domingo, 9 de junio de 2013

9 al 12 de junio de 1956: El alzamiento del Gral. Valle y el comienzo del terrorismo de estado




 Tras el derrocamiento del gobierno del general Perón en septiembre de 1955, con el apoyo de sectores anti de mocráticos se desató una feroz persecución contra los sectores populares y patrióticos, particularmente en el movimiento obrero y las fuerzas armadas, como parte de la política de restauración oligárquica, hambreadora y entreguista al imperialismo, que impuso la dictadura militar de Aramburu-Rojas.




El Vapor "Washington"
Los responsables del golpe de estado habían ordenado una caza de presos políticos, entre ellos algunos militares peronistas, quienes habían sido detenidos en el buque-cárcel "Washington", anclado aguas adentro del Puerto de Bs. As. Entre ellos se encontraban los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, y otros oficiales leales al gobierno derrocado. Organizaban una Conspiración para organizar un levantamiento que pretendía el cese de la persecución al peronismo; la restauración de la Constitución de 1949, y la libertad de todos los detenidos por razones políticas.


Grales Juan José Valle y Raúl Tanco

Junto a los generales Juan José Valle y Tanco se alineaban los coroneles Oscar Cogorno, Alcibíades Cortínez, Ricardo Ibazeta; capitán Jorge Costales, entre otros.

Aramburu y Rojas, autoproclamados Presidente y Vice del gobierno, sabían de la conspiración pues habían infiltrado al grupo, pero deciden no abortarla. La prueba del conocimiento de los sucesos que se estaban gestando la da que en la noche del 8 de junio de 1956 son apresados cientos de dirigentes gremiales para restar base social al movimiento. El dictador Aramburu viaja ese día a Santa Fe, pero deja firmado el decreto 10.362 de Ley Marcial, y los decretos 10.363/56, de pena de muerte, y el 10.364 de las personas a fusilar. Tan impune era la situación que estos decretos eran correlativos y se publicaron así en el Boletín Oficial con posterioridad. 


La escuela técnica Salvador Debenedetti hoy
El proyecto del movimiento de resistencia era emitir una "proclama revolucionaria", a las 23 del 9 de junio. El momento escogido para lanzarse a la acción era la transimisión una pelea por radio en el Luna Park. El grupo de Valle era comandado por el coronel José Irigoyen, el capitán Costales y varios civiles.  La radio se instaló en la Escuela Técnica N° 5 "Salvador Debenedetti" en Avellaneda, aguardando el momento acordado. Pero a las 22:30, un grupo comando irrumpió en la escuela y los arrestó, abortando los planes del grupo restaurador. Sólo pudo escucharse en la provincia de La Pampa.


La masacre
Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, murieron fusilados y asesinados 31 patriotas revolucionarios peronistas. En estos hechos, a los que Rodolfo Walsh hizo conocidos posteriormente como "Operación Masacre", fueron ultimados, en horas de la madrugada del 10 de Junio: Mario Brión, Vicente Rodríguez, Carlos Lizaso, Nicolás Carranza y Francisco Garibotti. El brutal crímen se realizó en un caos absoluto, en un basural de José León Suárez.
Los detenidos fueron bajados a empujones de los camiones, no se los hizo formar ni se armó pelotón alguno y se los asesinó por la espalda. El desorden reinante permitió que, aunque algunos murieran, otros lograran escapar, sin recibir ni un impacto de bala. Los que escaparon fueron los testigos de la saña y el sadismo de los represores.


Cnel José A Irigoyen


El Capitán Jorge M. Costales y los civiles Osvaldo Alvedro, Dante H. Lugo, Clemente Ros y Norberto Ros, que al mando del Coronel José A. Irigoyen, eran los encargados de instalar en Avellaneda el grupo que iba a difundir la proclama, fueron asesinados en la Unidad Regional de la Policía de Lanús en la madrugada de ese mismo día 10 de junio.



El Coronel Oscar L. Cogorno, jefe del levantamiento en La Plata, fue ejecutado en el Regimiento 7. El Subteniente de Reserva Alberto Abadíe, que se hallaba herido, es curado y al anochecer del 12 de Junio, enfrentado al pelotón y ejecutado. También murieron Carlos Irigoyen, Ramón Videla y Rolando Zaneta.





El 10 de Junio, fueron juzgados en Campo de Mayo los Coroneles Alcibíades E. Cortinez y Ricardo Salomón Ibazeta, y cuatro oficiales subalternos: Dardo N. Cano, Eloy L. Caro, Jorge L. Noriega y Néstor M. Videla. El tribunal resolvió que no se condene a muerte a los siete acusados, pero el Almirante Isaac Rojas  ordena por decreto el fusilamiento ignorando la decisión del tribunal.




Al mismo tiempo fueron fusilados en la Escuela de Mecánica del Ejército los cuatro suboficiales que la habían tomado: Miguel A. Paolini, Ernesto Gareca, Isauro Costa y Luís Pugnetti. En la Penitenciaría Nacional de la Av. Las Heras, se fusila a los tres suboficiales del Regimiento 2 de Palermo que intentaron tomarlo: Hugo E. Quiroga, Luciano I. Rojas y  José M. Rodríguez. Ese mismo 11 de Junio baleado frente al Automóvil Club Argentino Miguel Ángel Mauriño, quien es llevado al Hospital Fernández, donde murió.




El 12 de Junio se entregó el General Juan José Valle, a cambio del cese de la matanza, tras recibir la amenaza de asesinar a un detenido por día hasta su detención. Fue fusilado esa misma noche en la Penitenciaría Nacional pese a que ya se había levantado Ley Marcial.






Maguila Ghioldi



"Se acabó la leche de la clemencia" manifestaría después el dirigente "socialista" Américo Ghioldi, mientras trataba infructuosamente la pilosidad de su cuerpo...










Las incomparables ilustraciones De Solano López
Todas las ejecuciones ocurrieron en menos de 72 horas, en seis lugares distintos; todas violaban el artículo 18 de la Constitución Nacional: "...queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos...". No hubo juicio previo, ni derecho a defensa de ningún tipo, ni ninguna posibilidad de indulto, sino que la misma madrugada del alzamiento comenzó la matanza.

En algunos casos se aplicó retroactivamente la Ley Marcial a quienes habían sido detenidos con anterioridad a su dictado, en otros se pasó por sobre la cosa juzgada, en otros no se tomó en cuenta el desistimiento de la acción armada, que hacen a la primera intimación los acusados; en otros se aplicó la Ley Marcial  cuando ya no estaba en vigencia. Se trató, en definitiva, de un bárbaro asesinato, arbitrario e ilegal.

De allí nacieron muchos de los odios que perduraron en las décadas siguientes. Hubo también mucho de simbolismo en todas estas muertes "ejemplificadoras", porque allí, en los basurales de José León Suárez,  comienza a distinguirse la siniestra cara de lo que luego sería el Terrorismo de Estado.




 



Carta del general Juan José Valle antes de ser fusilado, dirigida al presidente Pedro Eugenio Aramburu



Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos,son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente.
Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución.


Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos.


Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus victimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones. La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.


Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado.


Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.


Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror.

Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes. Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable.


Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias es sangre.

Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.

Juan José Valle.
Buenos Aires, 12 de junio de 1956.




Los fusilados


MILITARES

Gral. de División JUAN JOSE VALLE
Coronel RICARDO SANTIAGO IBAZETA
Coronel ALCIBIADES EDUARDO CORTINES
Coronel JOSE ALBINO IRIGOYEN
Tte. Coronel OSCAR LORENZO COGORNO
Capitán ELOY LUIS CARO
Capitán DARDO NESTOR CANO
Capitán JORGE MIGUEL COSTALES
Tte. Primero JORGE LEOPOLDO NORIEGA
Tte. Primero NESTOR MARCEL OVIDELA
Subteniente ALBERTO JUAN ABADIE
Suboficial Ppal. MIGUEL ANGEL PAOLINI
Suboficial Ppal. ERNESTO GARECCA
Sargento Ayte. LUIS PUGNETTI
Sargento HUGO ELADIO QUIROGA
Sargento LUIS BAGNETTI
Cabo MIGUEL JOSE RODRIGUEZ
Cabo Músico LUCIANO ISAIAS ROJAS

CIVILES

CLEMENTE BRAULIO ROSS
NORBERTO ROSS
OSVALDO ALBERTO ALBEDRO
DANTE HIPOLITO LUGO
ALDO EMIR JOFRE
MIGUEL ANGEL MAURIÑO
ROLANDO ZANETTA
RAMON RAULVIDELA
CARLOS IRIGOYEN
CARLOS ALBERTO LIZASO
NICOLAS CARRANZA
FRANCISCO GARIBOTTI
MARIO BRIÓN
VICENTE RODRIGUEZ
 

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