A 40 AÑOS DEL MILAGRO DE LOS ANDES
El viernes 13 de Octubre de 1972
un avión uruguayo, que llevaba 45 pasajeros a Chile, de los cuales muchos eran
estudiantes y jugadores de un equipo de rugby, se estrello en la Cordillera de
los Andes.
Doce murieron a causa de la
caída, los sobrevivientes a esta tuvieron que soportar entre otras cosas a la
temible Cordillera, treinta grados,bajo cero durante las noches y al hambre.
Trataron de resistir con las
escasas reservas alimenticias que
poseían, esperando ser rescatados, pero su esperanza cayó al enterarse por una
radio, que se había abandonado la búsqueda.
Desesperados ante la ausencia de
alimentos y agotada su resistencia física, se vieron obligados a alimentarse de
sus compañeros muertos para poder seguir viviendo. Finalmente hartos de las
bajísimas temperaturas,
los amenazadores aludes,
angustiados por la continua muerte de sus compañeros y la lenta espera del
rescate, dos de los rugbiers deciden cruzar las inmensas montañas para así
llegar a Chile. De esta manera es
como el 22 de
diciembre de 1972, después de haber estado durante 72 días aislados de todo, el
mundo se entera que dieciséis son los sobrevivientes que vencieron a la muerte
en la Cordillera de los Andes.
EL EQUIPO DE RUGBY
El club "Old Christians" de Carrasco
se fundó para que los alumnos que terminasen sus estudios en el colegio
"Stella Maris" de Montevideo, no abandonasen el Rugby, que era el
deporte que se practicaba en esta escuela.
Con el correr de los años este
deporte llegó a ser muy popular en Uruguay. El primer equipo de los "Old
Christians" con emblema llegó a ser uno de los mejores del país. En 1968
ganaron el campeonato nacional de Uruguay, hazaña que se volvió a repetir dos
años mas tarde. En 1971 decidieron enfrentarse a los equipos de Chile.
Para conseguir su propósito y que
el viaje no les costase tan caro, contrataron un avión de la fuerza aérea
uruguaya, que los llevaría a Santiago de Chile. Allí, los "Old
Christians" ganaron un partido y perdieron otro, al mismo tiempo pasaron unas
vacaciones en Chile y para muchos de los pasajeros era la primera vez que
salían de su país. Fue tan grande el éxito que al poco tiempo de haber llegado
a Uruguay, empezaron a organizar la misma salida para el año entrante. Uno de
los problemas fue completar las 40 plazas que la fuerza aérea ofrecía, cuantos
menos asientos quedasen vacíos menos costaría el pasaje por persona.
El precio total de las plazas era
de 1600 dólares, si se completaban todas, solo costaría unos cuarenta dólares
por cabeza ida y vuelta. Se corrió la voz de que el viaje podría ser cancelado,
pero por fin se llegaron a vender todas las plazas entre familiares, amigos y simpatizantes
del equipo.
El jueves 12 de octubre de 1972,
por la mañana, los pasajeros del avión Fairchild F-227 comenzaron a arribar al
aeropuerto de Carrasco para emprender el segundo viaje de los "Old
Christians"a Chile. A las ocho y cinco el avión de la Fuerza Aérea
Uruguaya, despegó del aeropuerto de Carrasco en dirección a Santiago de Chile,
con 40 pasajeros y 5 tripulantes.
El avión que llevaría a los Old
Chrisitians a Chile era un Fairchild F-227 turborreactor de dos motores
gemelos, fabricado en Maryland, Estados Unidos, y comprado por la Fuerza Aérea
Uruguaya en 1970.
El mismo Coronel Julio Ferradas
había tenido la oportunidad de llevar al Fairchild desde Maryland hasta
Uruguay. A partir de entonces el aparato solamente había hecho 792 horas de
vuelo, por lo que su condición se consideraba perfecta. Comúnmente el Fairchild
era utilizado para carga, pero en esta ocasión, se le habían agregado 48
asientos desmontables que estaban sujetos a una viga en suelo. Según las reglas
de la aeronáutica se le podía considerar como nuevo y además contaba con uno de
los mas modernos equipos de navegación conocidos hasta la fecha. No sólo estaba
dotado de un aparato de radio compás con control de
dirección automático, sino con un
nuevo aparato VOR (VHF Omnidirectional Range). La velocidad de crucero de este
tipo de aviones es de unos 435 Km. por hora.
En circunstancias normales puede
volar a una altura tope de 7.000 metros. Esto indica que el Fairchild no puede
volar sobre los andes como un jet comercial, si no que debe atravesarlos.
Cuando transportaba
pasajeros, el equipaje viajaba
dividido en dos sectores diferentes del avión. Uno de estos sectores se hallaba
justo entre la cabina de los pilotos y el compartimiento para pasajeros y el
otro estaba ubicado detrás de la fila de asientos, en la parte trasera del
Fairchild, después de un pequeño lavatorio.
LA DESAPARICION
El avión despegó de Montevideo el
jueves 12 de Octubre a las ocho y cinco de la mañana. El piloto, Julio Ferradas
calculaba llegar a Santiago en cuatro horas aproximadamente. La última media
hora sobrevolarían la Cordillera.
Al llegar a Mendoza notaron que
el clima sobre los andes no era bueno para cruzarlos con el Fairchild. A las
once y media aterrizaron en la capital debido al mal tiempo en la Cordillera.
Numa Turcatti (jugador de los Old Christians) llamó por teléfono a Montevideo.
Al parecer, otro de los jugadores,
Guido Magri llamó a su novia María que se encontraba en Santiago. Gilbero
Regules, jugador del equipo que no había llegado a tiempo a subirse al avión en
Montevideo, llegó a Santiago en otro vuelo el mismo día a las 23:00. Buscó al
equipo en los hoteles donde supuestamente se alojarían pero no encontró a
ninguno de los pasajeros. Se alojó en otro hotel y de allí se comunicó con
María, la novia de Guido Magri. Ella le dijo que había hablado con la embajada
uruguaya y le habían comunicado que el avión se encontraba en Mendoza por
cambios climáticos desfavorables y que probablemente regresaría a Montevideo.
El equipo pasó la noche en
Mendoza y con muchas dudas despegó al día siguiente, rumbo a Santiago. Gilberto
Regules y María, novia de Guido Magri, fueron al aeropuerto de Santiago a
esperarlos. El avión debía
llegar aquel día a las 14:30 de
Santiago, pero no fue así como sucedió.
Con el pasar de las horas notaron
que algo extraño había pasado. A las 17:00 el aeropuerto de Santiago les
informo que el avión había desaparecido sin dejar rastros. Gilberto y María se
trasladaron a la embajada uruguaya para ver si tenían noticias.
El rumor de la desaparición del
Fairchild llegó a Montevideo a las 18:00. Bobby Jaugust (jugador del equipo)
llegó a Santiago por otro vuelo el Viernes 13 por la tarde. Buscó al equipo en
los hoteles y tampoco los encontró. Estando en el hotel Kent, llamó el padre de
Felipe Maquirriain (Felipe era uno de los pasajeros) y pidió hablar con cualquier
Old Christian. Bobby contestó la llamada y Maquirriain, creyendo que Bobby iba
en el Fairchild, creyó que el avión llegó sin problemas. Bobby se dio cuenta de
que había un problema y se dirigió a la embajada Uruguaya. Allí se encontró con
Gilberto Regules, quien le dijo que el avión estaba desaparecido.
Desde Santiago, Maria llamó a
Montevideo para hablar con la familia Magri. La comunicación fue confusa. María
les dijo que había hablado con Guido, y la familia interpretó que ella había
hablado con el en Chile,
cuando en realidad ella quiso
decirles que habló con el cuando Guido la llamo desde Mendoza. A las 22:00 las
noticias en Montevideo eran confusas. Se decía que el avión había sido
encontrado en Curico, lo cual era erróneo. El padre de Daniel Juan llamó a los
padres de los muchachos para brindar por la buena noticia de que sus hijos ya
se encontraban a salvo en Chile. El padre de Gustavo Nicolich se enteró en su
oficina de las noticias.
Como los demás, el creyó que el
avión se había perdido al volver de Santiago hacia Montevideo, solo con la
tripulación. Llamó al padre de Roy Harley, quien le dijo que habían aterrizado
en Mendoza y se perdió al ir hacia Chile. Cuando Nicolich escuchó las noticias
de que el avión había aparecido en Curico, llamó a un familiar que trabaja en
un diario quien luego le confirmó que esta noticia era errónea. Alrededor de
las 23:00, finalmente se conocieron los informes oficiales: El avión pasó la noche
del Jueves 12 en Mendoza. Partió de allí el Viernes 13 a las 14:18. Pasó sobre
Curico a las 15:24. Y desapareció aproximadamente a las 15:34. En una búsqueda
inicial, el Servicio Aéreo de Rescate Chileno no los encontró. A los ocho días
se dio por finalizada la búsqueda oficial.
Aeropuerto de Mendoza
13 de Octubre de 1972
EL CHOQUE
A las ocho y cinco de la mañana
el F-227 despegó de Carrasco. El plan de vuelo de su piloto, el comandante
Cesar Ferradas, era dirigirse de Montevideo a Santiago pasando sobre Buenos
Aires y Mendoza. El viaje duraría cuatro horas y la última media hora volaría
sobre los Andes. La mayor preocupación de los pilotos era que las montañas de
los Andes oscilan entre dos mil y seis mil metros, (teniendo en cuenta que el
pico mas alto de la Cordillera, el Aconcagua, mide siete mil seiscientos
metros) y la mayor altura que podía alcanzar el Fairchild era de seis mil
ochocientos metros. Por lo tanto tendría que atravesar los Andes por algún paso
donde las alturas fueran menores. En el momento en el que el Fairchild llegó a
la cordillera, el auxiliar de vuelo Ovidio Martinez le dio la noticia a los pasajeros
de que era imposible atravesar la cordillera, ya que las condiciones
climatológicas no se lo permitirían, con lo cual debieron aterrizar en Mendoza,
provincia de Argentina.
Allí pasaron una noche y al otro
día a las 14:18 el Fairchild partió de Mendoza rumbo a Santiago, comandado por
el copiloto Dante Lagurara. El avión ascendió hasta llegar a los 6 mil metros
de altura. A medida que avanzaban, un manto de nubes blancas aparecía bajo
ellos, pero esto no era problema, ya que la visibilidad era buena por encima de
las nubes. A las 15:21 Lagurara se comunicó con el control de tránsito aéreo de
Santiago para decirles que sobrevolaban el paso Planchón. Minutos más tarde se
volvió a comunicar para decirles que divisaba Curicó. El avión giró en ángulo recto
para tomar la ruta anterior. Dando por buena la información recibida, la torre
de control autorizó para descender a los 3 mil quinientos metros cuando se
dirigía al aeropuerto de Padahuel.
Cuando el avión descendió penetró
en una nube y comenzó a dar sacudidas. Lagurara conectó las señales de
abrocharse los cinturones y de no fumar ya que los pasajeros estaban yendo de
un lugar a otro y jugando con una pelota de rugby.
El navegante les dijo que el
avión se iba a sacudir un poco, por lo cual debían permanecer sentados, aunque
ya estaban por aterrizar. Minutos después el avión empezó a sacudirse de forma
anormal y luego penetró en
una bolsa de aire que lo hizo
descender varios metros bruscamente. Algunos de los pasajeros se veían
nerviosos y otros para disimular el miedo hacían chistes sobre su situación.
Luego otra bolsa de aire los hizo descender varios metros más hasta sacarlo de
la nube. El paisaje que se veía por las ventanillas, no eran los valles de
Chile, sino, tan solo una inmensa montaña a escasos tres metros del ala. Al ver
esto varios de los pasajeros comenzaron a rezar, otros se miraban aterrorizados
esperando el impacto contra la montaña. El piloto forzó los motores intentando
obtener altura. El avión se elevó un poco, pero el ala derecha tocó la ladera y
se desprendió del fuselaje. Al pasar por encima de este, arrancó la cola del
avión, dejando una salida en la parte trasera de lo que quedaba del Fairchild.
El navegante, el ayudante de vuelo y tres chicos más salieron despedidos por
donde anteriormente estaba la cola. Segundos después el ala izquierda se partió
y una de las aspas de la hélice rasgó el fuselaje. Se oyeron largos gritos de
terror. En lugar de deshacerse, el avión siguió unos segundos más sin alas ni
la cola hasta aterrizar sobre su vientre en la nieve a lo ancho de un gran
valle. En ese momento dos pasajeros mas salieron despedidos por la parte
trasera.
La fuerza de desaceleración hizo
que la base de los asientos se rompiera y que estos aplastaran violentamente a
los pasajeros contra la parte delantera del avión. La distancia entre el punto
de impacto y el lugar donde el Fairchild se detuvo era de cinco kilómetros. Y
la altura del lugar, donde estaban los 32 supervivientes que hasta el momento
quedaban, era de tres mil quinientos metros sobre el nivel del mar.
COMO SOBREVIVIR
En cuanto se encontraron en el
medio de los Andes, los sobrevivientes entendieron que debían mantenerse con
vida unos a otros hasta que fuesen rescatados. La necesidad más urgente era el
agua. En el avión no había ningún tipo de liquido para saciar la sed y era difícil
fundir suficiente cantidad de nieve para todos los pasajeros.
Fue Adolfo Strauch quien
descubrió que en la parte trasera del respaldo de todos los asientos, había una
bandeja metálica de unos 30 por 70 cms. Lo que hizo fue doblarle los lados
hacia arriba y hacerle un agujero en el medio. Hecho esto, la cubrió
parcialmente con nieve y la colocó de cara al sol. A los pocos minutos el sol
calentó la chapa y la nieve comenzó a fundirse formando un chorrito de agua que
caía por el orificio.
Como todos los asientos tenían
una de estas chapas en su respaldo, rápidamente comenzaron a funcionar mas
"convertidores de nieve en agua". Para comenzar a organizarse, se
dividieron en diferentes grupos. El
grupo médico estaba formado por
Gustavo Zerbino, Roberto Canessa y Liliana Methol. Los dos primeros eran
estudiantes de primer y segundo año de medicina, respectivamente. A pesar de su
poca experiencia en la medicina eran los únicos que brindaban seguridad dentro
del grupo. Liliana, a pesar de no saber de medicina ayudaba a Canessa y a
Zerbino, haciendo de enfermera y cuidando a los heridos.
Otro de los grupos estaba a cargo
de la vivienda. Este debía ordenar el avión, tendiendo las mantas de los
asientos al sol y acomodando los almohadones en forma de colchón, a lo largo
del fuselaje.
El tercer equipo era el de los
convertidores de nieve en agua y estaba formado por los mas heridos del grupo.
Como en las cercanías del avión, la nieve estaba manchada de sangre, aceite y
orines, debían ir a buscar nieve más limpia unos metros más allá del avión.
La única comida de la que
disponían era la que llevaban ellos para comer durante el viaje y algunas cosas
que habían comprado en Mendoza.
Como en total eran 29 personas las
que hasta el momento estaban vivas, decidieron que debían racionar los
alimentos y hacerlos durar hasta que fuesen rescatados. De esto se encargaba el
capitán del equipo Marcelo Pérez.
Durante los primeros días a cada
uno le correspondió la medida de una tapa de desodorante cargada con vino, una
cucharada de mermelada y una tableta de chocolate. Juntando algunos de los
hierros que estaban en el avión, Canessa y Maspons construyeron dos camas
colgantes, que serían usadas por los mas heridos.
Gracias a esto había mas lugar en
el suelo, pero los heridos que utilizaban las camas sentían más frío ya que no
recibían el calor de los cuerpos de sus compañeros, por lo tanto, le fueron
confeccionadas mas mantas para protegerse. Carlos Páez, era quien se encargaba voluntariamente
de tapiar el boquete de entrada al avión. Un día lo dejó tan bien, que tuvo que
volver a pararse y abrir un hueco por que había empezado a faltar el aire en el
interior del fuselaje.
Él mismo, era quien tenía
asignado el trabajo de pasar un frasco durante las noches, para que los demás
pudiesen orinar y luego tirar el desecho por un pequeño agujero que daba al
exterior.
La vestimenta estaba provista de
varias prendas superpuestas, la mayoría llevaba varios buzos, tres pantalones,
tres pares de medias, un par de almohadones atados a las botas de rugby (para
no hundirse en la nieve) y como no tenían guantes se los confeccionaron con
medias.
Durante el día, cuando el cielo
estaba despejado, el sol se reflejaba en la nieve y encandilaba a los que permanecían
en el exterior.
Usando partes del avión y la tapa
de una carpeta que encontraron en la cabina, Fito Strauch armó rudimentarios
anteojos de sol con los que podrían evitar la ceguera durante el día. La
solidaridad, la Fe, el compañerismo y el trabajo en equipo, fue sobre todo lo
que ayudaba a subsistir día tras día a los sobrevivientes. Cuando uno de ellos
decaía en ánimo otros iban y se ocupaban de levantarle la moral, de lo contrario,
este deprimía a todos los que se hallaban a su alrededor.
LA AVALANCHA
El día decimosexto que llevaban
en la montaña, día 29 de Octubre, amaneció despejado. Los jóvenes salieron del
avión, tendieron al sol sus mantas y ropas, y se acomodaron en los asientos que
habían armado a largo del fuselaje. Últimamente todo estaba marchando bien y
los grupos trabajaban en completa armonía, ya sea ordenando el avión,
derritiendo nieve o haciendo alguna otra cosa. Numma Turcatti estaba feliz por
dos motivos. Había encontrado la cámara fotográfica de su hermano mayor,
perdida en el accidente, y al día siguiente 30 de Octubre, iba a cumplir 25
años.
A eso de las 18:00, cuando el sol
se había puesto tras las montañas, los muchachos se metieron en el avión.
Comieron, rezaron y se prepararon para acostarse extendiendo en el piso los almohadones
de los asientos.
Diego Storm y Gustavo Nicolich se
sentían deprimidos aquella noche. Su buen amigo Roy Harley hizo lo que pudo
para levantarles el ánimo y alegrarlos un poco. Generalmente Harley dormía
delante de Storm.
Aquella noche decidieron cambiar
los puestos, ya que Storm se sentía incómodo. Harley yacía acurrucado junto a
Nicolich. Mientras tanto los demás se acomodaban bajo las mantas y se iban
durmiendo. Roy Harley todavía permanecía despierto, cuando se oyeron dos
estruendos terribles. Sonaron como truenos. Inmediatamente se abatieron sobre
la débil barricada que cerraba el boquete trasero del fuselaje toneladas de
nieve blanda, invadiendo el fuselaje y la cabina.
El retumbar de un rayo había
producido una avalancha de nieve, que derribó y arrastró el "tapón"
con que habían obstruido la abertura trasera. Todos, menos Roy, que se
incorporó rápidamente al oír el ruido, quedaron sepultados de un momento a otro
bajo casi un metro y medio de nieve. Lo que vio Harley al incorporarse lo dejó
aterrado. El avión estaba casi completamente lleno de nieve y todo lo que
anteriormente cubría el suelo había desaparecido. Roy empezó a cavar hacia su
lado derecho, donde anteriormente se encontraba Carlitos Páez.
Primero le descubrió la cara y
después el torso. Al ver que había manos fuera de la superficie de la nieve, el
muchacho fue a rescatar a otros compañeros. Liberó a Canessa y luego fue por
Adolfo Strauch. Ya habían pasado varios minutos del alud y la mayoría de sus
compañeros permanecían bajo la nieve aún. Los que estaban sobre las camas
colgantes no se vieron afectados en gran parte por la avalancha. Vizintin a
pesar de estar herido y en una cama ayudaba a cavar desde su lugar pero Echevarren
no se podía mover y Nogueira estaba en estado de shock. Hasta ese momento
Harley, Páez, Sabella, Canessa y Adolfo Strauch se hallaban libres y cavando en
la nieve. Cuando Adolfo Strauch se encontraba bajo la nieve, gritaba a su primo
que resistiese.
Mientras tanto Harley ya estaba
llegando a él con sus manos. Una vez que Adolfo Strauch quedo libre, su primo
(Eduardo), Inciarte, Daniel Fernández y François salieron por el mismo agujero
que él había dejado. Todos comenzaron a buscar al capitán del equipo, Marcelo
Pérez, pero al encontrarlo ya había muerto. Roy Harley que había quedado
hundido en la nieve hasta el pecho, oía las voces ahogadas bajo la nieve de sus
compañeros.
Excavó con las manos en busca de
su amigo Diego Storm, con quien había cambiado el lugar hacía instantes. A
aquella altura este esfuerzo era literalmente agotador. Perdió completamente la
sensibilidad en sus manos, que se le congelaban. Cuando Páez se sintió libre
comenzó a buscar a sus amigos Nicolich y Storm, pero se le congelaban las manos
y debía parar para calentárselas con el encendedor.
Se comunico con Gustavo Zerbino a
través de un túnel pero Zerbino le dijo que el se encontraba perfectamente y
que podía rescatar a otro. Finalmente halló a su amigo Nicolich, pero ya era
tarde. Uno de los que no se entregaron fue Fernando Parrado. Había leído que en
caso de avalancha las victimas pueden vivir algunos minutos bajo la nieve. Espero
y cuando sintió que alguien aplastaba su pecho por encima suyo empezó a gritar
pidiendo auxilio.
En el último momento, cuando ya
estaba por entregarse, Carlos Páez llegó hasta su cara. Luego de rescatar a
Nando, Páez buscó asu amigo Diego Storm, pero cuando lo encontró se dio cuenta
que había muerto. Canessa encontró muerto a su amigo Maspons. Roque (el
mecánico) y Menéndez murieron al derrumbarse la barrera, pero parte de ella
salvó la vida de Turcatti y Alfredo Delgado. Algorta se preparaba para morir
cuando una mano llegó a su cara, permitiéndole respirar. Al ir a rescatar a
Javier Methol este les dijo que primero rescaten a su esposa. Methol se liberó
y junto a Zerbino comenzaron a buscar a Liliana. Cuando la encontraron, estaba
muerta.
Javier cayó fulminado en la
nieve, llorando, abrumado por el dolor. Como la nieve había llenado las tres
cuartas partes del interior del fuselaje ahora los sobrevivientes se encontraban
casi contra el techo, con miedo, frío y sin ocho de sus mejores compañeros.
El capitán del equipo, Marcelo
Pérez había muerto. Juan Carlos Menedez y el mecánico Roque estaban muertos en
la entrada. Platero, a quien le habían sacado un tubo del estómago y su herida
había cicatrizando tambien habia muerto. Nicolich y Storm, amigos de Páez
también lo estaban. Liliana Methol, querida y respetada por todos los jóvenes, murió
al lado de su esposo. Daniel Maspons, a quien Canessa halló como si estuviese
durmiendo tampoco sobrevivió a la valancha. Nuevamente comenzaron a sentir que
sus vidas se podrían acabar de un momento al otro.
Los diecinueve sobrevivientes que
hasta el momento quedaban pasaron una noche peor aún que la primera. Una hora
mas tarde del primer alud, otra avalancha cayó sobre el avión pero esta vez
paso por arriba y muy poca nieve pudo llegar al interior. Con esta segunda
avalancha el avión se encontraba completamente enterrado. Ya avanzada la noche
los muchachos estaban cansados y con frío, ya que las mantas, zapatillas y
otras ropas habían quedado bajo la nieve. Debían darse golpes para restablecer
la circulación de la sangre.
Entre tres o cuatro cavaron un
hoyo en el medio de la nieve en el cual algunos podían sentarse con sus piernas
dentro y uno debía permanecer parado en el medio del hoyo saltando sobre sus
pies para que no se les congelasen. Algunas horas más tarde les comenzó al
faltar el aire, entonces Parrado agarró una vara y consiguió pasarla por la
entrada, atravesando la nieve hacia el exterior, de esta manera el oxigeno llegaba
a ellos. La tormenta duró dos días más por lo cual los sobrevivientes debieron quedarse
acurrucados dentro del avión.
El primero de Noviembre seis de
los muchachos salieron del avión a derretir nieve y limpiar las ventanas. Al
día siguiente, el cielo estaba despejado y se organizaron nuevamente en equipos
para quitar la nieve y los cuerpos del interior del fuselaje.
Las víctimas de la avalancha,
finalmente fueron: Gustavo Nicolich, Enrique Platero, Marcelo Perez, Liliana
Methol, Juan Carlos Menéndez, Diego Storm, Carlos Roque y Daniel Maspons
EN LA COLA DEL AVION
El 17 de Noviembre Canessa,
Vizintin y Parrado partieron hacia el este para bordear una ladera y luego
dirigirse hacia Chile. En el camino se encontraron con la cola del avión. Lo
que más les encantó fue la vista de las valijas que se encontraban esparcidas a
su alrededor. Fueron hacia ellas, las abrieron y buscaron en el interior. Encontraron
toda clase de ropas, un equipo de esquí y una caja de bombones de los cuales
comieron algunos. Los tres se sacaron las ropas sucias y las cambiaron por las
más gruesas que pudieron encontrar.
Canessa allí encontró su valija
con sus pulloveres preferidos. Parrado encontró un pasamontañas perteneciente a
su mejor amigo Panchito Abal. Después entraron en la despensa de la cola y allí
encontraron un paquete de azúcar y tres empanadas de carne que comieron
inmediatamente. Detrás de la despensa había un compartimiento para el equipaje
donde encontraron más valijas. En una de ellas encontraron una botella de Ron y,
en otras, varios cartones de cigarrillos. También encontraron cajas de
Coca-Cola, revistas cómicas con las que encendieron fuego y algunos sandwiches
llenos de moho. Pero el descubrimiento más importante fue el de las baterías
del avión. Antes de morir, el mecánico Roque les había dicho que con las
baterías podrían hacer funcionar la radio del avión, el problema era que la
radio estaba en la cabina de los pilotos y las baterías en la cola. Si
conectaban las baterías a la radio podrían trasmitir un mensaje de auxilio y
cancelar los planes de una peligrosa expedición.
Aquella noche la pasaron allí.
Con las baterías Canessa logro encender una bombilla de luz. Comparado con las
condiciones del avión esto era muy cómodo. Al día siguiente siguieron caminando
hacia el nordeste tratando de dar la vuelta hacia Chile pero no lo lograron y
la noche los sorprendió en plena caminata. Allí cavaron un pozo y se
dispusieron a dormir. Pero resulto imposible. El frío era muy intenso y
cualquier abrigo que tuviesen no alcanzaba para entrar en calor. Así que se
vieron obligados a colocarse uno arriba del otro. De esta forma se daban calor mutuamente,
aunque no podían dormir. A la mañana siguiente volvieron a la cola. La comida
ya se estaba acabando así que decidieron volver al avión. Vizintin y Canessa
pasaron al departamento donde estaban las baterías, las separaron de la cola y
se las fueron pasando a Parrado.
Vizintin separo el material
aislante del sistema de calefacción pensando que serviría para su chaqueta.
Cargaron las baterías en un improvisado trineo que construyeron con media
valija. Y partieron ladera arriba, hacia el fuselaje a donde habían dejado a
sus amigos. Las baterías eran demasiado pesadas (cerca de 23 kilos cada una) y
el camino de vuelta era en subida, por lo que decidieron que en vez de llevar
las baterías hasta el avión, desmontarían la radio de la cabina y la llevarían
hasta la cola.
Antes de partir Parrado volvió a
la despensa y escribió "Ir hacia arriba. Todavía quedan dieciocho personas
vivas".
Cinco días después volvieron a la
cola con Roy Harley, el estudiante de Ingeniería, para que conecte la radio. En
el camino se encontraron la maleta de la señora Parrado que entre otras cosas
contenía dulces y dos botellas de Coca-Cola. Pasaron este primer día
descansando y mirando el interior de las valijas nuevas que habían aparecido
alrededor de la cola al fundirse la nieve. Entre otras cosas Fernando Parrado,
encontró una cámara de fotos con película y la bolsa con las dos botellas de
ron y licor que su madre le había dado en Mendoza para que guardara. Bebieron
una de las botellas y reservaron las otras para la última expedición, por si
los planes de hacer funcionar la radio fallaban.
Canessa y Harley se dedicaron a hacer
funcionar la radio a la mañana siguiente. A pesar de todos sus intentos,
fracasaban una y otra vez. Sus esperanzas incrementaron cuando Vizintin
encontró el manual de instrucciones del Fairchild, pero al buscar el cápitulo
de "comunicaciones" descubrieron que el viento había arrancado varias
paginas. Mientras tanto Parrado y Vizintin se dedicaban a seguir buscando en
las valijas, sacar fotos o encender fuego. Al tercer día se dieron cuenta de
que los alimentos se estaban acabando por lo que Parrado y Vizintin volvieron
al fuselaje, dejando solos a Canessa y a Harley para que continuasen con su
trabajo. Dos días después regresaron y se encontraron con que Harley, con la
ayuda de Canessa había hechotodas las conexiones necesarias pero de todas
maneras no podían captar ninguna señal exterior.
Cuando conectaron las baterías a
la radio a transistores que ellos llevaban lograron sintonizar varias emisoras.
Escucharon la noticia de que un C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya reanudaría la
búsqueda del Fairchild por lo que decidieron hacer una cruz con los bolsos y
ropas a pocos metros de la cola. Para entonces ya estaban prácticamente convencidos
de que no lograrían hacer funcionar la radio, aunque Canessa seguía
intentándolo y se oponía a regresar al avión. Finalmente, a pesar de todos los
intentos, todos los resultados fueron negativos. Por lo que después de pasar su
ultima noche en la cola decidieron regresar al avión sin que antes Harley
destruyera la radio a patadas.
Fernando Parrado en
la cola del avión.
LA EXPEDICION DE LA ESPERANZA
Luego de varias discusiones, el
día número sesenta y dos, Roberto Canessa, Fernando Parrado y Antonio Vizintin
salieron en su última expedición hacia Chile. Se llevaron consigo la brújula
del avión, los planos y una bolsa de dormir fabricada con una parte aislante de
la calefacción del avión a la cual debieron coser con los cables pertenecientes
a los circuitos. Los demás supervivientes les habían preparado una ración
especial de comida que duraría quince días. Cada uno de los tres
expedicionarios se había preparado su mochila (hechas con pantalones) con las
cosas que irían a necesitar. Los tres llevaban anteojos para el sol, un tubo de
aluminio para apoyarse, los almohadones del avión (usados como botas), varios
Jersey, cuatro pares de calcetines y demás ropa de abrigo. Después de una breve
y emotiva despedida con sus compañeros, caminaron bordeando la ladera de la
montaña más próxima que se encontraba al oeste. El problema era que la
pendiente era muy pronunciada y alta en todas sus partes, por lo cual costaría
mucho la ascensión. Consultaron a la brújula y comenzaron a trepar por la
ladera de la montaña.
Asi estuvieron a lo largo del dia
y cuando el sol se ocultó, todavía no habían encontrado un lugar apropiado para
dormir, por lo cual empezaron a alarmarse. Con desesperación empezaron a buscar
un sitio más o menos plano para poner el saco de dormir y no deslizarse colina
a bajo mientras dormían. Finalmente Parrado encontró una roca en la cual se había
formado una trinchera dónde podrían pasar la noche.
Al segundo día de ascensión,
mientras descansaban, Canessa aseguró ver una carretera hacia el lado de
Argentina y lo comentó con los otros dos. El deseaba volver al avión para luego
dirigirse hacia la carretera. Pero Parrado creía imposible que lo que veía sea
una ruta ya que se dirigía hacia el este y Chile estaba hacia el oeste. Llegó
la noche del segundo día y todavía no habían llegado a una conclusión.
Al día siguiente, tercero de su
ascensión, llegaron a un acuerdo. Parrado había llegado a la cima de la montaña
y con desilusión, se encontró con que todo lo que lo rodeaba eran montañas. En
la lejanía descubrió dos montañas sin nieve, entre las cuales debía haber un
valle donde encontrarían su salvación. Como pensaron que si seguían camino hacia
esas dos montañas, la comida se agotaría, decidieron que Vizintin debía
regresar para que a ellos dos les durase mas la ración. En la mañana del 15 de
Diciembre, Vizintin descendió hacia el avión tardando solo 45 minutos.
Al día siguiente Canessa y
Parrado siguieron la ascensión hacia la cumbre, hazaña que Parrado había
conseguido dos días atrás. Tardaron tres horas en llegar y allí buscaron el
mejor camino para descender. Llegada la tarde, y habiendo descendido un buen
tramo del camino, se dispusieron a dormir. Al mediodía del día 17 de Diciembre llegaron
a la base de la montaña y siguieron andando por el valle que habían acordado
cuando estaban en la cima de la montaña. En una de las paradas que hicieron
para descansar vieron un pequeño arrollo y a su lado descubrieron musgo y
juncos.
Era el primer signo de vegetación
que veían desde el día del accidente. Dos días más tarde por la mañana, Canessa
vio un grupo de vacas, lo que los alentaba a seguir caminando. Más adelante
encontraron los primeros signos de civilización, (una herradura, una lata de
sopa, árboles talados, etc). Después de esto se acostaron a dormir, estando
seguros de su salvación. En el día 20 de Diciembre, cuando ya se estaban
poracostar, después de haber caminado otro largo tramo, Canessa reconoció a un
hombre a caballo del otro lado del río y empezó a gritarle a Parrado para que
fuera a su encuentro, ya que él no podía caminar. Parrado corrió hacia donde se
encontraba el jinete, pero no lo vio, por lo que regresó junto a Canessa quién
también lo había perdido de vista. Mas tarde oyeron un grito y esta vez vieron
a tres hombres del otro lado.
Los dos pidieron socorro
desesperadamente e hicieron gestos de súplica. Uno de los tres hombres se
acercó a la orilla del río y gritó algo, de lo cual Canessa y Parrado solo
pudieron entender "mañana". Finalmente se acostaron a dormir felices
por lo acontecido.
A la mañana siguiente, los dos
sobrevivientes volvieron a ver a los tres hombres al lado de la cabaña. Parrado
se acercó al río y le gritó algo a las personas. Uno de ellos (Sergio Catalán)
bajó hacia la orilla y en un papel escribió: Va a venir luego un hombre a
verlos. ¿Que es lo que desean?. Después de escribir esto, envolvió el papel en
una piedra y se lo lanzó a Parrado. Este escribió lo siguiente: "Vengo de
un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos
caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas
heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos como. No tenemos comida.
Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar a arriba?. Por favor, no podemos ni
caminar. ¿Dónde estamos?". Cuando terminó, hizo lo mismo que el arriero
para devolver el papel.
Sergio Catalán lo leyó e indicó
que había entendido. Antes de irse, el arriero arrojó cuatro panes al otro lado
del río y luego se fue a caballo.
Unas horas mas tarde llegó un
hombre al lugar dónde estaban Canessa y Parrado y les dijo que Sergio Catalán
había ido a notificar la noticia al pueblo más cercano. Finalmente, a setenta
días del accidente y de nueve de caminar a través de las montañas, habían
encontrado la salvación.
EL RESCATE
Canessa y Parrado.
Detrás el arriero Sergio Catalán
Luego de que Sergio Catalán haya
leído el mensaje Parrado se fue a donde estaba Canessa para comer los panes que
el arriero les había lanzado por encima del Río. Poco tiempo después llegó un
hombre a caballo al lugar dónde estaban Canessa y Parrado. Brevemente le explicaron
su aventura al arriero quien les dio queso y luego los llevó a una cabaña en
Los Maitenes donde los dos sobrevivientes comieron sin pausa.
Allí, junto a un tercer jinete,
los nativos les explicaron que la persona que los había descubierto había
salido por la mañana para llevar la carta al puesto de carabineros más cercano.
Horas más tarde Sergio Catalán arribó a Los Maitenes junto a un grupo de
carabineros, quienes escucharon con atención la historia de los dos
sobrevivientes.
Cuando Canessa y Parrado
terminaron de hablar, el jefe de carabineros mandó a pedir tres helicópteros a
Santiago, para el rescate de los demás sobrevivientes.
Al día siguiente, viernes 22 de
Diciembre, había neblina. Poco antes del mediodía, mientras Roberto Canessa y
Fernando Parrado en Los Maitenes desayunaban, Canessa y Parrado, escucharon un
ruido extraño en la lejanía. Se oía como una muchedumbre. Al asomarse, los dos sobrevivientes
notaron a una multitud de periodistas que se acercaban hacia ellos haciendo
preguntas.
Esto sorprendió de sobremanera a
Canessa y a Parrado ya que nunca habían imaginado el apetito sensacionalista de
la prensa mundial, pero igualmente se sentían contentos de responder a sus
preguntas. Los helicópteros llegaron a los Maitenes aproximadamente después de
las 10 am. Tres horas después había bastante visibilidad por lo que los pilotos
decidieron partir hacia el Fairchild (dos de los tres helicópteros). A las 13
salieron los dos helicópteros con: Carlos García (comandante), Jorge Massa
(comandante), dos mecánicos, un asistente sanitario, tres miembros del S.A.R. y
Parrado para indicar el lugar del avión. Ya en viaje, Parrado reconocía todo lo
que veía hacia abajo. Una vez adentrados en las montañas el helicóptero se
encontró frente a una enorme ladera. Cuando García pregunto hacia donde iban
ahora, Parrado contestó - Hacia arriba -. Al escuchar esta respuesta García
quedó anonadado ya que le parecía imposible que dos personas en situación de sobrevivientes,
hubiesen podido descender por aquella montaña. A medida que ascendían el aire
se hacía más ligero y había más torbellinos.
El helicóptero se sacudía
peligrosamente y comenzó a vibrar cada vez más fuerte. Cuando conquistaron la
cima el altímetro marcó 4500 metros. En repetidas oportunidades el helicóptero
fue rechazado por las corrientes de viento al intentar sobrepasar la montaña.
Estuvieron a punto de estrellarse contra la ladera pero el piloto lo intento
por una parte mas baja y lo logró. Una vez del otro lado, Parrado vio a través
del valle un pico que reconoció, pero no divisaba al Fairchild.
Entre gritos comunico al piloto
que descienda. Segundos después encontró el aparato en la nieve y alrededor a
sus compañeros con los brazos abiertos hacia el cielo. Los dos helicópteros
comenzaron a descender hasta que los restos del Fairchild se hicieron visibles.
Aquella mañana los catorce sobrevivientes que habían quedado en el avión se
habían enterado de su suerte a través de una radio a transistores que escuchaban
todas los días. Después de oír las noticias gritaron a las montañas que estaban
salvados y agradecieron a Dios por la merecedora noticia. La moral cambió de un
momento a otro dentro del grupo.
Varios se prepararon para el
rescate, cambiándose de ropa, peinándose y lavándose como fuera posible. Otros
planearon lo que harían después de que los helicópteros llegasen. Nada pasó sino
hasta después del mediodía. Cerca de la una vieron volar en el nordeste a los helicópteros.
Los que se encontraban en el exterior comenzaron a hacer señas, a gritar y a
llorar. Se abrazaban emocionados y agradecían al cielo por su salvación. Cuando
uno de los helicópteros pasó por encima de sus cabezas, los sobrevivientes
pudieron ver a Nando que se asomaba por uno de los lados.
También pudieron ver que desde el
otro helicóptero estaban haciendo fotografías y filmando. Finalmente, después
de un cuarto de hora uno de los helicópteros tocó la nieve.
Arrojaron un paquete por la
puerta y a continuación bajaron dos hombres. El primero de ellos era un
andinista y el segundo, un asistente sanitario. Los dos extraños fueron
saludados compulsivamente por la mayoría de los sobrevivientes. Dos de los
jóvenes caminaron hacia el helicóptero en el cual se encontraba Parrado y
subieron.
Como García creyó que la máquina
no soportaría mucho mas peso se elevó y dejó tiempo para que el piloto del otro
helicóptero (Massa) haga la misma maniobra dejando a dos andinistas mas. Aquel
día fueron rescatados Daniel Fernández, Alvaro Mangino (en el primer
helicóptero); Carlos Páez, Pedro Algorta, Eduardo Strauch e Inciarte (en el
segundo helicóptero). Dejaron abajo a los demás sobrevivientes a cargo de los tres
andinistas y el ayudante sanitario y de allí partieron hacia Los Maitenes. Al
bajar de los helicópteros en Los Maitenes todo era alegría. Los sobrevivientes
se abrazaban unos a otros revolcándose por el pasto como si fueran chicos.
Cuando pasó esta primera hora de entusiasmo los sobrevivientes se decidieron a
comer todo lo que estuviese a su alcance.
Los examinó el equipo médico y se
descubrió que todos sufrían de desnutrición y falta de vitaminas, pero ninguno
se hallaba en estado crítico. En consecuencia los ocho supervivientes
recuperados de la montaña podían esperar en los Maitenes mientras los
helicópteros recogían a los demás. Pero aquella tarde se decidió que las
condiciones atmosféricas no eran favorables para volver al lugar, por lo tanto
el rescate de los demás sobrevivientes se realizaría al día siguiente y los que
ya estaban rescatados serían trasladados al Hospital de San Fernando. Mientras
tanto, en el lugar del accidente los sobrevivientes le fueron contando a los
andinistas como habían vivido en tan reducido espacio.
Los visitantes examinaron a los
ocho supervivientes, atendiendo primero a su salud y luego a sus estómagos
hambrientos. Alrededor de las cuatro de la tarde se hizo evidente que los
helicópteros no volverían aquel día. De repente la elevada moral de los
sobrevivientes dio paso al triste pensamiento de pasar una noche más en el
avión. Los andinistas al darse cuenta de esto hicieron todo lo posible para
levantarle los ánimos al grupo. Cayó la noche y los sobrevivientes invitaron a
los cuatro chilenos a quedarse en el avión, pero los visitantes se mostraron reacios
y armaron una carpa a unos metros del avión.
LOS OCHO
Ultima noche de los
sobrevivientes en el avión muchachos se sintieron ofendidos cuando rechazaron
su hospitalidad y le dijeron a los chilenos que si al menos uno no pasaba la
noche en el avión, a medianoche arrancarían las estacas de la carpa. Eligieron
a uno de los andinistas ya que al día siguiente sería su cumpleaños. Aquella
noche nadie durmió y se la pasaron hablando sobre la vida de los andinistas y
la aventura que los sobrevivientes habían pasado.
A la mañana siguiente se
desayunaron con té y galletas. Sobre las diez de la mañana aparecieron los tres
helicópteros. Describieron círculos por encima de los restos del Fairchild por
algunos minutos y por fin descendieron. Uno por uno los sobrevivientes fueron
acercándose para subirse. Una vez que las tres máquinas se encontraron
cargadas, los pilotos decidieron elevarse y emprender el viaje de vuelta hacia
los Maitenes.
Sergio Catalán (El
Arriero ) y Fernando Parrado