jueves, 10 de enero de 2013

11 de enero de 2009. Muere Pío Laghi: colaborador de la dictadura militar




El cardenal que ofició como nuncio en Argentina entre 1976 y 1980 falleció el 11 de enero de 2009 en Roma, debido a una enfermedad hematológica que derivó en una insuficiencia cardiovascular.

Laghi tuvo una controvertida actuación durante los cuatro años en los que se desempeñó como nuncio apostólico en la Argentina de la dictadura. 

Fortunato Mallimaci
Para el sociólogo y especialista en religión Fortunato Mallimaci, Laghi es "el típico caso de un embajador del Vaticano que deja en evidencia la complicidad entre la dictadura y una Iglesia, que nunca denunció los delitos de lesa humanidad que se cometían en el país".


El ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, sostuvo que "más allá de la buena voluntad" que pudiera haber tenido Laghi por salvar vidas, "lo que se debe juzgar es la vinculación de la Iglesia con el gobierno de la dictadura".


No obstante, recordó que durante los años de plomo, el enviado del Papa, Paulo VI, "nunca recibió a las Madres, ni a la Abuelas de Plaza de Mayo, como tampoco organizó espacios de solidaridad con los perseguidos políticos, como si ocurrió en otros países de Latinoamérica".


Georg Gaenswein

Tres días antes de su fallecimiento el cardenal Laghi había recibido la visita del secretario del Papa, Benedicto XVI, monseñor Georg Gaenswein.

A pesar de estar enfermo, Laghi participó en diciembre en la audiencia de la Curia con el Papa en oportunidad de los saludos navideños. Laghi, cardenal desde 1991, fue delegado apostólico en Tierra Santa y amigo personal de Golda Meir y entre 1976 y 1980 fue Nuncio en Argentina.



Además tuvo excelentes relaciones con el ex dictador paraguayo Alfredo Stroessner
Luego se desempeñó en la sede diplomática vaticana en Washington hasta 1990, primero como delegado apostólico y luego como primer nuncio ante la administración estadounidense; mientras que desde 1990 hasta 1999 fue prefecto de la congregación católica.
Entre sus actuaciones ligadas a la Argentina, Laghi tuvo participación durante la mediación del Papa Juan Pablo II que evitó un conflicto bélico entre la Argentina y Chile por el Canal de Beagle, a fines de 1978 y que benefició a Chile casi con un 52% de los territorios en disputa.

 
El nuncio Laghi: El relato de Emilio Fermín Mignone

Emilio Fermín Mignone



Emilio Fermín Mignone, en su libro "Iglesia y dictadura" se refiere ampliamente a Pío Laghidiciendo lo siguiente:

"Ha sido objeto de una polémica que obtuvo en su momento resonancia, la actuación durante la dictadura militar del nuncio de la Santa Sede en la Argentina, Pio Laghi, quien pasó a desempeñar iguales funciones en los Estados Unidos.


Quiero contribuir a aclarar la cuestión con los elementos de juicio de que dispongo y transmitir mi punto de vista.






El Periodista de Buenos Aires
El nombre de Laghi, que no había sido mencionado en relación con estros episodios, saltó a la luz pública con motivo de figurar en una nómina de 1.351 personas vinculadas con la represión publicada en el mes de noviembre de 1984, por la revista "El Periodista de Buenos Aires". Esta inserción dio lugar a una larga serie de desmentidos y protestas, tanto en la Argentina como en el exterior.




El Periodista explicó que la lista en cuestión había sido elaborada por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, sobre la base de su documentación, omitiéndose en el informe denominado Nunca más.


La existencia de la nómina fue negada por Alfonsín y por algunas autoridades de la CONADEP. Me consta, sin embargo, que fue efectivamente preparada por personal de la Comisión pero se decidió no publicarla luego de conversarse sobre el tema con el presidente de la Nación, a quien se le entregó una copia confidencial. Era inevitable que trascendiera. La revista la obtuvo de un empleado de la CONADEP.

Ernesto Sábato entrega al Presidente Alfonsín el Informe de la CONADEP
 
La Lista se confeccionó colocando por orden alfabético los nombres de los aludidos en alguno de los centenares de testimonios que recibió la Comisión. Dentro del ámbito eclesiástico figuran 15 sacerdotes católicos, entre ellos Antonio José Plaza, arzobispo de La Plata; los obispos Blas Conrero, de Tucumán y José Miguel Medina de Jujuy; monseñor Emilio Grasselli –de quien me he ocupado extensamente–, el presbítero Christian von Wernich y varios capellanes militares, mencionados en el primer capítulo. Mientras algunos de los testimonios referidos a estos últimos figuran en las páginas 259 a 263 del libro Nunca más, la declaración donde se nombra a Laghi no fue incorporada al informe. Lo mismo ocurrió con Plaza y Conrero.

Mons. Antonio Plaza

Es interesante señalar que la furia se desató por la mención de Laghi. Nadie, incluyendo la Conferencia Episcopal Argentina, se ocupó de defender a los restantes acusados, como si se diera por natural su presencia en una lista de esa naturaleza. Monseñor Conrero estaba muerto y nada podía aducir. Plaza no protestó, ni siquiera porque sus colegas no lo hubiesen respaldado, debido seguramente a que nunca negó su identificación con las fuerzas represoras.
En aquel momento expliqué lo ocurrido en un artículo que apareció en La Razón del 8 de noviembre de 1984. Dije lo siguiente:


"Esta referencia a Laghi no era desconocida para los organismos de derechos humanos que se ocupan de documentar lo ocurrido durante la dictadura militar. El 10 de diciembre de 1981 el ciudadano argentino Juan Martín difundió en Madrid un minucioso testimonio de su cautiverio ilegal en manos del Ejército, en Tucumán y lo remitió a la División de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Dicha declaración fue ratificada por la CONADEP y obra desde hace tiempo en los archivos del CELS. La afirmación no es, por lo tanto, anónima ni nueva como pareciera creerlo Laghi, quien solicita que “esa persona que me ha acusado salga a cara descubierta”.
En la página 45 de su informe Juan Martín relata su encuentro con el ex-nuncio ocurrido en el helipuerto del Ingenio Nueva Baviera, donde funcionaba el comando de operaciones de la zona. Para ello fue trasladado desde un campo clandestino de detención que se encontraba a escasa distancia."
Ingenio Nueva Baviera, Centro clandestino de detención

Juan Martín estuvo en Buenos Aires con posterioridad y le expliqué que, en el departamento de documentación del CELS sólo se tiene constancia de una visita del nuncio Laghi a Tucumán, de la cual informa extensamente el diario La Nación del 27 de junio de 1976. Pero ocurre que Martín fue detenido en octubre de ese año y calcula que el encuentro tuvo lugar en noviembre o diciembre. No hay constancias de otro viaje en esos meses y Laghi lo niega enfáticamente. Las fechas, por lo tanto, no coinciden.
Interrogué largamente a Juan Martín, solicitándole todo tipo de detalles sobre el hecho. Me reiteró que fue traído desde el centro de detención al helipuerto y colocado en una fila en el momento que desembarcaban varios prelados. Uno de ellos, que él creyó era Laghi porque le dieron su nombre posteriormente, se le acercó. Pudo entonces trasmitirle una breve súplica en voz baja. Le pidió que buscara a su familia para informárselo. La descripción de la estatura y la vestimenta del visitante, incluso el sombrero de tipo redondo que se usa en Roma, coinciden con la de Laghi. Pero no le dijo quién era ni pudo advertir si tenía acento italiano.
No tengo dudas sobre la veracidad del relato de Juan Martín, pero al no haber podido comprobarse, hasta ahora, otro viaje de Laghi a Tucumán, debo inclinarme por creer que se trataba de otro prelado.
Aunque el hecho fuera cierto, no significa que Laghi haya visitado un centro clandestino de detención, como se publicó. Se le habrían presentado prisioneros –que podían o no estar legalizados– en el helipuerto del ingenio"

Horacio Verbitsky en "Página 12" del 22 de julio de 2012 publica la siguiente nota:


Pío Laghi y Videla




"El ex dictador Jorge Videla dijo que el ex nuncio apostólico Pío Laghi, el ex presidente de la Iglesia Católica de la Argentina Raúl Primatesta, y otros obispos de la Conferencia Episcopal asesoraron a su gobierno sobre la forma de manejar la situación de las personas detenidas-desaparecidas. Según Videla la Iglesia “ofreció sus buenos oficios” para que el gobierno de facto informara de la muerte de sus hijos a familias que no lo hicieran público, de modo que cesaran la búsqueda. Esto confirma el conocimiento de primera mano que esa institución tenía sobre los crímenes de la dictadura militar, como consta en los documentos secretos cuya autenticidad el Episcopado reconoció ante la justicia hace dos meses. 

Pero además muestra un involucramiento episcopal activo para que esa información no trascendiera tampoco por comentarios de los familiares de las víctimas, de cuyo silencio la Iglesia era garante"


Diálogos en la cárcel


El periodista Adolfo Ruiz y la carta manuscrita de Videla en la que acepta la entrevista.

Continúa Verbitsky:

"El reportaje con la revista cordobesa El Sur, que edita en Río Cuarto Hernán Vaca Narvaja, se realizó antes de los concedidos al periodista español Ricardo Angoso y al argentino Ceferino Reato, pero sólo se divulgó esta semana. Fue realizado en tres partes por el periodista Adolfo Ruiz, en la cárcel de alta seguridad de Bouwer, donde el ex jefe de la Junta Militar estuvo detenido entre el 26 de junio y el 23 de diciembre de 2010, mientras se extendieron las audiencias del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la cárcel de Córdoba conocida como UP1. 



Videla fue condenado en ese proceso a prisión perpetua por los asesinatos de 31 prisioneros dentro de la cárcel o mediante fraguados intentos de rescate en ocasión de traslados. Videla recibió a Ruiz el 6 y el 13 de agosto y el 18 de octubre de 2010 en el locutorio de la cárcel de Bouwer, cuyos dos mil internos superan el número de pobladores de esa pequeña ciudad, que hasta hace dos años fue el depósito de los residuos domiciliarios de Córdoba. Antes de comenzar puso como condición que sus palabras recién se difundieran cuando dejara la provincia, como consta en la carta manuscrita que se reproduce aquí.




Decreto 2772 del 29 de octubre de 1975

Como en aquellas otras entrevistas y en sus alegatos judiciales, Videla justificó el plan que aplicó la Junta Militar por los “decretos de aniquilación” firmados por el ex presidente interino Italo Luder, que constituyeron “una licencia para matar concedida por un gobierno democrático”. 


Cuando el periodista le inquirió si esa licencia incluía las torturas, el robo de bebés y el saqueo de los bienes de las víctimas, dijo que esas “bajezas humanas” se debieron al gran “poder y libertad de acción otorgados al Ejército”, situación en la cual “es inevitable que muchos utilicen esas libertades en beneficio propio” (....)




Agregó que con los juicios él y sus camaradas pagan el costo de “no haber blanqueado” los métodos dispuestos entonces. Videla sostiene que “hacia el final de mi mandato, entre el ’80 y el ’81, se llegó a evaluar la posibilidad de publicar la lista, blanquear los desaparecidos”. Explica que “no era tan fácil, porque además íbamos a estar expuestos a la contra pregunta. Si a una madre le decíamos que su hijo estaba en la lista, nadie le impediría que preguntara ¿dónde está enterrado, para llevarle una flor? ¿quiénes lo mataron? ¿por qué? ¿cómo lo mataron? No había respuestas para cada una de esas preguntas, y creímos que era embochinchar más esa realidad, y que sólo lograríamos afectar la credibilidad. Entonces en ese momento no se quiso correr ese riesgo”. El razonamiento es idéntico al que Videla suministró a la Comisión Ejecutiva del Episcopado, cuando los obispos le transmitieron que el método de la desaparición de personas produciría a la larga “malos efectos”, dada “la amargura que deja en muchas familias”. Pero la fecha es muy anterior a la que menciona el dictador. Ese diálogo tuvo lugar el 10 de abril de 1978 durante un almuerzo de Videla con la Comisión Ejecutiva del Episcopado, que presidía el arzobispo de Córdoba Primatesta y que también integraban los arzobispos de Santa Fe y de la Capital Federal, Vicente Zazpe y Juan Aramburu, como vicepresidentes.




Mons. Primatesta y Videla
Primatesta hizo referencia a las desapariciones producidas durante la Pascua de 1978, “en un procedimiento muy similar al utilizado cuando secuestraron a las dos religiosas francesas”. Videla respondió que “sería lo más obvio decir que éstos ya están muertos, se trataría de pasar una línea divisoria y éstos han desaparecido y no están. Pero aunque eso parezca lo más claro sin embargo da pie a una serie de preguntas sobre dónde están sepultados: ¿en una fosa común? En ese caso, ¿quién los puso en esa fosa? Una serie de preguntas que la autoridad del gobierno no puede responder sinceramente por las consecuencias sobre personas”, es decir para proteger a los secuestradores y asesinos. El detalle de este diálogo consta en una minuta que los tres arzobispos redactaron en la sede del Episcopado en cuanto concluyó el almuerzo para enviarla al Vaticano. La autenticidad de ese texto fue reconocida por la Conferencia Episcopal, que hoy preside el arzobispo de Santa Fe, José Arancedo, ante una consulta de la jueza federal de San Martín, Martina Forns, luego de su publicación aquí. Pero en el reportaje con El Sur, Videla describe un grado de complicidad de la Iglesia Católica con los crímenes de su gobierno superior a lo que se conocía y con un carácter institucional que comprende tanto al Episcopado local como a la sede central en Roma. No se trata sólo de callar lo que sabían para no “hacer daño al gobierno”, como dijo Primatesta aquel día de 1978, sino incluso de asesorar a la Junta Militar y garantizar que tampoco los familiares de las víctimas contaran lo que había ocurrido con sus hijos. 


Lo que sigue es la transcripción textual del tramo de la entrevista sobre el tema:

–No deja de llamar la atención la forma en que se refiere a la situación de los desaparecidos. Hace sentir que para usted es un tema pendiente.
–La desaparición de personas fue una cosa lamentable en esta guerra. Hasta el día de hoy la seguimos discutiendo. En mi vida lo he hablado con muchas personas. Con Primatesta, muchas veces. Con la Conferencia Episcopal Argentina, no a pleno, sino con algunos obispos. Con ellos hemos tenido muchas charlas. Con el nuncio apostólico Pío Laghi. Se lo planteó como una situación muy dolorosa y nos asesoraron sobre la forma de manejarla. En algunos casos, la Iglesia ofreció sus buenos oficios, y frente a familiares que se tenía la certeza de que no harían un uso político de la información, se les dijo que no busquen más a su hijo porque estaba muerto.

 –No parece suficiente.

–Es que la repregunta es un derecho que todas las familias tienen. Eso lo comprendió bien la Iglesia y también asumió los riesgos.

Hasta la expresión impersonal escogida por Videla (“se lo planteó”, “se les dijo”) trasluce la identidad entre Iglesia y Dictadura.


El rol de Laghi



La minuta para el Vaticano también muestra el conocimiento de la Iglesia sobre el secuestro de las religiosas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Sin embargo, cuando la superiora de las monjas en la Argentina, Evelyn Lamartine, y la religiosa Montserrat Bertrán recurrieron a Laghi, el nuncio las miró “como si fuéramos bichos asquerosos, y nos dijo: ‘Nosotros no sabemos nada, por algo habrá sido’.

 Montse se arrodilló y le rogó que hiciera algo. El se la sacó de encima, instintivamente, describe Evelyn, que entonces pensó: ‘Dios no se olvida de lo que dijiste’”. Su testimonio fue recogido por María Arce, Andrea Basconi y Florencia Bianco, cuya investigación fue publicada por Clarín en 2007. Un obispo y una madre superiora llegaron desde Francia para interesarse por Alice y Léonie, pero Primatesta ordenó desmentirlo y explicar que sólo venían a pasar Navidad. 



Adolfo Scilingo
En 1995, bajo la conmoción de las revelaciones del ex capitán Adolfo Scilingo sobre el asesinato de prisioneros arrojados al mar, la esposa del secuestrado periodista Julián Delgado, María Ignacia Cercós, contó que el Comandante en Jefe de la Armada Armando Lambruschini consultó con Laghi acerca del destino de 40 detenidos-desaparecidos en la ESMA, que su antecesor, Emilio Massera, le había entregado al retirarse. Lambruschini no quería matarlos pero temía que si los dejaba en libertad contaran lo padecido en la ESMA, tal como ocurrió, y le preguntó a Laghi qué hacer. Según Cercós, el concimiento de Laghi sobre lo que sucedía en aquel campo de concentración llegaba hasta la nómina de los prisioneros que aún quedaban con vida. 


Ante el pedido de María Ignacia, Laghi consultó esa lista y “me dijo que Julián no estaba entre ellos. Quiere decir que tenía pleno acceso a la información”. 



En aquel momento, el propio Massera defendió a Laghi de tales “noticias calumniosas” y dijo que se preocupó en forma permanente por la suerte de “los llamados desaparecidos”. El problema es que Laghi había elegido la estrategia opuesta: negar que hubiera conocido la índole y la extensión de las violaciones a los derechos humanos. Dijo que “no tenía ni micrófonos ni espías que fuesen a los cuarteles a ver lo que los militares hacían”. Sus amigos Oscar Justo Laguna (quien al morir este año estaba procesado por la justicia federal de San Nicolás, por haber mentido en su testimonio sobre el asesinato de su colega Carlos Horacio Ponce de León), Alcides Jorge Pedro Casaretto, Carlos Galán, Domingo Castagna y Emilio Bianchi di Carcano sostuvieron que declaraciones como la de María Ignacia Cercós podrían “reinstalar entre nosotros no ya la violencia de las armas sino la de la venganza”. La esposa de Julián Delgado dijo entonces que durante años estuvo agradecida a Laghi por sus gestiones. “Pero ahora sé que no puedo perdonarle su silencio cómplice. Me siento un monstruo por haber escuchado esas cosas sin reaccionar.” El propio jefe máximo de aquella Junta Militar, sin el menor asomo de crítica, confirma tres décadas después el asesoramiento de Laghi sobre el secreto más horrendo y peor guardado de la dictadura.


La Eucaristía



Pío Laghi
Recuerdos coincidentes tienen muchos sacerdotes que en aquellos años frecuentaron a Laghi. Uno de ellos, Hugo Collosa, de Rafaela, le narró al periodista Carlos del Frade que Laghi visitó esa ciudad santafesina luego de la muerte de su obispo, Antonio Alfredo Brasca, incendiado por un cáncer en 1976. La enfermedad se adelantó a las Fuerzas Armadas, que lo tenían en su lista corta de aversiones. En el Obispado se reunían las agrupaciones laicas que militaban en los barrios más humildes y las del peronismo revolucionario, que tenían algunos miembros en común, entre ellos un sacerdote. 






Mons. Enrique Angelelli
Brasca se había manifestado en apoyo del movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo junto con los obispos Enrique Angelelli, Ponce de León y Alberto Devoto. “Laghi vino a maltratarnos”, dice Collosa, quien ya no es sacerdote. “No tenía ninguna intención de discutir el perfil del nuevo obispo ni mucho menos que se siguiera la línea de Brasca. Lo llevamos a almorzar en un comedor para chicos de la ciudad y allí, a varios sacerdotes, nos contó de los vuelos de la muerte, de los secuestros, las desapariciones y las torturas. Es decir que ellos ya sabían lo que estaba pasando con lujo de detalles desde mucho antes que 1978. Y hablaba con fundamento de lo que hacía cada una de las tres armas. Nosotros ya habíamos sufrido el secuestro del padre Raúl Troncoso que militaba en barrio Fátima, y estábamos muy preocupados. Después lo mandaron a Cassaretto que hizo una pastoral totalmente distinta a la de Brasca y bien cercana a los sectores dominantes de la ciudad”. La primera entrevista de Videla con el periodista cordobés se interrumpió cuando lo trasladaron al Hospital Militar para tratarse de una incipiente bronquitis. Formaba parte de la comitiva que buscó a Videla “un hombre canoso que venía, cáliz y alba en mano, a darle la Eucaristía”. Es decir que pese a las sucesivas condenas por los más graves delitos, la Iglesia Católica no consideró necesario excomulgarlo, pena eclesiástica que impide la recepción de los sacramentos y se aplica a los pecados graves. El no considerar como tales los delitos de Videla certifica la prolongación en el tiempo de la complicidad eclesiástica con ellos."