomar parte con los demás
pueblos Confederados, en la defensa de los augustos fueros de la nacionalidad
argentina”. Como puede apreciarse, en
esta parte de la carta Ibarra le ofrece a Juan Manuel de Rosas hasta milicias
de su provincia para defender la soberanía nacional, ante la inminencia de un
ataque anglo-francés.
Para el caudillo santiagueño, dejar actuar a los ingleses y
franceses en nuestras tierras equivalía a “merecer la ignominia del esclavo”,
pero eso no habría de ocurrir en la patria federal y mucho menos con los
paisanos de Santiago del Estero, quienes blandían incólumes principios
soberanos.
La proclama de Ibarra
El 12 de diciembre de 1845, apenas unas semanas luego de
llevada a cabo la batalla de Vuelta de Obligado, Juan Felipe Ibarra lanza una
vibrante proclama, llena de profundos conceptos patrióticos y
americanistas. Vale la pena
transcribirla de forma completa:
“Dos potencias Europeas que bajo el disfraz de la amistad
habían ocultado el nefando designio de señorearse sobre nuestro suelo,
pretextan sin pudor una alianza ignominiosa con los salvajes unitarios, para
desplegar contra nosotros sus execrables planes de conquista. El precio de
nuestra independencia nacional es la sangre de millares de víctimas que desde
el campo del honor, adonde reposan sus cenizas, nos recuerdan nuestros deberes y
nuestros juramentos. ¿Habrá Argentino que oiga indiferente esos ecos sagrados?
“Para recuperar los derechos de la naturaleza rompisteis los
vínculos que os ligaban al tirano de la España, y mirando en menos las fuertes
simpatías que nos unían a los que profesaban nuestro idioma y nuestra religión,
todo lo sacrificasteis, hasta las más íntimas relaciones de sangre por ser
independientes. ¿Cuál es entonces hoy vuestro deber, cuál será vuestro denuedo
y vuestra decisión cuando os amaga una esclavitud mil veces más ignominiosa
como que tiene por único título la fuerza, por único objeto la dominación, por
único fin apoderarse de las riquezas con que el Dios del Universo ha favorecido
a los hijos de la joven América?
“He ceñido ya la espada que empuñó mi brazo en la guerra
gloriosa de la Independencia. A vuestro frente marcharé, adonde quiera que nos
llame la voz del Ínclito Argentino que preside los negocios nacionales de la
Confederación. ¡Estad prontos santiagueños! Independencia y Federación es vuestra
divisa…”.
Esta muestra de apoyo a la soberanía nacional, mereció el
elogio por parte de “La Gaceta Mercantil” de Buenos Aires, el 13 de enero de
1846, pues se refiere el matutino a una “Proclama patriótica y enérgica que ha
dirigido el Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Santiago,
Ilustre Brigadier Don Felipe Ibarra a los valientes santiagueños con motivo de
la escandalosa intervención Anglo-Francesa contra las Repúblicas del Plata”.
También se menciona que el caudillo provincial “se ha puesto al frente de las
fuerzas de esa benemérita Provincia, decidido a sostener el honor e
independencia nacional y el pacto federal de la República”.
En un intercambio epistolar, y con fecha 4 de marzo de 1846,
Juan Manuel de Rosas le escribe a Ibarra que “admite complacido la importante
cooperación que V. E. le ofrece y tiene la satisfacción de contar con ella para
sostener y cumplir dignamente, el santo juramento de la independencia y honor
nacional y la fidelidad a los principios americanos, tan cruelmente atacados
por la tiranía y sangrienta intervención Británica y Francesa”. Aquí también se nota el sentido americanista
del Restaurador de las Leyes, pues reconoce que es la paz y la soberanía lo que
buscan todos los países del continente, y que al ser atacado uno de ellos, las
demás naciones se sienten contrariadas.
Recuérdese, además, que la Guerra del Paraná, para el 4 de marzo de
1846, todavía estaba en pleno desarrollo.
Deberán transcurrir exactamente 3 meses más para su finalización, por lo
tanto, durante el desarrollo de dicho conflicto Ibarra estuvo siempre dispuesto
a poner tropas de Santiago del Estero para la defensa de la patria. Todo un ejemplo
para aferrarse a la idea de que la Guerra del Paraná, y en especial la batalla
de Vuelta de Obligado, fue, sin lugar a dudas, una guerra de toda la patria que
luchaba por su supervivencia.
Autor: Gabriel O. Turone
(Revisionistas.com.ar)