"Debemos jurar en
presencia de Dios y a la vista de nuestra Patria amenazada, morir mil veces
luchando contra extranjeros y traidores, sin mirar el número, antes de
consentir que la libertad del pueblo oriental y su independencia sean
pisoteadas". Declaratoria en los festejos del Día de la Independencia en
la ciudad de Paysandú, 25 de agosto de 1864.
Desde que estaba en la
escuela, había sentido nombrar a “La Heroica”, y sabía que era algo relacionado
con el departamento de Paysandú, pero no tenía conocimiento de qué cosa era
realmente. En mi último cumpleaños, en abril, me regalaron el libro No robarás
las botas de los muertos, de Mario Delgado Aparaín, que cuenta cómo se
desarrollaron los hechos que llevaron a que un reducido grupo de hombres, la
mayoría afines al Partido Blanco, decidieran oponerse con todos sus medios a
las fuerzas coloradas de Venancio Flores, que con el apoyo del ejército
imperial brasileño pretendían tomar la ciudad de Paysandú, en lo que
posteriormente sería conocido como “La heroica defensa de Paysandú”. Este grupo
de hombres, la mayoría mal entrenados pero con mucha voluntad y compromiso para
con su patria, fueron comandados por el General Leandro Gómez, fiel defensor de
la independencia y leal servidor del gobierno nacional, aún cuando éste lo
dejara solo en su lucha.
La
Heroica
Para 1839, los conflictos
de intereses entre los patriotas nacionales, los unitarios y federales
argentinos, los imperialistas brasileños, y los remanentes de las influencias
extranjeras en la región, principalmente portugueses, ingleses y españoles,
llevaron a que se desatara una guerra de gran magnitud, que sería conocida como
Guerra Grande. Durante el transcurso de ésta, el general blanco Manuel Oribe se
propuso retornar al gobierno de la República, cargo que que había usufructuado
bajo las condiciones de la Constitución de 1830, desde 1834 y hasta que el
general colorado Fructuoso Rivera impulsara un golpe de estado logrando hacerse
con el gobierno en Montevideo en 1838.
Gral Manuel Oribe |
Así, en 1843 Oribe
emprende una cruzada desde la otra orilla del Río Uruguay con el objetivo de
establecer el sitio de Montevideo. De esta manera, y hasta 1951 cuando
finalizara la Guerra Grande, el país quedaría dividido en dos, con sendos
gobiernos paralelos: por un lado el Gobierno de la Defensa, por parte de los
colorados en Montevideo, y el Gobierno del Cerrito, por parte de los blancos a
pocos kilómetros de la ciudad (cerca de donde hoy se encuentra el barrio
Cerrito de la Victoria). Gracias a la colaboración de los imperialistas
portugueses, los colorados logran obligar a los blancos sitiadores a retirarse,
dando así por finalizada la Guerra Grande.
Luego de la Guerra Grande
siguió un período de relativa calma, en el que incluso un hombre del Partido
Nacional, como Bernardo Berro, logró acceder a la presidencia de la República
en 1860. Sin embargo, la situación social y económica era más que deplorable,
con el campo destrozado y abandonado, enormes deudas para con gobiernos extranjeros
y la situación política extremadamente inestable.
Bernardo Berro |
El 19 de abril de 1863 el
caudillo colorado Venancio Flores, exiliado en Buenos Aires, emprende una
cruzada con el fin de derrocar el gobierno de Berro; mientras sus partidarios
la asimilaron a la cruzada libertadora de 1825 encabezada por Juan Antonio
Lavalleja, sus opositores los consideraban traidores a la patria. Flores gozaba
por entonces del apoyo del presidente argentino Bartolomé Mitre, quien
comandaba al ejército unitario, enemigo de los federales que habían respaldado
a Oribe durante la Guerra Grande. Aún existen discusiones sobre las causas que
llevaron a Flores a buscar el derrocamiento del gobierno blanco de Berro, pero
se destacan como principales razones su propia voluntad de ser presidente de la
República, la oposición de los blancos a que la Iglesia Católica tuviera
influencia en el gobierno (los colorados se habían autoproclamados defensores
de la Iglesia), y la prohibición de recordar a los mártires colorados de
Quinteros. Además, se suele destacar que Berro era aliado de Franciso Solano
López, gobernador del Paraguay, acérrimo enemigo de los unitarios argentinos y
los imperialistas brasileños, aliados de Flores.
Venancio Flores |
Con un contingente de
hombres más bien escaso, pero sabiéndose respaldado por Pedro II de Brasil y
por muchos de los grandes influyentes argentinos (a pesar de que Mitre,
presidente argentino, dio su palabra al gobierno nacional establecido que no
habría de apoyar a los invasores, que de libertadores tenían poco pues eran apoyados
más por extranjeros que por criollos), Flores emprendió su cruzada desde el
Rincón de las Gallinas, en el actual departamento de Río Negro, con el objetivo
de avanzar hacia el sur hasta llegar a la capital y derrocar al gobierno
constitucional. Luego de pasar por algunos pueblos y tomar la ciudad de Salto,
llegó a la ciudad de Paysandú, desde siempre un bastión blanco y pieza
fundamental de la defensa nacionalista. Por su ubicación y significado para la
resistencia, resultaba imperioso para los colorados tomar la ciudad, lo que en
principio no debería constituir un problema ya que estaba habitada
mayoritariamente por familias, con gran número de mujeres y niños, y
relativamente pocos hombres entrenados en cuestiones militares.
Luego de un primer intento
de sitio a principios de 1864, fallido debido a la escasez de hombres y la
amenaza de las fuerzas oficialistas cercanas (también reducidas), el sitio fue
finalmente establecido sobre el final del mismo año, con el apoyo de parte de
la flota naval imperialista portuguesa bajo el mando del Marqués de Tamandaré,
a los servicios de Pedro II, cuyos buques estaban fondeados en las cercanías de
la costa, y una fracción del ejército profesional brasileño. Los defensores de
la ciudad ascendían a poco más de 1000 hombres y algunos jóvenes mayores de 14
años, mal armados y con pocas perspectivas de recibir apoyo en el futuro
inmediato, particularmente luego de que algunos barcos pertenecientes a las
armadas de Francia, Inglaterra y España fueran conminadas por sus respectivos
embajadores a no tomar parte en el conflicto bajo el principio de neutralidad.
Al mando de la defensa se encontraban los coroneles Leando Gómez y Lucas Píriz.
Leandro Gómez |
Una vez establecido el
sitio, Flores envió una carta dirigida el jefe de la defensa:
“El General en Jefe del
Ejercito Libertador. Cuartel general, frente a Paysandú, Diciembre 3 de 1864.
El abajo firmado General en Jefe del Ejercito Libertador pone a V.S. de plazo
para la entrega de la plaza con su guarnición y todos los elementos de guerra
que ella contiene, hasta pasado mañana 5 del corriente, a la hora de salida del
sol. Efectuada la entrega de la plaza los Jefes y Oficiales de esa guarnición
obtendrán sus pasaportes para al paraje que designen, pudiendo permanecer en el
seno de la República los que así lo soliciten. Vencido el plazo fijado, y
procediéndose enseguida al ataque, V.S. pagará con su vida las consecuencias o
desastres que puedan ocasionarse. Para concluir, diré a V.S. que para evitar
que las familias sufran algún daño debe V.S. notificar a la población lo
antedicho, pudiendo disponer de todo el día de mañana las personas que quieran
dejar la ciudad. Dios guarde a V.S. por muchos años. Venancio Flores”
La respuesta de Gómez fue
categórica: “cuando sucumba”. A la carta de Flores siguió otra del Marqués de
Tamandaré, quien indicaba que se aprestaba a bombardear la ciudad y que de no
rendirse aceptaba ser responsable de los daños que dicho bombardeo causaría. La
respuesta de Gómez volvió a ser negativa, añadiendo que, de llevar adelante su
ataque, lo haría impunemente ya que sabía que no contaba con el equipamiento
para defenderse y mucho menos responder. Tras esto, el coronel Gómez se
presentó a caballo y con su mejor uniforme ante los que se aprestaban a
defender la ciudad y exclamó “¿Juráis vencer o morir en la defensa de esta
Plaza?”, recibiendo como respuesta un efusivo “Sí, juramos” de todos los
presentes. Esta escena, así como gran parte de la historia referida al sitio de
Paysandú y su “heroica defensa”, fue relatada por el capitán Hermógenes
Masanti, colaborador cercano del coronel Leandro Gómez, en su Diario de Guerra,
que más tarde sería publicado como libro, y en el cual relata día a día los
eventos ocurridos, con su particular visión desde el punto de los sitiados, a pesar
de todas las carencias y necesidades por las que atravesaba; este mismo libro
fue tomado como base por Delgado Aparaín para construir su novela.
Con el paso de los días la
situación dentro de la ciudad fue haciéndose crítica a medida que las paredes
iban cayendo bajo los ataques externos, el número de hombres muertos y heridos
iba creciendo y las reservas de alimentos y municiones se esfumaban. Los
defensores lograron una tregua para permitir que las mujeres, los niños, los
heridos y los extranjeros pudieran abandonar la ciudad, al tiempo que esperaban
ganar tiempo para que una supuesta ayuda llegara, pudiendo ésta venir desde el
Paraguay enviada por Solano López, lo que nunca fue hecho, desde la capital
enviada por el gobierno oficialista, aunque los blancos en la capital no
estaban dispuestos a marchar hacia el interior y abandonar la ciudad, o desde
la otra orilla del Río Uruguay, pero Justo José de Urquiza decidió mantenerse
neutral (a pesar de que uno de sus hijos formaba parte de la defensa) y Juan Saa,
el único que intento acudir en socorro de sus aliados fue detenido por fuerzas
coloradas en el departamento de Río Negro. Para peor para los defensores, los
que incrementaban sus fuerzas eran los sitiadores, que recibían con música y
banderas al ejército imperialista brasileño.
Plano de la Defensa de Paysandú |
En el último día del año,
ya era patente que la resistencia no duraría muchas horas más. Con esto
presente, Gómez convocó a todos sus oficiales con el objetivo de resolver cómo
continuar. Las opiniones eran acordes: no quedaba otra que rendirse. Según
relata Masanti, “el Comandante Aberastury indicó que el Honor Nacional estaba
salvado, y que no le parecía deshonroso entablar negociaciones” con los
sitiadores; sin embargo, éstos últimos solo esperaban una rendición incondicional,
o la destrucción total.
Luego de enviar un par de
cartas a los sitiadores, Gómez decidió arriar la bandera punzó que marcaba la
disposición al combate e izar en su lugar la blanca para pedir una tregua. Sin
embargo, esto último fue mal interpretado por los sitiadores, quienes se convencieron
que habían obtenido la rendición total de los defensores. Lo cierto es que los
pocos defensores que podían prestar resistencia eran demasiado escasos, y
quedaban porciones de la ciudad muy mal defendidos, lo que fue aprovechado por
las fuerzas de Flores para ingresar en ella y tomar la plaza, con prácticamente
nula resistencia de Gómez y sus seguidores. Para entonces, Píriz ya había
fallecido debido a heridas recibidas. Pocas horas después, el general Leandro
Gómez (ascendido a dicho rango por Atanasio Aguirre, sucesor de Berro en la
presidencia) sería fusilado, al igual que la mayoría de los oficiales que lo
acompañaron en su heroica defensa de una ciudad que no solo fue importante por
su ubicación estratégica o por su simbología para los blancos, sino porque
significó la honorable defensa de la independencia ante un ataque extranjero
liderado por un criollo traidor.
Bombardeo a Paysandú |
Luego de tomar la ciudad
de Paysandú, Flores siguió su camino rumbo al sur, tomando Florida el 4 de
agosto y entrando finalmente en Montevideo el 21 de diciembre de 1864. Desde
entonces, estableció un gobierno provisorio, que se extendería hasta 1868, año
en que sería asesinado. Durante su gobierno, la persecución hacia los
“blanquillos” fue intensa, y comprometió al país en la Guerra de la Triple
Alianza, en la que junto a Argentina y Brasil atacaron al Paraguay gobernado
por Solano López, por entonces la principal potencia americana, y ejemplo de
desarrollo y civilización en la región.
Leandro
Gómez
José María Leandro Gómez
Calvo nació en Montevideo el 13 de abril de 1811, décimo hijo del gallego Roque
Gómez y la criolla María Rita Calvo. Por entonces, la ciudad estaba regida por
el virrey Francisco Javier de Elío, y se encontraba sitiada por las fuerzas
revolucionarias de José Artigas.
Fervoroso militante del
Partido Blanco (luego Partido Nacional), llegó a ser hombre de confianza del
que fuera presidente de la República Manuel Oribe. Desde 1837 formó parte de la
Guardia Nacional, alcanzando el grado de Capitán y participando en varias
batallas con buenos resultados.
En 1843 participó en el
sitio de Montevideo, en el marco de la Guerra Grande, con el objetivo de
permitir que Manuel Oribe recobrara la presidencia de la República, que le
había sido arrebatada por Fructuoso Rivera en 1838 tras dar un golpe de estado.
Cuando los blancos establecieron el Gobierno del Cerrito, un gobierno paralelo
al Gobierno de la Defensa colorado, Gómez fue designado Oficial Ayudante del
General Oribe.
En 1860 fue ascendido al
rango de Coronel, y al año siguiente fue designado Oficial Mayor del Ministerio
de Guerra y Marina. En 1863 fue designado Comandante Militar de Salto, y
posteriormente trasladado con el mismo cargo a Paysandú.
Cuando el General Venancio
Flores invadió Uruguay con el objetivo de volver a hacerse con el gobierno,
Leandro Gómez lideró la defensa de la ciudad de Paysandú, un bastión blanco y
ubicación estratégica de suma importancia. A pesar de contar con muy pocos
hombres, escasas armas y municiones y prácticamente nulo abastecimiento de
alimentos, logró resistir casi dos meses ante los constantes ataques de los
levantados colorados apoyados por el ejército profesional imperial brasileño,
incluido parte de su flota marina de guerra.
En la madrugada del 2 de
enero de 1865, tras ser tomada la plaza de la ciudad, Gómez fue hecho
prisionero.
Basilica de Paysandú tras el ataque |
Un jefe compatriota suyo
llegó entonces y reclamó el prisionero en nombre del general Flores,
ofreciéndole las seguridades más cumplidas de su vida. Aquel
Jefe fue el después general Francisco Belén, quien al llegar a su
cuartel fuera de trincheras, acomodó sus prisioneros y mandó ensillar su
caballo para conducirlos a presencia del general Flores, cuando se presentó un
ayudante del coronel Gregorio Suárez trasmitiendo una orden de éste de que le entregase
al general Gómez, y demás acompañantes.
Conducidos a presencia de Suárez, éste ordenó al teniente coronel Juan
Rodríguez que los llevara “donde sabía”.
Este último era sobrino del primero.
Última foto de Leandro Gómez y su gente |
El heroico general Leandro
Gómez fue conducido a la casa de Máximino Rivero para ser ejecutado; ante el
pelotón encargado de tan desgraciada misión, el Héroe dio una postrer prueba de
sublime entereza, no permitiendo que le vendasen los ojos y dando la voz de
“¡fuego!”. “Recibió cuatro balazos en la
caja del cuerpo –dice el historiador Antonio Díaz- de cuyas heridas no salió
una sola gota de sangre, quedando un círculo amoratado en el paraje por donde
habían penetrado las balas”. Un
individuo llamado Eleuterio Mujica, proveedor de las fuerzas de Flores, se acercó
al cadáver del general Gómez y le arrancó la larga pera que usaba, Junto con Gómez fueron fusilado Braga,
Fernández y uno de los ayudantes del primero, y otros.
Así cumplió Leandro Gómez
el párrafo que estampó en una carta al general Lucas Moreno, el 16 de marzo de
1864. En él dice: “… y que en este
Departamento se necesitan fuerzas y quien las sepa mandar, y que yo he dado
pruebas de que sé mandar, de que sé batirme sin jamás fijarme en el número,
aunque no haya suficientes tropas, que yo sé hacer suplir con las condiciones
que son mi propiedad”.
Profundamente partidario
de la independencia, era también admirador y seguidor de José Gervasio Artigas,
incluso cuando la figura de éste no gozaba de la mayor popularidad y se regaba
una leyenda negra que lo identificaba con un maleante peligroso y enemigo del
gobierno. Si bien participó con buen suceso en varias batallas y conflictos, su
participación más importante fue la defensa heroica de la ciudad de Paysandú, a
la que otorgó tanta importancia por su ubicación estratégica como por su
significado de defensa de la independencia, del gobierno constitucional y de la
necesidad de oponerse con todo lo que esté a su alcance a los invasores, sean
éstos extranjeros o nacionales traidores.
Una vez muerto, su cuerpo
debió ser incinerado pero los restos óseos fueron rescatados por algunos de sus
antiguos colaboradores y trasladados a Concepción del Uruguay, en Argentina,
donde fueron ocultados por un cura, el cual sabiéndose en riesgo, optó por
entregarlos a una vecina. Esta, a su vez, contando con una edad avanzada y con
miedo de que se perdieran o cayeran en manos equivocadas decidió dárselos a un
familiar de Leandro Gómez. En 1884 el entonces presidente Máximo Santos hizo
gestiones para repatriar sus restos y darles sepultura en el Cementerio
Central, en Montevideo. En 1965 los habitantes de Paysandú propusieron que, a
modo de homenaje, se construyera un mausoleo en el cementerio de la ciudad
donde fuesen colocados sus restos, pero la idea no prosperaría debido a una
carta supuestamente escrita por el propio Gómez en la cual declaraba que su
deseo era ser sepultado en Montevideo junto a su esposa. Sin embargo, en 1984,
durante la dictadura cívico militar, los restos fueron finalmente trasladados a
Paysandú, aunque siempre se mantuvo la discusión si los restos que allí se
encuentran son realmente los del General o sus familiares los sustituyeron por
otros, o incluso que la urna se encontraba vacía.
Mausoleo en el que descansan los restos del Gral. Leandro Gómez |