viernes, 18 de enero de 2013

19 de enero de 1811, Batalla de Paraguarí o de Cerro Porteño





La Batalla de Paraguarí fue un combate ocurrido en las cercanías de Paraguarí (Paraguay) entre fuerzas revolucionarias, al mando de Manuel Belgrano, miembro de la Primera Junta argentina de Gobierno, y las tropas paraguayas del general Bernardo de Velasco, gobernador intendente de la Intendencia del Paraguay.


Primera Junta de Gobierno de Bs. As.
Al estallar la Revolución de Mayo en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, el gobierno surgido de la misma, la llamada Primera Junta, invitó a las demás ciudades y provincias a unirse a la Revolución. La invitación, en realidad, no dejaba margen para la negativa, y todo gesto en el sentido de conservar los gobiernos anteriores a la Revolución fue interpretado como hostil.


Las principales amenazas provenían de Córdoba, el Alto Perú, Montevideo y Asunción. Las dos primeras fueron vencidas con relativa facilidad, pero Montevideo se mantendría firme en su oposición durante cuatro años.


Bernardo de Velasco, retrato de Guillermo Da Re

El gobernador paraguayo, Bernardo de Velasco, se negó a reconocer la autoridad de la Junta, y fue apoyado por el cabildo de Asunción. En respuesta, la Junta envió una pequeña expedición militar, al mando de uno de sus miembros, Manuel Belgrano, para unir a Paraguay al territorio gobernado por ella, por medio de negociaciones, o por la fuerza. La expedición fue aumentada a su paso por Santa Fe, pero su invitación a reconocer la autoridad de la Junta fue rechazada.




 
Belgrano logró ingresar a territorio paraguayo, venciendo una pequeña resistencia en la batalla de Campichuelo, y no volvió a enfrentar oposición alguna hasta llegar muy cerca de la capital. Esto convenció a Belgrano de que le resultaría fácil llegar a Asunción y someter la provincia a la obediencia.

No obstante, el mismo Belgrano notó que no era apoyado en su avance, ya que no incorporó un solo voluntario. Al contrario, las milicias y los civiles retrocedían a unirse al ejército que Velasco reunió en las márgenes del río Yuquerí.

Paraguarí, a 14 leguas de Asunción, era un punto estratégico, porque cerraba la entrada de los valles cercanos. Su costado derecho estaba resguardado por un tributario del río Paraguay, el Caañabé, y su costado izquierdo por una cadena de pantanos prácticamente imposibles de vadear.




Aquí se instalaba el ejército de Velasco, integrado por 7.000 hombres. Las avanzadas estaban protegidas por 16 piezas de artillería fortificadas, 800 infantes y dos divisiones de caballería bajo el mando directo de Velasco. El grueso de las tropas paraguayas, en dos cuerpos, ocupaba los pasos del Caañabé. 



Fatalmente, Belgrano tendría que encontrarse con este ejército, ya que Paraguarí obstaculizaba su camino hasta Asunción. Por otra parte, la emigración masiva de los paraguayos de los puntos por los cuales avanzaba el general porteño hacá más compleja su marcha. Casi todo el ganado había sido retirado de los campos para dificultar las operaciones de Belgrano, que comenzó la marcha hacia su objetivo el 25 de Diciembre. El 7 de Enero de 1811 llegó a Tebicuarí, donde se repite la desolada escena de una total ausencia de pobladores. Pero antes de atravesar este punto se produjo un breve encuentro con un destacamento paraguayo, que abandona algunas armas y dos prisioneros: un criollo y un español. El español, por su condición de tal y por estar armado, cae bajo la condena que ha dictado la Junta de Buenos Aires contra los peninsulares, y en el acto es fusilado.

Mientras Belgrano se acercaba a Paraguarí, sus fuerzas eran vigiladas por los paraguayos desde la altura de los montes. En la tarde del 15 de Enero, en el arroyo de Ibáñez – a dos leguas de Paraguarí – los patriotas avistan una avanzada enemiga que emprende veloz retirada. Este y otros detalles hacen apresurar la marcha del general porteño que, una vez cruzado el Ibáñez, se adelanta con su escolta y su estado mayor hasta el cerro Mbaé (fantasma, en guaraní, aunque los realistas lo conocían como Cerro del Rombado). Desde lo alto del Mbaé, pudo ver de pronto Belgrano, con auxilio de sus anteojos, al ejército rival que lo esperaba en formación de combate. Sus oficiales no adviertieron nada, pues el rostro del general permanecía impasible. Cerró sus anteojos y ordenó en tono reposado:

-Acamparemos en la margen izquierda del Ibáñez.

Así se hace, y a la noche Belgrano se retira a su tienda, donde conversa con Mila de la Roca, a quien le confía lo que ha visto esa tarde.

- Es menester convenir en que los enemigos son como moscas – reconoce Belgrano – pero en la posición en que nos encontramos hallo que sería cometer un grande error emprender ninguna marcha retrógrada.

-Sin embargo, las fuerzas son muy desparejas – observa Mila de la Roca -. Además, estando tan lejos de nuestra base de operaciones, en caso de haber un contraste las consecuencias pueden ser catastróficas.

Belgrano mira fijamente a su amigo, y concluye serenamente:

- Más le digo a usted, y es que para nosotros no hay retirada, sin que primero tratemos de imponernos atacándolos, si es que ellos no nos atacan antes. Esos que hemos visto esta tarde no son en su mayor parte sino bultos; los más no han oído aún el silbido de una bala, y así es que yo cuento mucho con la fuerza moral que está a nuestro favor. Tengo mi resolución tomada, y sólo aguardo que llegue la división que ha quedado a retaguardia, para emprender el ataque.

Durante la noche del 15 de enero, Belgrano envió una vanguardia de 200 hombres y 2 piezas de artillería para sorprender a los paraguayos, pero el ataque no se realizó. A la mañana siguiente, el general argentino se instaló en un cerro, desde donde observaba el campamento paraguayo. A pesar de que la fuerza enemiga, como mínimo, superaba las suyas en una relación de diez a uno, decidió atacar sin agotar las posibilidades de negociar.

En efecto, aunque Belgrano había enviado varias proclamas a los paraguayos, invitándolos a pronunciarse por la revolución, Velasco prohibió guardar los panfletos enviados, y la orden fue cumplida. Belgrano consideraba que, de triunfar, tendría abierta la entrada a Asunción. Y si era derrotado, al menos estaba suficientemente adentro de territorio enemigo como para evitar ser completamente expulsado. Por otro lado, es posible que él y sus oficiales despreciaran la capacidad combativa de los paraguayos y sobreestimara la posibilidad de contagiar su entusiasmo patriótico.

Soldado Blandengue

Tras ordenar que se oficiara misa entre sus tropas, a las 3 de la mañana del 19 de enero ordenó el avance de sus dos divisiones, en total 460 soldados al mando de José Machain; una hora más tarde, el combate se había generalizado. El ataque tomó por sorpresa a los paraguayos, obligándolos a abandonar sus posiciones iniciales. El propio gobernador Velasco huyó en dirección a Asunción. Pero la caballería, comandada por Manuel Cabañas se retiró sin combatir y se desplegó en los costados del ejército atacante.



“Que el ataque del Paraguay se dispuso formando dos columnas: la 1° compuesta de los escuadrones de Fernando VII, las compañías de los Regimientos 1° y 2° de Patricios, la de Pardos y caballería de la Patria, con dos piezas de á 2, bajo el mando del mayor general; y la 2° bajo el del declarante, compuesta de su compañía, la del Regimiento 3, la de Blandengues de Santa Fe montados, y dos piezas de á 4, cuya fuerza iba toda sujeta á la voz del mayor general, y entre ambas divisiones serían como 440 y tantos hombres”.
(Declaración de Gregorio Perdriel en el juicio a Belgrano)



Los hasta entonces vencedores se entretuvieron en saquear los víveres del ejército paraguayo, por lo que sólo la mitad de la fuerza siguió combatiendo, mientras los defensores se rehacían. Para empeorar las cosas, cuando Belgrano envió la reserva (unos 120 hombres) en apoyo de Machain, sus hombres creyeron que eran enemigos, y el coronel ordenó la retirada. La avanzada enviada sobre la capilla de Paraguarí fue abandonada por Machain en su retroceso e íntegramente tomada prisionera.

Luego, ya serenados los ánimos, se reúnen las informaciones, y entonces se advierte lo que ha ocurrido. El mismo Velasco lo relata:

“A pesar de la sorpresa que debió causar en nuestro ejército este movimiento inesperado de los enemigos, se les contestó con viveza y valor por la infantería y artillería de dicha división; sostuvo media hora el fuego, y ella hubiese derrotado a los insurgentes, si la primera impresión de la sorpresa no hubiera dispersarlo la mayor parte de las tropas de que se componía.”

Velasco en la Batalla de Paraguarí
Los paraguayos vuelven pronto de su sorpresa y en dos alas rodean a la división patriota, abrumándola con el fuego de once piezas de artillería. Durante tres horas el fuego continúa cruzándose mientras otro cuerpo de patriotas, creyendo ganada la batalla, insiste en el pillaje.


Los soldados, sometidos a intenso fuego por el enemigo, quedan de pronto sin proyectiles. Belgrano, a dos millas de allí, les envía una pieza de artillería y un carro con municiones, protegidos por un destacamento de caballería. El grupo se acerca velozmente, pero los patriotas lo confunden con el enemigo:
 



“¡Nos cortan!”, es el grito que se extiende por la filas criollas.

Desde lo alto del cerro, Belgrano advierte la confusión. Monta a caballo, y a todo galope desciende para contener la retirada. Pero todo es inútil. El desaliento ha minado a los oficiales. 120 prisioneros, 10 muertos y 15 heridos – éstos, salvados a hombros- es el saldo del encuentro por parte de los patriotas, mientras que los realistas registran 30 muertos y 16 prisioneros.

Se ordena entonces tocar la retirada, y los 12 hombres que han avanzado hasta la Iglesia, queda abandonados.

La batalla de Paraguari no fue una victoria definitiva para los realistas paraguayos. Belgrano todavía tenía su ejército. Pero el gobierno colonial había sido salvado, y la provincia no pudo ser obligada a someterse al gobierno porteño. Semanas más tarde, Belgrano sería definitivamente derrotado en la batalla de Tacuarí y expulsado del Paraguay.

Cuando, meses después, el Paraguay declarara su independencia de España, dejaría en claro que tampoco estaba dispuesto a someterse a Buenos Aires. Y cuando los sucesivos gobiernos de Buenos Aires se mostraran claramente proclives a negar a las demás provincias la igualdad de derechos, el Paraguay afirmaría esa tendencia en una independencia definitiva.


fuente:
Rosa, José María, Historia Argentina (Tomo II) , Ed. Oriente, Bs. As. 1982

Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Ed. Aguilar, Bs. As., 2005.

Garay, Blas, La Revolución de la Independencia del Paraguay, Est. tip. de la viuda é hijos de Tello, 1897



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