El discurso de la fría
tarde del 12 de junio de 1974 no tuvo “manchas”. Perón dejó muchas cosas en
claro, lanzó frases de su inconfundible e inigualable estilo y la multitud
respondió poniendo el alma en cada cantito y en cada explosión de júbilo frente
a lo que decía el líder. Fue una tarde mágica, que el destino ubicó en el
momento justo, porque apenas 19 días después Perón moría en medio de un inmenso
dolor popular. Lo extraordinario de aquel 12 de junio es que ni Perón ni la
multitud sabían que se estaban despidiendo. Pero ¿qué ocurrió ese día para que
Perón y su pueblo terminaran encontrándose por última vez en Plaza de Mayo? No
se festejaba nada, no era una fecha patria, no se trataba de ningún
aniversario. ¿Cuál fue el motivo? Al mediodía, Perón habló por cadena nacional
y después de una serie de consideraciones y advertencias sobre la actualidad
del país hizo un llamado a “todos los que anhelan la paz y la tranquilidad” y a
quienes “comprometieron su responsabilidad” al elegirlo presidente. Lo más
fuerte de su mensaje no tardaría en llegar.
“Cuando acepté gobernar lo
hice pensando en que podría ser útil al país, aunque ello implicaba un gran
sacrificio personal. Pero si llego a percibir el menor indicio que haga inútil
ese sacrificio no titubearé un instante en dejar este lugar a quienes lo puedan
llenar con mejores probabilidades”. Sus palabras cayeron como una bomba y la
CGT reaccionó de inmediato, decidiendo un cese de actividades y movilización.
Lo sorpresivo de los acontecimientos derivó en una manifestación espontánea,
genuina al máximo.
La mayor parte de los
manifestantes llegaba desde sus trabajos. Todo fue rápido. A las 14 empezó el
paro, a las 15 la Plaza se empezó a poblar, a las 17 estaba llena y a las 17.15
apareció Perón. El fervor era tal que desde que asomó su figura hasta que
pudiera saludar con el clásico “Compañeros” pasaron varios minutos. Cuando al
fin saludó y recibió una calurosa bienvenida, comenzó su discurso:
Compañeros:
“Retempla mi espíritu
estar en presencia de este pueblo que toma en sus manos la responsabilidad de
defender la patria. Creo, también, que ha llegado la hora de que pongamos las
cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República
y, en esta lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga el corazón bien
templado.
Sabemos que tenemos
enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero también sabemos que tenemos
a nuestro lado al pueblo, y cuando éste se decide a la lucha, suele ser
invencible.
Hoy es visible, en esta
circunstancia de lucha, que tenemos a nuestro al pueblo (sic), y nosotros no
defendemos ni defenderemos jamás otra causa que no sea la causa del pueblo.
Yo sé que hay muchos que
quieren desviarnos en una o en otra dirección; pero nosotros conocemos
perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin
dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde
la izquierda.
EI Gobierno del Pueblo es
manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que tampoco somos
tontos.
Mientras nosotros no
descansamos para cumplir la misión que tenemos y responder a esa
responsabilidad que el pueblo ha puesto sobre nuestros hombros, hay muchos que
pretenden manejarnos con el engaño y con la violencia. Nosotros, frente al
engaño y frente a la violencia, impondremos la verdad, que vale mucho más que
eso. No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos comprendan.
Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer. Ni
la verdad, ni el engaño, ni la violencia, ni ninguna otra circunstancia, podrá
influir sobre este pueblo en un sentido negativo, como tampoco podrá influir
sobre nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos, es la dirección de
la Patria.
Sabemos que en esta acción
tendremos que enfrentar a los malintencionados y a los aprovechados. Ni los que
pretenden desviarnos, ni los especuladores, ni los aprovechados de todo orden,
podrán, en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo.
Sabemos que en la marcha
que hemos emprendido tropezaremos con muchos bandidos que nos querrán detener;
pero, fuerte con el concurso organizado del pueblo, nadie puede ser detenido
por nadie.
Por eso deseo aprovechar
esta oportunidad para pedirle a cada uno de ustedes que se transforme en un
vigilante observador de todos estos hechos que quieran provocarse y que actúe
de acuerdo con las circunstancias.
Cada uno de nosotros debe
ser un realizador, pero ha de ser también un predicador y un agente de
vigilancia y control para poder realizar la tarea, y neutralizar lo negativo
que tienen los sectores que todavía no han comprendido y que tendrán que
comprender.
Compañeros, esta
concentración popular me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta
mañana.
Por eso deseo agradecerles
la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza.
Llevaré grabado en mi
retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad y
de la provincia de Buenos Aires me trae el mensaje que yo necesito.
Compañeros, con este
agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestro
deseo de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas
consignas, que más que mías son del pueblo argentino, las defenderemos hasta el
último aliento.
Para finalizar, deseo que
Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les
agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de
Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la
palabra del pueblo argentino”