Santiago Transelino Molina, El "Terniente Hacha" |
Fue uno de
los fundadores del grupo guerrillero "Uturuncos", dirigido por
Enrique Manuel Mena y Félix Serravalle, que se alzaron en armas en la madrugada
del 24 de diciembre de 1959 bajo la promesa del traidor general Miguel Ángel Iñiguez
de que militares leales al peronismo se levantarían al unísono en las
guarniciones de Santa Fe, Entre Ríos, Salta y Bs As.
La estrella federal de Uturuncos |
En junio de
1960, cuando la policía desbarató el último campamento de los Uturuncos en los
montes del Cochuna, Santiago Transelino Molina se convirtió -sin desearlo- en el
primer guerrillero herido en combate en los albores de la guerrilla peronista. Como
muchos jóvenes tucumanos, se sumó tempranamente a las filas de la resistencia
peronista. En su caso, escuchó las transmisiones clandestinas que por radio
enviaban a las poblaciones humildes de Tucumán los hombres del comando "17
de octubre". Estaba indignado por la revancha gorila y decidió sumarse.
Fue de los primeros que subieron al monte en 1959 y ya era un veterano cuando
los Uturuncos asaltaron la comisaría de Frías en la navidad de 1959, donde fue
herido por la policía de un balazo en un muslo. El mejicano no se consideraba a
si mismo comandante, por lo que sus compañeros lo llamaban "teniente
Hacha".
Uturuncos |
Molina fue
trasladado durante 3 años por las más rigurosas prisiones de la Patagonia y el
noreste argentino, siempre lejos del contacto con sus familiares, económicamente
impedidos de realizar viajes tan largos. Una vez que recuperó la libertad, no
obstante su precaria salud, continuó hasta el final de sus días con su
militancia política, siempre identificado con la causa y las necesidades de los
más humildes.
Los
compañeros de Molina solían llamarlo también "el mexicano" por usar
un sombrero aludo. Hombre de pocas y pensadas palabras tenía condiciones
innatas de caudillo, lo cual unido a sus demostraciones de valor, manejaba el
arte de conducir por convicción a sus hombres. Él contribuyó con eficacia a
desmitificar al temido y sanguinario "fantasma del familiar",
haciéndoles comprender a sus paisanos que no eran seres extraños sino simples
matones empleados de las patronales azucareras que de noche salían a los
oscuros senderos de los cañaverales para golpear o matar a obreros protestones
por las inhumanas condiciones de trabajo. Entonces, en lugar de huirles
aterrados, empezaron a enfrentarlos. Y así, con ese convencimiento de los
campesinos, comenzaron a disminuir los "desaparecidos".
Según cuenta
Ernesto Salas en su libro “Uturuncos, El origen de la guerrilla peronista” , “El
Mejicano” vivía humildemente en Rosario de la Frontera, Salta y que los vecinos
y el intendente de su pueblo recién supieron quien era cuando se publicó mi
libro sobre los Uturuncos. Que le dieron una mínima pensión y reconocimiento
por ello. Que estaba contento por el simple hecho de que la historia no
registrara su paso por la guerrilla como un simple hecho policial”.
Julio
Molisano escribe sobre él: “Póngansen de pie. Levanten la mano, hinchen pecho y
griten con orgullo y fuerza ¡Hasta siempre Comandante! Que está pasando un
compañero… teman los cobardes que entregaron la Patria. Comandante Hacha ¡Hasta
la Victoria siempre! Un hombre que supo entregar su vida por la vuelta del
General Perón, por la libertad y la grandeza de la Patria, un verdadero
peronista, que supo ser padre, marido, trabajador y amigo en las buenas y en
las malas”.
Grupo de Uturuncos detenido por Gendarmería |
Fuentes: Enrique
Oliva, Roberto Baschetti, El Ortiba