El 6 de enero de 1763 una
flota de buques ingleses y portugueses atacó sin declaración de guerra la
ciudad de Montevideo, pero no lograron tomarla, en uno de los antecedentes de las
invasiones inglesas, que tuvieron lugar unos 40 años más tarde en Buenos Aires.
A principios del verano de
1762, en un bando aparecido en las calles de Londres, se solicitaban
tripulantes aventureros para una expedición, asegurando "libertad absoluta
para el saqueo". La expedición tenía un destino, el Río de la Plata. El
Almirantazgo de acuerdo con esta actividad corsaria proveyó los fondos y con el
aporte de juntas comerciales del imperio se fletaron dos buques el HMS KINGSTON,
bautizado luego como "Lord Clive", un navío de sesenta cañones,
construido por Bassel en Hull, en 1697, y la fragata "Ambuscade", de
40 cañones. Ambas embarcaciones fueron puestos a las órdenes del Capitán Robert
Mac Namara, un oficial de la East India Company. Ambos navíos partieron para
Lisboa en agosto de 1762, donde se le unieron otras dos naves, una de ellas la
Fragata portuguesa "Gloria" y seiscientos hombres más.
Fragata Ambuscade |
La flota arribó a Río de
Janeiro donde por disposición del Conde de Bobadela, se le agregaron cinco
naves auxiliares y cuatrocientos marineros. El 15 de diciembre, ya todo
dispuesto en un plan perfectamente concebido, la flota parte de Río de Janeiro
rumbo al Río de la Plata, para atacar
Buenos Aires. Haría un previo paso por Colonia, que todavía creían en
manos portuguesas.
En 1756 estalló la llamada
Guerra de los Siete Años de la que participaron España, gobernada por Carlos
III y Francia gobernada por Luis XV en enero de 1762, contra Gran Bretaña y
Portugal. El intento de invasión anglo-portuguesa fue una operación enmarcada
en esa guerra, por la cual el imperio portugués y Gran Bretaña, pretendieron
tomar control de la gobernación del Río de la Plata, parte del Imperio español.
Ese año zarpó de Cádiz la
fragata Victoria con 26 cañones, al mando del teniente de navío Carlos José de
Sarriá, con órdenes para el gobernador Pedro de Cevallos de sitiar y tomar
Colonia del Sacramento.
Gobernador Pedro de Ceballos |
Cevallos zarpó a
principios de septiembre con una escuadra compuesta por una fragata, un navío
de registro armado, tres avisos, doce lanchas grandes armadas y quince
transportes. Tras arribar a Colonia el 4 de septiembre, el siete las naves
españolas anclaron y comenzó el desembarco que se prolongó hasta el 14. El día
26 arribó la artillería de Montevideo y el 27 se sumaron 1.200 nativos de las
Misiones Jesuíticas. El 1 de octubre emprendió la marcha del ejército
comenzando el sitio a la Colonia el 5 de octubre de 1762.
Colonia del Sacramento |
Tras el desembarco, la
escuadra al mando de Sarriá, compuesta de la fragata Victoria, el navío de
registro Santa Cruz, tres avisos, ocho lanchas y tres corsarios, se retiró sin
órdenes de Cevallos a la Ensenada de Barragán, en la costa occidental del Río
de la Plata, lo que posibilitó que el 14 de octubre 4 bergantines portugueses
evacuaran de la plaza sitiada a numerosas familias y los caudales y que 3 de
ellos regresaran el 17 de octubre con víveres y materiales para la defensa.
Sarriá, atrincherado en
Ensenada, desobedeció las reiteradas órdenes para regresar y combatir aduciendo
que no había venido de España a luchar contra el contrabando. Finalmente
accedió a zarpar el 17 de octubre, pero no dejó el puerto hasta el 29, llegando
a Colonia dos días después, tras la capitulación. En efecto, el 31 de octubre
de 1762 Da Silva Fonseca, gobernador de Colonia, capituló ante Cevallos y dos
días después la ciudad fue ocupada.
Carlos José de Sarriá |
La nave insignia de la
flota "Lord Clive" era una veterana guerrera de la Armada Inglesa con
más de 60 años en sus cuadernas. Había tomado parte de la captura de Gibraltar
en 1704, Vélez y Málaga en 1709 y Gaspe en 1711, todas posesiones españolas. Había
sólo transcurrido en Portsmouth en 1740, participando en los combates de Tolón
(1744), Menorca (1756) y en la toma de la Bahía de Quiberón en 1759. Toda su
campaña la había realizado como HMS Kinsgton, su nueva y última etapa, llevaría
otro nombre "Lord clive". El Capitán Mac Namara reunido con su plana
mayor, una vez ingresados en el Río de la Plata y dejada Montevideo en la
estela, la tarde del 5 de enero de 1763 decide el plan de ataque, que debía de
realizarse no bien amaneciese el día 6. Ya habían tenido información de que la
plaza estaba en manos españolas, al cruzarse con una lancha portuguesa, que
había consumado el fallido ataque al puerto. El día clareaba con un cielo
limpísimo y elevada temperatura.
Era día de Reyes y Mac
Namara previó que la población estaría entregada a la liturgia que se celebraba
en la festividad católica. Acercó a la formación y se adelantó con su navío,
teniendo a vista de catalejo la pobre ciudadela, donde no observó movimiento
alguno. A las 06:00 en punto disparó el primer cañonazo, que levantó una
furiosa polvareda y una nube blanca que se elevó al cielo, al dar de lleno a un
terraplén de defensa. Bastó este primer disparo, para que un atronador cañoneo
que se prolongaría por cuatro largas horas pusiera fuera de batalla al
"Lord Clive" que recibíó varias andanadas declarando un incendio que
corrió de popa a proa, en el cual murieron doscientos setenta y dos
tripulantes, incluido el Capitán Mac Namara. Sólo setenta y ocho marineros se
salvaron, lanzándose al agua y ganando la costa a nado entre un infierno de
metralla. Los que lograron alcanzarla, fueron apresados por los españoles.
Los acertados disparos de la costa acabaron con el Lord Clive. |
Las fragatas Ambuscade y
Gloria, maltrechas y en rápida fuga se alejaron de la línea de fuego, para
volverse a Río de Janeiro con el sabor amargo de la derrota. La fragata
Ambuscade, casi deshecha, acabó siendo abandonada allí. El Lord Clive consumido
por el fuego y las explosiones de la Santa Bárbara desapareció bajo las aguas.
Los náufragos fueron inmediatamente interrogados por las autoridades y luego de
un sumarísimo juicio, los oficiales fueron ahorcados sin miramientos en la
plaza del fuerte, ya que por su condición de corsarios dedicados al pillaje no
eran vistos como prisioneros de guerra, si no como vulgares piratas. El resto,
la mayoría tripulantes sin rango, fueron trasladados a Buenos Aires e
internados en el interior del país, muy lejos de la capital. El Gobernador
Cevallos (luego convertido en el primer Virrey), persuadido de que éste no
sería el último intento, dispuso una férrea custodia de los súbditos ingleses y
portugueses afincados en la ciudad. Con este último acto de los españoles, el
poderoso navío "Lord Clive" entraba en el olvido por más de 240 años
y las oscuras aguas del Río de la Plata fueron su celosas guardianas hasta que
un equipo argentino de buceadores encontró sus restos, los cuales están siendo
investigados en sucesivas inmersiones en la actualidad.
Restos del naufragio del "Lord Clive" |