17 de
diciembre de 1830: Muere Simón Bolívar
Muerte del Libertador Simón Bolívar |
El último año de vida de Simón
Bolívar estuvo atravesado por las guerras intestinas de los países de América,
que tanto buscaba evitar. En Bogotá, donde residía, había resistido el intento
de asesinato de algunos sectores de la Gran Colombia, al grito de “tirano” y
“dictador”. Estaba a la defensiva, en medio de una marea conspirativa. Cuando
había respetado las libertades de palabra, reunión y prensa, no había podido
evitar que éstas se volvieran contra él, pregonando los opositores el llamado
al “Suicidio de Catón”. Frente a estos peligros, Bolívar había decidido quizás
el único camino posible, seguramente el más difícil, a fin de mantener el sueño
de una América unida. Frente a estos peligros, Bolívar enfrentó los desafíos
abiertos que le habían presentado sus opositores. Declaró la ley marcial en
toda Colombia, sustituyó a las autoridades civiles por militares; suspendió las
garantías de libertad personal; dio orden de detener a todos los sospechosos de
participar en la conspiración; condenó a muerte a catorce de ellos, incluidos
hombres de importancia, como su vicepresidente Francisco de Paula Santander, a
quien finalmente conmutaron la pena por el destierro.
Francisco de Paula Santander |
A su vez, Bolívar debía enfrentar
la hostilidad del nuevo presidente del Perú, el general José de Lamar, quien
reivindicaba para su país algunos territorios del actual Ecuador, especialmente
la prometedora ciudad costera de Guayaquil, y desató una guerra en 1829, en la
que el general Antonio José de Sucre colaboraría con Bolívar.
Tampoco estaban derrotadas las
fuerzas españolas, que esperaban el clima propicio para reconquistar sus
territorios coloniales, al tiempo que a Gran Bretaña poco le interesaba una
gran unidad política, desde Perú hasta Panamá.
En mayo de 1830, agobiado por el
desorden y visiblemente enfermo, Bolívar logró que el Congreso de Bogotá
aceptara su renuncia. Los retos separatistas no se habían calmado,
especialmente de los venezolanos, que se resistían a seguir haciendo costosas
ofrendas a la unión colombiana.
Ni Bolívar, muy enfermo, ni
Sucre, el único con capacidad de hacer valer su legado, estaban con fuerza para
seguir luchando. Difamado en América y en Europa, habiendo vendido y rechazado
toda su riqueza, el Libertador había perdido la batalla de la gran Unión.
Retirado a las afueras de las murallas de Cartagena, se enteró de la muerte de
su amigo Sucre. Entonces, aceptó la invitación de su seguidor Rafael Urdaneta,
entonces presidente de Colombia, de
“salir del retiro para emplear los servicios como ciudadano y como soldado”,
según manifestara en Carta Abierta a los colombianos, pero su propuesta fue
ambigua, pues no se consideraba capaz de enfrentar nuevos desafíos.
Mariscal José Antonio de Sucre |
Con fuerza apenas para caminar,
con dolores por reumas y ataques de hígado, aceptó la invitación de un adinerado
español para aposentarse en su finca del pequeño poblado colombiano de Santa
Marta. En reposo total, Bolívar dictó varias cartas, su testamento y la última
proclama a los colombianos, donde aseguró: “Si mi muerte contribuye para que
cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
El 17 de diciembre de 1830, con
apenas 47 años, se cerraba el ciclo de su vida. Antes de morir, había susurrado
a sus amigos: “Hemos arado en el mar”. Para conmemorar la fecha de su muerte,
recordamos las palabras de su última proclama.
A los pueblos de Colombia: Carta de despedida de Bolívar
Colombianos:
Habéis presenciado mis esfuerzos
para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con
desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando
cuando me persuadí que desconfiáis de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron
de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi
amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido
a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de
vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos
deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos
debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al
actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario
dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en
defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos
son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los
partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de
1830.
Testamento de su excelencia, Simón Bolívar en Santa Marta, 10 de diciembre de 1830
En nombre de Dios todo Poderoso. Amén. Yo, Simón Bolívar, Libertador de la República de Colombia, natural de la ciudad de Caracas en el Departamento de Venezuela, hijo legitimo de los señores Juan Vicente Bolívar y María Concepción Palacios, difuntos, vecinos que fueron de dicha ciudad, hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte, como Católico fiel Cristiano, para estar prevenido cuando la mía me llegue con disposición testamental, bajo la invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi Testamento en la forma siguiente:
Primeramente encomiendo mi Alma a Dios nuestro Señor que de la nada la crió, y el cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposición de mis Albaseas el funeral y entierro, y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías, y estén prevenidas por el gobierno.
Declaro: fui casado legalmente con la Sra. Teresa Toro, difunta, en cuyo matrimonio no tuvimos hijo alguno.
Declaro: que cuando contrajimos matrimonio, mi referida esposa, no introdujo a el ninguna dote, ni otros bienes, y yo introduje todo cuanto heredé de mis padres.
Declaro: que no poseo otros bienes mas que las tierras y minas de Aroa, situadas en la Provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles, las cuales existen en poder del Sr. Juan de Francisco Martín vecino de Cartagena.
Declaro: que solamente soy deudor de cantidad de pesos a los señores Juan de Francisco Martín y Poules y Compañía, y prevengo a mis Albaseas que estén y pasen por las cuentas que dichos Señores presenten y las satisfagan de mis bienes.
Es mi voluntad: que la medalla que me presentó el Congreso de Bolivia a nombre de aquel pueblo, se le devuelva como se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto, que aún en mis últimos momentos conservo a aquella República.
Es mi voluntad: que las dos obras que me regalo mi amigo el Sr. Gral. Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón tituladas "El Contrato Social" de Ruseau y "El Arte Militar" de Montecuculi, se entreguen a la Universidad de Caracas.
Es mi voluntad: que de mis bienes se le den a mi fiel mayordomo José Palacios la cantidad de ocho mil pesos, en remuneración a sus constantes servicios.
Ordeno: que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen.
Es mi voluntad: que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal.
Mando a mis Albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal.
Mando a mis Albaceas se den las gracias al Sr. Gral. Roberto Wilson por el buen comportamiento de su hijo el Coronel Belford Wilson, que tan fielmente me ha acompañado hasta los últimos momentos de mi vida.
Para cumplir y pagar este mi textamento y lo en el contenido, nombro por mis Albaceas textamentarios, fidei comisarios, tenedores de bienes a los Sres. Gral. Pedro Briceño Méndes, Juan de Francisco Martín, Dr. José Vargas, y el Gral. Laurencio Silva, para que de mancomún et insolidum entre en ellos, los beneficien y vendan en almoneda o fuera de ella, aunque sea pasado el año fatal de Albaceasgo pues yo les prorrogo el demás tiempo que necesiten, con libre franca, y general administración.
Y cumplido y pagado este mi textamento y lo en el contenido instituyo y nombro por mis únicos y universales herederos en el remanente de todos mis bienes, deudas, derechos y acciones, futuras sucesiones en el que haya sucedido y suceder pudiere, a mis hermanas María Antonia y Juana Bolívar y a los hijos de mi finado hermano Juan Vicente Bolívar, a saber, Juan, Felicia y Fernando Bolívar, con prevención de que mis bienes deberán dividirse en tres partes, las dos para mis dichas hermanas, y la otra parte para los referidos hijos de mi indicado hermano Juan Vicente, para que lo hayan, y disfruten con la bendición de Dios.
Y revoco, anulo, y doy por de ningún valor ni efecto otros testamentos, codicilos, poderes y memorias que antes de este haya otorgado por escrito, de palabra o en otra forma para que no prueben ni hagan fe en juicio, ni fuera de el, salvo el que presente que ahora otorgo como mi última y deliberada voluntad, o en aquella vía y forma que mas haya lugar en derecho. En cuyo testimonio así lo otorgo en esta hacienda San Pedro Alejandrino de la comprensión de la ciudad de Santa Marta a diez de diciembre de 1830.
Y su excelencia el otorgante a quien yo, infrascrito, Escribano Publico del Número certifico que conozco, y de que al parecer está en su entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, así lo dijo, otorgó y firmó por ante mí en la casa de su habitación, y en éste mi Registro Corriente de Contratos Públicos siendo testigos los S.S.: Gral. Mariano Montilla, Gral. José María Carreño, Coronel Belford Hinton Wilson, Coronel José de la Cruz Paredes, Coronel Joaquín de Mier, Primer Comandante Juan Glenn y el Dr. Manuel Pérez Recuero, presentes.
Ante mí, José Catalino Noguera, Escribano Público.
Tumba del Libertador Simón Bolívar |