martes, 1 de enero de 2013

2 de enero de 1865: Leandro Gómez y La Heroica defensa de Paysandú




"Debemos jurar en presencia de Dios y a la vista de nuestra Patria amenazada, morir mil veces luchando contra extranjeros y traidores, sin mirar el número, antes de consentir que la libertad del pueblo oriental y su independencia sean pisoteadas". Declaratoria en los festejos del Día de la Independencia en la ciudad de Paysandú, 25 de agosto de 1864.

Desde que estaba en la escuela, había sentido nombrar a “La Heroica”, y sabía que era algo relacionado con el departamento de Paysandú, pero no tenía conocimiento de qué cosa era realmente. En mi último cumpleaños, en abril, me regalaron el libro No robarás las botas de los muertos, de Mario Delgado Aparaín, que cuenta cómo se desarrollaron los hechos que llevaron a que un reducido grupo de hombres, la mayoría afines al Partido Blanco, decidieran oponerse con todos sus medios a las fuerzas coloradas de Venancio Flores, que con el apoyo del ejército imperial brasileño pretendían tomar la ciudad de Paysandú, en lo que posteriormente sería conocido como “La heroica defensa de Paysandú”. Este grupo de hombres, la mayoría mal entrenados pero con mucha voluntad y compromiso para con su patria, fueron comandados por el General Leandro Gómez, fiel defensor de la independencia y leal servidor del gobierno nacional, aún cuando éste lo dejara solo en su lucha.

La Heroica


Para 1839, los conflictos de intereses entre los patriotas nacionales, los unitarios y federales argentinos, los imperialistas brasileños, y los remanentes de las influencias extranjeras en la región, principalmente portugueses, ingleses y españoles, llevaron a que se desatara una guerra de gran magnitud, que sería conocida como Guerra Grande. Durante el transcurso de ésta, el general blanco Manuel Oribe se propuso retornar al gobierno de la República, cargo que que había usufructuado bajo las condiciones de la Constitución de 1830, desde 1834 y hasta que el general colorado Fructuoso Rivera impulsara un golpe de estado logrando hacerse con el gobierno en Montevideo en 1838.

Gral Manuel Oribe


Así, en 1843 Oribe emprende una cruzada desde la otra orilla del Río Uruguay con el objetivo de establecer el sitio de Montevideo. De esta manera, y hasta 1951 cuando finalizara la Guerra Grande, el país quedaría dividido en dos, con sendos gobiernos paralelos: por un lado el Gobierno de la Defensa, por parte de los colorados en Montevideo, y el Gobierno del Cerrito, por parte de los blancos a pocos kilómetros de la ciudad (cerca de donde hoy se encuentra el barrio Cerrito de la Victoria). Gracias a la colaboración de los imperialistas portugueses, los colorados logran obligar a los blancos sitiadores a retirarse, dando así por finalizada la Guerra Grande.

Luego de la Guerra Grande siguió un período de relativa calma, en el que incluso un hombre del Partido Nacional, como Bernardo Berro, logró acceder a la presidencia de la República en 1860. Sin embargo, la situación social y económica era más que deplorable, con el campo destrozado y abandonado, enormes deudas para con gobiernos extranjeros y la situación política extremadamente inestable.

Bernardo Berro



El 19 de abril de 1863 el caudillo colorado Venancio Flores, exiliado en Buenos Aires, emprende una cruzada con el fin de derrocar el gobierno de Berro; mientras sus partidarios la asimilaron a la cruzada libertadora de 1825 encabezada por Juan Antonio Lavalleja, sus opositores los consideraban traidores a la patria. Flores gozaba por entonces del apoyo del presidente argentino Bartolomé Mitre, quien comandaba al ejército unitario, enemigo de los federales que habían respaldado a Oribe durante la Guerra Grande. Aún existen discusiones sobre las causas que llevaron a Flores a buscar el derrocamiento del gobierno blanco de Berro, pero se destacan como principales razones su propia voluntad de ser presidente de la República, la oposición de los blancos a que la Iglesia Católica tuviera influencia en el gobierno (los colorados se habían autoproclamados defensores de la Iglesia), y la prohibición de recordar a los mártires colorados de Quinteros. Además, se suele destacar que Berro era aliado de Franciso Solano López, gobernador del Paraguay, acérrimo enemigo de los unitarios argentinos y los imperialistas brasileños, aliados de Flores.

Venancio Flores



Con un contingente de hombres más bien escaso, pero sabiéndose respaldado por Pedro II de Brasil y por muchos de los grandes influyentes argentinos (a pesar de que Mitre, presidente argentino, dio su palabra al gobierno nacional establecido que no habría de apoyar a los invasores, que de libertadores tenían poco pues eran apoyados más por extranjeros que por criollos), Flores emprendió su cruzada desde el Rincón de las Gallinas, en el actual departamento de Río Negro, con el objetivo de avanzar hacia el sur hasta llegar a la capital y derrocar al gobierno constitucional. Luego de pasar por algunos pueblos y tomar la ciudad de Salto, llegó a la ciudad de Paysandú, desde siempre un bastión blanco y pieza fundamental de la defensa nacionalista. Por su ubicación y significado para la resistencia, resultaba imperioso para los colorados tomar la ciudad, lo que en principio no debería constituir un problema ya que estaba habitada mayoritariamente por familias, con gran número de mujeres y niños, y relativamente pocos hombres entrenados en cuestiones militares.

Luego de un primer intento de sitio a principios de 1864, fallido debido a la escasez de hombres y la amenaza de las fuerzas oficialistas cercanas (también reducidas), el sitio fue finalmente establecido sobre el final del mismo año, con el apoyo de parte de la flota naval imperialista portuguesa bajo el mando del Marqués de Tamandaré, a los servicios de Pedro II, cuyos buques estaban fondeados en las cercanías de la costa, y una fracción del ejército profesional brasileño. Los defensores de la ciudad ascendían a poco más de 1000 hombres y algunos jóvenes mayores de 14 años, mal armados y con pocas perspectivas de recibir apoyo en el futuro inmediato, particularmente luego de que algunos barcos pertenecientes a las armadas de Francia, Inglaterra y España fueran conminadas por sus respectivos embajadores a no tomar parte en el conflicto bajo el principio de neutralidad. Al mando de la defensa se encontraban los coroneles Leando Gómez y Lucas Píriz.

Leandro Gómez



Una vez establecido el sitio, Flores envió una carta dirigida el jefe de la defensa:
“El General en Jefe del Ejercito Libertador. Cuartel general, frente a Paysandú, Diciembre 3 de 1864. El abajo firmado General en Jefe del Ejercito Libertador pone a V.S. de plazo para la entrega de la plaza con su guarnición y todos los elementos de guerra que ella contiene, hasta pasado mañana 5 del corriente, a la hora de salida del sol. Efectuada la entrega de la plaza los Jefes y Oficiales de esa guarnición obtendrán sus pasaportes para al paraje que designen, pudiendo permanecer en el seno de la República los que así lo soliciten. Vencido el plazo fijado, y procediéndose enseguida al ataque, V.S. pagará con su vida las consecuencias o desastres que puedan ocasionarse. Para concluir, diré a V.S. que para evitar que las familias sufran algún daño debe V.S. notificar a la población lo antedicho, pudiendo disponer de todo el día de mañana las personas que quieran dejar la ciudad. Dios guarde a V.S. por muchos años. Venancio Flores”

La respuesta de Gómez fue categórica: “cuando sucumba”. A la carta de Flores siguió otra del Marqués de Tamandaré, quien indicaba que se aprestaba a bombardear la ciudad y que de no rendirse aceptaba ser responsable de los daños que dicho bombardeo causaría. La respuesta de Gómez volvió a ser negativa, añadiendo que, de llevar adelante su ataque, lo haría impunemente ya que sabía que no contaba con el equipamiento para defenderse y mucho menos responder. Tras esto, el coronel Gómez se presentó a caballo y con su mejor uniforme ante los que se aprestaban a defender la ciudad y exclamó “¿Juráis vencer o morir en la defensa de esta Plaza?”, recibiendo como respuesta un efusivo “Sí, juramos” de todos los presentes. Esta escena, así como gran parte de la historia referida al sitio de Paysandú y su “heroica defensa”, fue relatada por el capitán Hermógenes Masanti, colaborador cercano del coronel Leandro Gómez, en su Diario de Guerra, que más tarde sería publicado como libro, y en el cual relata día a día los eventos ocurridos, con su particular visión desde el punto de los sitiados, a pesar de todas las carencias y necesidades por las que atravesaba; este mismo libro fue tomado como base por Delgado Aparaín para construir su novela.

Con el paso de los días la situación dentro de la ciudad fue haciéndose crítica a medida que las paredes iban cayendo bajo los ataques externos, el número de hombres muertos y heridos iba creciendo y las reservas de alimentos y municiones se esfumaban. Los defensores lograron una tregua para permitir que las mujeres, los niños, los heridos y los extranjeros pudieran abandonar la ciudad, al tiempo que esperaban ganar tiempo para que una supuesta ayuda llegara, pudiendo ésta venir desde el Paraguay enviada por Solano López, lo que nunca fue hecho, desde la capital enviada por el gobierno oficialista, aunque los blancos en la capital no estaban dispuestos a marchar hacia el interior y abandonar la ciudad, o desde la otra orilla del Río Uruguay, pero Justo José de Urquiza decidió mantenerse neutral (a pesar de que uno de sus hijos formaba parte de la defensa) y Juan Saa, el único que intento acudir en socorro de sus aliados fue detenido por fuerzas coloradas en el departamento de Río Negro. Para peor para los defensores, los que incrementaban sus fuerzas eran los sitiadores, que recibían con música y banderas al ejército imperialista brasileño.

Plano de la Defensa de Paysandú


En el último día del año, ya era patente que la resistencia no duraría muchas horas más. Con esto presente, Gómez convocó a todos sus oficiales con el objetivo de resolver cómo continuar. Las opiniones eran acordes: no quedaba otra que rendirse. Según relata Masanti, “el Comandante Aberastury indicó que el Honor Nacional estaba salvado, y que no le parecía deshonroso entablar negociaciones” con los sitiadores; sin embargo, éstos últimos solo esperaban una rendición incondicional, o la destrucción total.

Luego de enviar un par de cartas a los sitiadores, Gómez decidió arriar la bandera punzó que marcaba la disposición al combate e izar en su lugar la blanca para pedir una tregua. Sin embargo, esto último fue mal interpretado por los sitiadores, quienes se convencieron que habían obtenido la rendición total de los defensores. Lo cierto es que los pocos defensores que podían prestar resistencia eran demasiado escasos, y quedaban porciones de la ciudad muy mal defendidos, lo que fue aprovechado por las fuerzas de Flores para ingresar en ella y tomar la plaza, con prácticamente nula resistencia de Gómez y sus seguidores. Para entonces, Píriz ya había fallecido debido a heridas recibidas. Pocas horas después, el general Leandro Gómez (ascendido a dicho rango por Atanasio Aguirre, sucesor de Berro en la presidencia) sería fusilado, al igual que la mayoría de los oficiales que lo acompañaron en su heroica defensa de una ciudad que no solo fue importante por su ubicación estratégica o por su simbología para los blancos, sino porque significó la honorable defensa de la independencia ante un ataque extranjero liderado por un criollo traidor.

Bombardeo a Paysandú


Luego de tomar la ciudad de Paysandú, Flores siguió su camino rumbo al sur, tomando Florida el 4 de agosto y entrando finalmente en Montevideo el 21 de diciembre de 1864. Desde entonces, estableció un gobierno provisorio, que se extendería hasta 1868, año en que sería asesinado. Durante su gobierno, la persecución hacia los “blanquillos” fue intensa, y comprometió al país en la Guerra de la Triple Alianza, en la que junto a Argentina y Brasil atacaron al Paraguay gobernado por Solano López, por entonces la principal potencia americana, y ejemplo de desarrollo y civilización en la región.


Leandro Gómez


José María Leandro Gómez Calvo nació en Montevideo el 13 de abril de 1811, décimo hijo del gallego Roque Gómez y la criolla María Rita Calvo. Por entonces, la ciudad estaba regida por el virrey Francisco Javier de Elío, y se encontraba sitiada por las fuerzas revolucionarias de José Artigas.

Fervoroso militante del Partido Blanco (luego Partido Nacional), llegó a ser hombre de confianza del que fuera presidente de la República Manuel Oribe. Desde 1837 formó parte de la Guardia Nacional, alcanzando el grado de Capitán y participando en varias batallas con buenos resultados.

En 1843 participó en el sitio de Montevideo, en el marco de la Guerra Grande, con el objetivo de permitir que Manuel Oribe recobrara la presidencia de la República, que le había sido arrebatada por Fructuoso Rivera en 1838 tras dar un golpe de estado. Cuando los blancos establecieron el Gobierno del Cerrito, un gobierno paralelo al Gobierno de la Defensa colorado, Gómez fue designado Oficial Ayudante del General Oribe.

En 1860 fue ascendido al rango de Coronel, y al año siguiente fue designado Oficial Mayor del Ministerio de Guerra y Marina. En 1863 fue designado Comandante Militar de Salto, y posteriormente trasladado con el mismo cargo a Paysandú.

Cuando el General Venancio Flores invadió Uruguay con el objetivo de volver a hacerse con el gobierno, Leandro Gómez lideró la defensa de la ciudad de Paysandú, un bastión blanco y ubicación estratégica de suma importancia. A pesar de contar con muy pocos hombres, escasas armas y municiones y prácticamente nulo abastecimiento de alimentos, logró resistir casi dos meses ante los constantes ataques de los levantados colorados apoyados por el ejército profesional imperial brasileño, incluido parte de su flota marina de guerra.

En la madrugada del 2 de enero de 1865, tras ser tomada la plaza de la ciudad, Gómez fue hecho prisionero.

Basilica de Paysandú tras el ataque


Un jefe compatriota suyo llegó entonces y reclamó el prisionero en nombre del general Flores, ofreciéndole las seguridades más cumplidas de su vida.  Aquel  Jefe fue el después general Francisco Belén, quien al llegar a su cuartel fuera de trincheras, acomodó sus prisioneros y mandó ensillar su caballo para conducirlos a presencia del general Flores, cuando se presentó un ayudante del coronel Gregorio Suárez trasmitiendo una orden de éste de que le entregase al general Gómez, y demás acompañantes.  Conducidos a presencia de Suárez, éste ordenó al teniente coronel Juan Rodríguez que los llevara “donde sabía”.  Este último era sobrino del primero.

Última foto de Leandro Gómez y su gente


El heroico general Leandro Gómez fue conducido a la casa de Máximino Rivero para ser ejecutado; ante el pelotón encargado de tan desgraciada misión, el Héroe dio una postrer prueba de sublime entereza, no permitiendo que le vendasen los ojos y dando la voz de “¡fuego!”.  “Recibió cuatro balazos en la caja del cuerpo –dice el historiador Antonio Díaz- de cuyas heridas no salió una sola gota de sangre, quedando un círculo amoratado en el paraje por donde habían penetrado las balas”.  Un individuo llamado Eleuterio Mujica, proveedor de las fuerzas de Flores, se acercó al cadáver del general Gómez y le arrancó la larga pera que usaba,  Junto con Gómez fueron fusilado Braga, Fernández y uno de los ayudantes del primero, y otros.

Así cumplió Leandro Gómez el párrafo que estampó en una carta al general Lucas Moreno, el 16 de marzo de 1864.  En él dice: “… y que en este Departamento se necesitan fuerzas y quien las sepa mandar, y que yo he dado pruebas de que sé mandar, de que sé batirme sin jamás fijarme en el número, aunque no haya suficientes tropas, que yo sé hacer suplir con las condiciones que son mi propiedad”.

Profundamente partidario de la independencia, era también admirador y seguidor de José Gervasio Artigas, incluso cuando la figura de éste no gozaba de la mayor popularidad y se regaba una leyenda negra que lo identificaba con un maleante peligroso y enemigo del gobierno. Si bien participó con buen suceso en varias batallas y conflictos, su participación más importante fue la defensa heroica de la ciudad de Paysandú, a la que otorgó tanta importancia por su ubicación estratégica como por su significado de defensa de la independencia, del gobierno constitucional y de la necesidad de oponerse con todo lo que esté a su alcance a los invasores, sean éstos extranjeros o nacionales traidores.

Una vez muerto, su cuerpo debió ser incinerado pero los restos óseos fueron rescatados por algunos de sus antiguos colaboradores y trasladados a Concepción del Uruguay, en Argentina, donde fueron ocultados por un cura, el cual sabiéndose en riesgo, optó por entregarlos a una vecina. Esta, a su vez, contando con una edad avanzada y con miedo de que se perdieran o cayeran en manos equivocadas decidió dárselos a un familiar de Leandro Gómez. En 1884 el entonces presidente Máximo Santos hizo gestiones para repatriar sus restos y darles sepultura en el Cementerio Central, en Montevideo. En 1965 los habitantes de Paysandú propusieron que, a modo de homenaje, se construyera un mausoleo en el cementerio de la ciudad donde fuesen colocados sus restos, pero la idea no prosperaría debido a una carta supuestamente escrita por el propio Gómez en la cual declaraba que su deseo era ser sepultado en Montevideo junto a su esposa. Sin embargo, en 1984, durante la dictadura cívico militar, los restos fueron finalmente trasladados a Paysandú, aunque siempre se mantuvo la discusión si los restos que allí se encuentran son realmente los del General o sus familiares los sustituyeron por otros, o incluso que la urna se encontraba vacía.

Mausoleo en el que descansan los restos del Gral. Leandro Gómez


Los Olimareños: Al Gral. Leandro Gómez